28 de diciembre de 2010

DOS EUROPAS

Gerardo Pisarello · Jaume Asens. Revista "Sin Permiso"

Al cierre del 2010, todo indica que la Unión Europea ha abdicado de la tarea de construir de un proyecto social y democrático a escala continental para convertirse en su más enconada adversaria. El eje Berlín-París-Londres está consiguiendo imponer su pretensión de consolidar un mecanismo de rescate financiero condicionado a la aceptación de políticas de “austeridad” y de congelar hasta el año 2020 un presupuesto comunitario no mayor al 1% del PIB de los Estados miembros. Estas medidas sólo pueden comportar la profundización de un camino de servidumbre muy diferente al fantaseado por Friedrich Hayek. Como mínimo, para los países situados en la periferia de la actual UE, que se verían constreñidos a aplicar una serie de políticas suicidas para su propia recuperación interna, so pena de perder los fondos comunitarios y, llegado el caso, su derecho de voto en las instituciones europeas. Los impulsores de estas políticas son plenamente conscientes de su carácter anti-popular. Por eso pretenden trasladarla al mortecino Tratado de Lisboa a través de un procedimiento especial que exigiría el visto bueno de los parlamentos estatales pero que permitiría, al mismo tiempo, sortear los incómodos e imprevistos referendos ciudadanos. La deriva elitista y tecnocrática de la UE ha devenido así en obstinación. A excepción de algunas honrosas excepciones, las energías democratizadoras hoy existentes en el espacio europeo no provienen de sus instituciones. Más bien, radican en las voces que, de Atenas a París, de Dublín y Lisboa a Londres, Roma, Madrid o Barcelona, se están atreviendo, con enormes dificultades, a contestar este proceso en las calles, en los barrios, en los lugares de estudio y de trabajo, negándose a asumirlo como si de un irresistible designio divino se tratara.

Cuando el tsunami financiero proveniente de Estados Unidos se desplazó a Grecia, algunas voces optimistas pensaron que la Europa social llamaría a la puerta. Que la retórica a favor de un “gobierno europeo” se traduciría en un esfuerzo coordinado por establecer un centro redistributivo de ámbito continental, por convertir al Banco Central Europeo, a la manera de la Reserva Federal,  en un emisor masivo de euro-deuda y por yugular, en fin, a unos capitales especulativos que amenazaban los fundamentos mismos de la integración. Sin embargo, los bancos golpearon primero y las instituciones europeas no tardaron en exigir medidas drásticas para reducir unos déficits públicos largamente disimulados o generados, como en el caso español, para licuar las deudas privadas de las entidades financieras.

El gobierno socialista de Papandreu decidió que la única manera de plegarse al mandato del directorio franco-alemán consistía en sacrificar salarios y pensiones y en aumentar los impuestos indirectos. Todo ello en un país que dedicaba un 3,6% de su PIB a gastos militares y cuya estructura fiscal era una de las más regresivas del continente. Con el aliento griego encima y la amenaza de unas agencias de calificación de deuda libres de todo escrutinio público, también el gobierno del PSOE optó por soltar el lastre de la retórica social utilizada durante los años de euforia inmobiliaria. El paquete de ajustes incluyó la puesta en marcha de ingentes ayudas a la banca, el estímulo a las fusiones y a la privatización de las cajas de ahorro y el inmediato sacrificio de derechos sociales y laborales de por sí débiles en comparación con los vigentes en la antigua UE de los quince. Ni una medida dirigida a limpiar y democratizar el sistema de crédito, poniéndolo al servicio de emprendimientos social y ambientalmente sostenibles. Ni una a dar respuesta al drama de las más de 350.000 familias afectadas por el fraude inmobiliario y las ejecuciones hipotecarias. Ni una a revertir la regresividad del sistema fiscal y atenuar, así, las desigualdades y la exclusión que están alimentando el crecimiento de la xenofobia y la extrema derecha. Nada que pudiera enviar una señal equívoca a unos mercados financieros bien dispuestos, en cambio, a especular sin rubor contra sus benefactores. Poco a poco, la debilidad y de la falta de coraje político de los gobiernos de la periferia europea se hizo evidente. Y los mercados no tardaron en cebarse con Irlanda y Portugal. Allí, la crisis también pasó la factura de haberse calzado demasiado pronto el corsé que supusieron la entrada en el euro y la asunción de los criterios de convergencia pergeñados en Maastricht.

Lejos de quedarse en la periferia europea, la fiebre del ajuste se extendió también al norte. Si en el sur los ejecutores han sido unas socialdemocracias desnortadas, que al desmovilizar a sus bases cavaron su propia tumba ante los especuladores, en el norte el protagonismo ha correspondido sobre todo a los gobiernos conservadores. Cuando estalló la crisis, algunos, como el de Nicolás Sarkozy, fueron los primeros en apostar tácticamente por “refundar el capitalismo”. Pero aquella consigna se reveló pronto como una mera cortina de humo, como una manera de ganar tiempo en un país que, ya desde las huelgas de 1995 contra los planes neoliberales de Juppé, cuenta con una sólida tradición de luchas en defensa de lo público. Consciente, sin embargo, de que la economía francesa no es la alemana, Sarkozy no tardó en aprovechar la coyuntura para cargar contra el sistema público de pensiones, imponiendo prácticamente sin debate parlamentario, la ampliación de la edad de jubilación. El recién estrenado gobierno de David Cameron no le ha ido a la zaga. A poco de asumir, entregó a los especuladores un 40% del gasto social, intentando hacer pasar como medida de racionalización administrativa lo que en el fondo constituye una nueva carga de profundidad contra dos de los pilares históricos del Welfare británico: la sanidad y la educación públicas.

Que estas políticas comportan un auténtico estado de emergencia económico, impuesto al margen o al filo de la legalidad vigente queda probado, en buena medida, por la manera furtiva en que los países fuertes de la UE han decidido reflejarlo en el Tratado de Lisboa. Lejos queda el tiempo en que, tras el rechazo francés y holandés al tratado constitucional, las clases dirigentes europeas planteaban la necesidad de un Plan B que acercara la UE a la ciudadanía y que perfeccionara los mecanismos de participación democrática. La idea, ahora, es precisamente la opuesta: evitar, a cualquier precio, referendos que puedan llevar el debate sobre el proceso de la integración a la opinión pública y acarrear resultados no queridos. Desde esta perspectiva, incluso la reforma del Tratado de Lisboa se presenta como un trámite engorroso. Engorroso pero inevitable, si se tiene en cuenta que son varias ya las demandas de constitucionalidad planteadas ante el Tribunal constitucional alemán contra el Fondo de Ayuda Financiera de 750 mil millones de euros aprobados el pasado mes de mayo sin discusión parlamentaria alguna.

A estas alturas, no es ningún secreto que el marco económico impuesto por la UE, sobre todo en la zona euro, está abiertamente reñido con la mejor tradición del constitucionalismo social y democrático de la que muchos estados miembros pretenden extraer su legitimidad. La crisis, en efecto, ha demostrado la extrema debilidad, cuando no la futilidad de protocolos, cláusulas sociales y cartas europeas supuestamente encargados de frenar la erosión de derechos arduamente conquistados. Pero no sólo eso: también ha forzado reformas regresivas y mutaciones en las constituciones formalmente vigente en los estados, sobre todo en aquellas más exigentes desde el punto de vista de su contenido social. Este es el caso, por ejemplo, de Portugal. Allí, el avanzado texto de 1976, aprobado tras la revolución de los claveles, tuvo que ser reformado en siete ocasiones, entre otras razones, para acomodarse a la horma monetarista y neoliberal de la constitución económica europea. Y ahora, no por casualidad, ha sido objeto de un nuevo embate a manos de la derecha conservadora, que ha impulsado una octava modificación con el propósito de devaluar el alcance normativo de derechos sociales básicos como los derechos a la educación y a la sanidad, públicos y gratuitos. Este fenómeno, en cualquier caso, también ha impactado en estados con constituciones sociales relativamente más débiles. Así lo demuestra la experiencia española, donde el propio tribunal constitucional tuvo que recurrir a una dudosa operación semántica para compatibilizar la “supremacía” del texto de 1978 con la “primacía” del derecho de la UE, y donde el Partido Popular no ha dudado en proponer la constitucionalización de la ausencia de déficit como una forma, precisamente, de europeizar el derecho interno.  

Más allá de la cuestión de la legalidad, estas políticas estás revelándose, además, como un despropósito desde el punto de vista de su efectividad. No servirán para conseguir algunos de los fines que aseguran perseguir, como aplacar a las oligarquías financieras. Por el contrario, lo más probable es que desaten un espiral de recortes que ahondará el actual marco recesivo, empujará a algunos países directamente a la depresión y aumentará todavía más la exclusión social. Es más, si la desintegración y el dumping social no han ido ya más lejos, es, nuevamente, gracias a las protestas que, de manera embrionaria pero persistente, se han propuesto plantar cara a estas políticas y despojarlas de su aura de inevitabilidad. A diferencia de lo que podía ocurrir a inicios del siglo pasado, estas resistencias se producen tras décadas de políticas neoliberales, en un contexto de fuerte fragmentación social y sindical y con la extrema derecha al acecho. Lo cierto, empero, es que sin las huelgas generales griegas, francesas y portuguesas, sin la movilización, contra el miedo y el chantaje, de millones de trabajadoras y trabajadores, de parados, precarios, estudiantes y pensionistas de todo el continente, las perspectivas serían sin duda peores.

Los grandes grupos económicos y mediáticos y sus aliados políticos son plenamente conscientes de ello. Por eso, a pesar de la relativa debilidad de la respuesta social producida hasta ahora, han combinado el desdén por la misma con su criminalización preventiva. En Grecia, el gobierno no tardó en sacar a relucir el espantajo del manifestante terrorista y la represión pronto sumó en su haber varios muertos y centenares de heridos y detenidos. En Francia, Sarkozy lanzó los gendarmes a las calles para obligar a los manifestantes a volver a sus trabajos, y aunque algunos tribunales consideraron que la medida constituía una restricción ilegítima al derecho de huelga, la cifra de arrestados pronto superó los dos mil. Incluso en el caso español, donde el paro juvenil es ya del 40%  y donde la protesta no fue ni la mitad de intensa que en Grecia o Francia, bastó que la huelga del 29-S tuviera más éxito del esperado para que la patronal, la derecha política y ciertos medios de comunicación la rebajaran a un ejercicio de vandalismo protagonizado por sindicalistas y anti-sistemas que pretendían acabar con el Estado de derecho.
En realidad, quienes buscan reducir la protesta social a actos aislados de salvajismo o de delincuencia no sólo tratan de despojarla de legitimidad. También intentan minimizar u ocultar la enorme violencia pública y privada que hay detrás de las políticas impuestas para afrontar la crisis. Y es que en el fondo, en el conflictivo escenario que se extiende por Europa en estos tiempos, dos proyectos se baten a duelo. Uno, el del ajuste y el despotismo financiero, lleva en su seno la semilla de un futuro lúgubre, capaz de convocar los peores fantasmas del populismo represivo, la xenofobia y el nacionalismo excluyente. El otro, el de la Europa movilizada en defensa de los derechos sociales y los bienes públicos, comunes, contiene en cambio la promesa de una alternativa igualitaria y democrática al desorden actual, dentro pero también más allá de las fronteras estatales. En ese contexto, el imperativo ético y político de los tiempos por venir no puede ser otro que preservar esta Europa indómita de la fragmentación, el enfrentamiento cainita y la criminalización. Y hacerle espacio. Y conseguir que dure.


Gerardo Pisarello es profesor de derecho constitucional en la Universidad de Barcelona y miembro del Comité de Redacción de Sin Permiso. Jaume Asens es abogado y ambos son miembros del Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Barcelona.

27 de diciembre de 2010

FALLECIÓ EN MIAMI EL EXPRESIDENTE Y PRÓFUGO CARLOS ANDRÉS PÉREZ

Falleció a los 88 años Carlos Andrés Pérez presidente de Venezuela en dos oportunidades (1974-79 y 1989-93) con el partido Acción Democrática. CAP se radicó desde hace 10 años en USA para evadir la acción de la justicia venezolana por enriquecimiento ilícito y por su responsabilidad en los crímenes de lesa humanidad perpetrados bajo su segundo mandato.
Se encontraba prófugo de la justicia venezolana y protegido por el gobierno norteamericano.

W. Dávila (Prensa Mundial-Anzoategui Vive) y Agencias, 25 dic.

Foto: Caracazo de febrero de 1989, que ordenó reprimir C.A.P.. Se habla de entre 2.000 y 3.000 muertos.Ver información y vídeos al final del artículo

En su segundo mandato ocurrió El Caracazo donde lo señalan como el culpable de miles de venezolanos muertos al ser reprimidos por las fuerzas públicas de esa época, donde el pueblo salió a las calles a protestar por el “paquetazo económico” establecido.

Pérez, quien militó en las filas de Acción democrática, fue Presidente de la República en dos periodos (1974-1979 y 1989-1993).

El segundo periodo de gobierno no lo culminó fue separado de sus funciones como Primer Mandatario por el Congreso Nacional de Venezuela, el 21 de mayo de 1993, por el delito de malversación de fondos públicos, fue recluido en el Retén Judicial de El Junquito y de allí paso a su casa en Caracas, por tener avanzada edad.

El 30 de mayo de 1996 la Corte Suprema de Justicia lo condenó a prisión domiciliaria por “
malversación agravada de fondos públicos” a 2 años y 4 meses de arresto domiciliario.

En marzo de 1997 es expulsado por sus enemigos de Acción Democrática de ese partido, lo que lo conllevó a fundar el movimiento político Apertura, por donde resultó electo Senador de la República. Posteriormente viajó a Miami para vivir con parte de su familia.
Autor del Caracazo

El expresidente Carlos Andrés Pérez, en su segundo periodo de gobierno, ocurrió una de las protestas significativas del pueblo venezolano, el llamado Caracazo o Sacudón, siendo una serie de disturbios y reclamos de mayor democracia, que comenzó el día 27 de febrero y terminó el día 28 de febrero de 1989 en la ciudad de Caracas y otras del país; este episodio de la historia de la IV República fue un fiel ejemplo de un pueblo que siguiendo la herencia protestataria del Libertador Simón Bolívar decidió salir a las calles contra las medidas neoliberales impuestas por el expresidente Carlos Andrés Pérez, donde el pueblo venezolano salió a las calles a protestar por “
paquetazo económico” establecido. Miles de venezolanos murieron al ser reprimidos por fuerzas públicas de esa época.

Pérez, quien se radicó desde hace 10 años en los Estados Unidos para evadir la acción de la justicia venezolana por su responsabilidad en los crímenes de lesa humanidad perpetrados bajo su segundo mandato, se encontraba prófugo de la justicia venezolana y protegido por el gobierno norteamericano, tenía en Venezuela pendiente dos procesos judiciales uno por enriquecimiento ilícito y por los violentos disturbios callejeros de 1989.

El ex mandatario se encontraba con problemas de salud, a consecuencia de un accidente cerebrovascular que sufrió en octubre del 2003.

El Ministerio Público solicitó a comienzos del 2005 al Poder Judicial la emisión de una orden de captura contra Pérez, por el caso de corrupción, y el año 2007 anunció que preparaba un proyecto de solicitud de extradición para juzgarlo por los sucesos del 1989.

La Fiscalía General de la República imputó en julio de 2009 al general retirado Italo del Valle Aliegro, quien era el ministro de la Defensa cuando ocurrió el “Caracazo”. Por ese caso están siendo procesados también otros funcionarios militares y policiales de esa época.

Las autoridades venezolanas iniciaron a finales del mes de septiembre de 2009, una serie de exhumaciones de las personas que murieron en las protestas de 1989 en medio de las críticas de algunos de los familiares que exigen la presencia de expertos internacionales para el estudio de los restos.
Autor de los asesinatos en El Porteñazo (Puerto Cabello, estado Carabobo)

El Porteñazo o Insurrección de Puerto Cabello fue una sublevación de la Base naval de Puerto Cabello, ocurrió el 2 de junio de 1962, dirigida por el capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez, el capitán de fragata Pedro Medina Silva y el capitán de corbeta Víctor Hugo Morales, quienes detuvieron a aquellos oficiales afectos al gobierno de Rómulo Betancourt, toman el aeropuerto y gran parte de la ciudad, liberan a 50 guerrilleros detenidos en el Castillo Libertador incorporándose a la rebelión. Esta acción desde su inicio contó con el respaldo de la población de Puerto Cabello, en su mayoría jóvenes y estudiantes. El, Ministerio de Relaciones Interiores de esa época, Carlos Andrés Pérez, ordenó a la Fuerza Aérea y el Ejército bombardear y acordonar a Puerto Cabello, con un saldo de más de 400 muertos y 700 heridos.
MÁS INFORMACIONES SOBRE EL TEMA:
ARTÍCULO:- A 20 AÑOS DEL CARACAZO: Cuatro millones de balas se dispararon contra un pueblo desarmado
VÍDEOS SOBRE LA MASACRE DEL 'CARACAZO' (Hacer click en el texto):
- 27 Febrero de 1989- Carlos Andrés Pérez ordena la masacre del Pueblo (1/2) 
- 27 Febrero de 1989- CAP ordena la masacre del Pueblo (2/2)

24 de diciembre de 2010

CARTA ABIERTA A LAS DIRECCIONES DE CCOO Y UGT ANTE LA PRÓXIMA HUELGA GENERAL



Por Marat

1.-ES NECESARIO Y URGENTE UN CAMBIO DE RUMBO:

El peso que tienen las decisiones de los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, sobre el conjunto de los trabajadores transciende, por la importancia de ambos, a sus afilados para marcar su impronta sobre el conjunto de los trabajadores españoles. Más allá de su papel de representación institucional en los comités de empresa, el modo en que afronten la defensa de los trabajadores, por acción o por omisión, nos afecta a todos, afilados a alguno de los dos o no.

De ahí que, aún no siendo miembro de CCOO ni de UGT, me sienta legitimado para dirigirme a Fernández Toxo y a Cándido Méndez, como secretarios generales de ambos sindicatos y a sus respectivas comisiones ejecutivas confederales.
 
Parece que finalmente habrá una segunda Huelga General contra las medidas del chico de los recados del capital, un tal Zapatero.

Desgraciadamente, como en la ocasión anterior, la próxima convocatoria no vendrá de la mano de las movilizaciones, la presión en la calle, la muestra de fuerza sindical, la voluntad de los sindicatos mayoritarios de mantener la continuidad de las luchas entre el 29-S y la previsible próxima huelga de Enero de 2011. Por el contrario, la traerá y convocará la matrioska de la eliminación de los caritativamente miserables 426 € que los parados de larga duración perderán en febrero de 2011 (en muchos hogares con hijos es el único ingreso), de la venta de AENA y las Loterías del Estado a ese “wonderful world” de los depredadores económicos, de esa patronal que hasta hace unos días tenía por presidente a uno de los mayores delincuentes del país, de la ley de pensiones que se mueve ahora a los 67 años hasta hacer luego coincidir la edad de la jubilación con la de la muerte, de la ley de reforma laboral que ya da sus primeros frutos en despido fácil y barato. Suma y sigue hasta robar a los trabajadores la primera y la última de las conquistas sociales, logradas con tanto esfuerzo a lo largo de su historia.

Ignoro si a vosotros estas palabras os resultan de un dramatismo excesivo, sobre todo si extraéis conclusiones sobre el grado de deterioro clima social a partir de la aparente quietud de la calle, no exenta de una profunda rabia y exasperación.

Lo cierto es que bajo una aparente calma de pesimismo conformista se mueve el sordo rumor del descontento social y fuerzas subterráneas que en cualquier momento podrían tener una expresión inesperada. La ola de revueltas y estallidos europeos más pronto que tarde alcanzará a España. Los tres primeros meses del próximo año pronostican un inicio especialmente difícil y, muy probablemente, caliente.

De momento, los albergues que cobijan a los sin techo están ya a reventar y Caritas afirma haber rebasado ya su capacidad de cobertura de la demanda social de ayuda a los desprotegidos provocados por la crisis capitalista, ante las derivas sistemáticas que Ayuntamientos y CCAA hacen hacia dicha institución a los demandantes de ayudas sociales, por ausencia de medios propios suficientes ante lo que no a mucho tardar se convertirá en una emergencia social.
 
Hay un modo de ver el mundo sindical propio de quienes han perdido la orientación y el sentido de lo que son las clases sociales, las diferencias irreconciliables entre capital y trabajo y ven en el sindicalismo sólo el modo de que los trabajadores se encaramen, por la puerta de atrás, a un simulacro de democracia social y clase media, a través del consumo.

Esa visión ha sido destrozada por esta crisis sistémica que nos devuelve a la realidad de la necesaria lucha de clases de la que hace tanto tiempo dimitisteis, envueltos en vuestro modelo de concertación, de “sindicalismo responsable” y de mesas de negociación, mientras durante los 17 últimos años las transferencias de las rentas del trabajo al capital crecían de modo ininterrumpido.

Llueve sobre mojado al repetiros lo que tantos trabajadores os han dicho ya: que el camino emprendido de poner sordina a las movilizaciones, de convocar por e-mail huelgas como la de funcionarios del 15-D de 2009, de reivindicaciones con freno y marcha atrás (demorando al máximo la convocatoria de la anterior Huelga General del 29-S, dejando meses en vacío sin continuar las luchas, posponiendo la próxima Huelga General hasta finales de Enero, al ras del “consumatum est” de la aprobación de la contrarreforma de la nueva Ley de Pensiones), no era el correcto. Vuestras movilizaciones intermitentes, sin solución de continuidad, nos debilitan porque resultan incomprensibles para los trabajadores frente al derribo sostenido que el capital y su gobierno del PSOE están haciendo de nuestros derechos.

Los silencios son cómplices cuando alimentan la rueda de molino en la que la clase trabajadora está siendo triturada y vuestra “oposición” cortés y “equilibrada” ante tantos golpes recibidos sin la merecida respuesta, os señala como tales. Sólo la retirada de los miserables 426 € a los 650.000 parados de larga duración habría justificado que os hubierais revuelto, lanzándoos inmediatamente a la calle, sin espera de que se fueran acumulando más agravios contra los trabajadores, y poniendo en jaque a este gobierno reaccionario y antisocial.

Vuestra “ponderada” crítica, en realidad un espeso silencio, ante la declaración del Estado de Alarma, auténtico golpe de fuerza, “manu militari”, de un gobierno que no dudará en aplicarlo de nuevo contra otros colectivos de trabajadores que salgan a la lucha con capacidad de presión, ha resultado tan impresentable a los ojos de cualquier sindicalista auténtico que se entregue de lleno a la causa de los trabajadores que no puede menos que provocarle rabia, repulsión y abatimiento. ¿Acaso no veis que la prolongación del Estado de Alarma hasta el 15 de Diciembre, de momento, no es otra cosa que una amenaza-chantaje, arrimada a la fecha crítica de convocatoria de la próxima Huelga General, que penderá sobre las cabezas de quienes la secunden desde servicios denominados estratégicos, como el energético (electricidad, gas, gasolineras,...), el ferroviario, el transporte de metro urbano o de autobuses, entre otros?

De ese temor a contagiaros por condenar el fascista Estado de Alarma decretado por el Gobierno, so pena de que se os acusara de defender a los mediáticamente demonizados controladores aéreos, ha venido vuestra falta de resistencia real contra la privatización de AENA, producida por las presiones de British Airways e Iberia, mayoritarios absolutos en Aeropuertos Españoles. Es significativo que sólo 4 días  antes (29 de Noviembre) del decreto ley que privatizaba AENA y declaraba el Estado de Alarma, la asamblea de accionistas de Iberia, de la que es socio mayoritario la Caja Madrid de Rodrigo Rato aprobara la fusión con la compañía aérea de bandera británica. 0¿Casualidad? Posiblemente se lo parezca a quienes condenan la injusticia desde la cómoda distancia de quien no se implica hasta el fondo en las luchas ni anticipa los movimientos de nuestros enemigos de clase.

Traicionasteis la huelga de los trabajadores del metro el pasado verano, dando un golpe de fuerza, y sustituyendo la estrategia de lucha confrontada y hasta el final del comité de huelga, para pactar con un “personaje” parafascista como Esperanza Aguirre la reducción de masa salarial, que no es otra cosa que derechos sociales de los trabajadores de Metro Madrid. Vendisteis como victoria la rebaja de un 1 frente al inicialmente pretendido 5%, cuando incluso la rebaja del 1% era un robo ilegal. Este colectivo de trabajadores no son funcionarios sino personal laboral y el recorte salarial, injusto también para funcionarios porque no son los trabajadores quienes han creado la crisis sino los especuladores y el capital financiero, no les era aplicable. Frente al grito “que la crisis la paguen los capitalistas”, vosotros habéis opuesto desde el principio la corresponsabilidad social. Es curioso que tengan que ser esos mismos capitalistas quienes os muestren que la conciliación social es una patraña, cuando no hay nada que ellos quieran ya conciliar con vosotros, y lo hagan a través de la más descarnada lucha de clases que ellos practican contra todos nosotros.

De aquellos barros llegaron los lodos de un fracaso absoluto del 29-M en Metro Madrid, que sólo el heroico comportamiento de los trabajadores de la Empresa Municipal de Transportes (autobuses urbanos) y los piquetes suavizamos en una ínfima parte. Solidaridad Obrera y el Sindicato de Conductores de Metro Madrid no apoyaron la Huelga General; craso y terrible error por su parte, porque la política antisocial del Gobierno es para todos los trabajadores, pero comprensible.

Un país en el que los datos provisionales para 2010 indican que el 20,8% de su población se encuentra por debajo del umbral de pobreza, según el INE, debiera estar ya provocando revueltas como la griega y la francesa y CCOO y UGT son quienes debieran marchar al frente de ellos, si les quedase algo de auténticos sindicatos y una pizca de conciencia de clase entre sus dirigentes.  

La anterior Huelga General fue posible, a pesar del modo en que la patrimonializasteis, también por la participación del sindicalismo alternativo, entre ellos la CGT, los movimientos sociales y la izquierda real que movilizaron las calles, mientras vosotros os ibais refugiando en los espacios todavía seguros de los sectores obreros más tradicionales o en los de mayor afiliación, cuando la realidad es que ya representan una proporción menor dentro de la composición estructural de la clase trabajadora.

Esa actitud prepotente, propia de organizaciones que creen que ellas lo representan todo y el resto nada, es siempre errónea porque los grandes grupos suelen ser lentos, torpes, rígidos y, con frecuencia, de contacto débil con la sociedad pero, en el momento presente, las manifestaciones de suficiencia son simplemente ceguera porque los hechos demuestran que lo grande ya no lo es tanto, ni en su capacidad de tomar contacto con la gente, ni en su credibilidad, ni en su capacidad de movilización. Y la envergadura de los retos actuales y del ataque contra la clase trabajadora es tal que todas las alianzas que puedan tejerse, desde el respeto y el trato igualitario, son necesarias y, aún así, pocas.

Pero, con frecuencia, los gigantes tienen los pies de barro y vuestra petulancia frente a las organizaciones menores encuentra la horma de su zapato en el desdén con el que este gobierno os trata, considerándoos apenas un zumbido molesto frente a una involución social a la que está entregado con todas sus energías. Tan escaso es su temor al sindicalismo “responsable” que representáis que ya expone abiertamente sus proyectos de convertir en papel mojado la negociación colectiva de los convenios, así como su universalidad y vigencia y su carácter de obligado cumplimiento. Todo ello está rompiendo la espina dorsal de un modelo sindical que ha quedado hecho añicos ante la voluntad del capital y sus brazos institucionales de acabar con el pacto social en el que se sustentaba un Estado del Bienestar que ha sido declarado oficialmente muerto y está siendo enterrado.

Vuestra perplejidad ante los acontecimientos, vuestra parálisis frente a la lucha, vuestra falta de capacidad de dirección de las batallas que debe librar la clase trabajadora, vuestro silencio ante tantos atropellos colectivos, nos coloca a los trabajadores en la peor circunstancia imaginable en un momento en que las respuestas de clase debieran seguir las estelas marcadas por los países europeos a la vanguardia de las luchas sociales.

Con ser cierto el miedo a luchar, por el temor a la represalia patronal del despido, de muchos trabajadores, con ser verdad que la falta de horizontes de victorias en las necesarias resistencias bloquea la determinación de combatir contra los recortes sociales, con ser muy cierto que el espejismo de clases medias, a través de la propiedad de la vivienda y el consumo, han desclasado a muchos trabajadores, con ser real la profunda desideologización de la clase a la que decís defender, no es menos cierto que vosotros tenéis mucha responsabilidad en las causas de todo ello y creo haberos expuesto la mayoría de ellas.

No obstante, no me resisto a señalaros algún otro:
  • Durante demasiado tiempo habéis sustituido la labor concienciadora, el contacto con vuestras bases, la lucha en el centro de trabajo y en la calle por presencia mediática, declaraciones públicas y espacios de concertación y negociación, debilitando y olvidando los aprendizajes forjados en un ya remoto pasado que muestran que sólo una acción sindical permanente y una estrecha conexión entre dirección y base social pueden garantizar la fuerza de los trabajadores y sus organizaciones.

La primera y más evidente quiebra del fracaso del modelo que elegisteis se vio en la pasada huelga de funcionarios y en las movilizaciones precedentes del 12-D del pasado año, ambas de resultados realmente exiguos (1) Se anunciaba en ella una grave desconexión entre base social y afiliativa e incluso de estructura representativa (secciones sindicales, miembros de comités de empresa, delegados,...), por un lado, y dirección sindical, por otro.

Un año después, las pasadas movilizaciones del 15 y 18 de Diciembre han venido a firmar acta notarial de dicha desconexión. La pobreza de resultados de movilizaciones convocadas clandestinamente, sin apenas esfuerzo de propaganda en la calle y en los centros de trabajo, ni de proceso de calentamiento previo, ha resultado desoladora para todos aquellos trabajadores conscientes que creemos en la necesidad de la agitación, la movilización y el combate social contra el capital y sus secuaces. Por antiguo y pasado de moda que os parezca este lenguaje no deja de ser muy cierto. Está en el abc de cualquier elemental principio de acción política.

§         Desde el primer momento en que se dejaron sentir los efectos más devastadores de la crisis sobre los trabajadores, establecisteis una metodología de acción sindical que creaba la percepción social de movilizaciones destinadas a cubrir el expediente, a justificar la función social del sindicato, sin lograr que la gente tradujera vuestra intervención como firme resolución de lucha y resistencia a que la crisis la pagásemos los trabajadores.

Las invocaciones a la negociación colectiva de los convenios, cuando ya estaba establecida la conspiración de gobierno y patronal para darles muerte, eran casi tan patéticas como vuestra resistencia a levantaros de las mesas de negociación en las que se discutían los recortes sociales y la contrarreforma laboral.

El papel de resignados negociadores de EREs durante el primer año y medio de la crisis no produjo mejor impresión social, no tanto en el eco social y mediático como, lo que es más grave, en el modo en que erais percibidos por los trabajadores sometidos a dichos expedientes; es decir en la base social del sindicalismo: su espacio natural de conflicto, la empresa.

Los trabajadores necesitan saber que, incluso cuando finalmente se pierda una huelga, ésta ha sido convocada para ganarla y con la firme resolución de lucha de los dirigentes y los delegados sindicales. De otro modo, es muy difícil que la apoyen. 


2.-¿Y AHORA CÓMO AFRONTAR LA PRÓXIMA HUELGA GENERAL?

Vuestra debilidad sólo beneficia a los enemigos de la clase trabajadora y a quienes aplican las políticas a su servicio.

Os daña a vosotros, pero antes que a nadie a los trabajadores y al movimiento obrero de forma global porque una práctica que no responda a la lucha más decidida y entregada a los intereses de la clase a la que decís representar desacredita a la acción sindical en su conjunto, incluso al sindicalismo alternativo, que tendrá dificultades para superar el déficit de credibilidad al que vuestra actuación ha conducido al sindicalismo como concepto.

Por tanto, la primera exigencia a la que debéis responder, como dirigentes de las dos principales organizaciones de trabajadores del país, es a la necesidad de recuperar el respeto y la credibilidad del sindicalismo como método de lucha de los trabajadores por sus derechos.

No es algo sencillo. El daño que habéis inflingido es de larga trayectoria y profundo. No se limita al período de estos 3 años de crisis sistémica del capitalismo. Viene de más lejos y ha dado lugar a un discurso reaccionario, antisindical y antiobrero que ha calado entre los propios trabajadores y no sólo entre los voceros y piquetes tóxico-mediáticos del capital.

Frente a vuestro modelo de “pacto social”, que ha sido despedazado por la voladura del Estado del Bienestar, sólo cabe un “pacto de hierro” de lucha, aquél que las organizaciones sindicales han de firmar con la clase social en la que se asientan.

Ese pacto de hierro con los trabajadores pasa por un claro cambio de rumbo, por una reorientación estratégica que deje clara, sin lugar a dudas, vuestra voluntad decidida de lucha por la defensa de vuestra clase. Ello exige una confrontación declarada, antes que nada en hechos contra los objetivos de arrancarnos nuestros derechos sociales, tan duramente logrados a lo largo de cerca de decenas y decenas de años.

Declarar superado vuestro modelo de concertación es algo para lo que no os sentís preparados porque vuestra acción social y sindical durante más de 30 años se ha basado en él y porque hay demasiados intereses inconfesables y de casta ligados al mismo.

Pero, con el paso del tiempo, el discurrir de los acontecimientos y la profundización de una crisis que no es cíclica sino estructural, serán los hechos los que con su terquedad os obliguen a ello, si no queréis desaparecer como antes lo hicieron los grandes dinosaurios.

Es necesario desterrar ese lenguaje que pide cien excusas antes de cada huelga general “la huelga general es una gran putada. Lo raro sería que la gente nos aplaudiera por convocarla. Es la constatación del fracaso del diálogo social”. (2) “El Gobierno "está haciendo todo lo posible para que se produzca una huelga general". "No deseo una huelga general, pero el Gobierno la está provocando” (3). Si quienes están llamados a convocar una Huelga General van a ella como el que asiste al dentista, ¿cómo esperan que lo hagan quienes deben de seguirla? A la Huelga General se va con resolución, combatividad, convicción y dejando claro a quienes deben tomar nota de la misma –gobierno y poderes económicos pero también a los propios trabajadores- que esa huelga no será una educada procesión de nazarenos penitentes.

De lo contrario, si no hay voluntad de dejar clara la combatividad, se está poniendo palos en las ruedas del instrumento más poderoso que tiene la clase trabajadora para defenderse. 

Cuando se lanza una Huelga General, en un contexto social, económico y político como el actual, debe quedar sentado que la mecha de los conflictos no se enciende para apagarla inmediatamente después y volver a encenderla al cabo de un tiempo. Esta suerte de “coitus interruptus” de las luchas sociales va dejándose por el camino credibilidad, fuerza y, sobre todo, hace llegar a los poderes económicos y políticos que no se está dispuesto a combatir hasta el final.

Si los mensajes no son claros y contundentes, si hay pusilanimidad, encogimiento o se transmite la sensación de que no se va en serio y a por todas, el resultado digno de la anterior Huelga General no se volverá a repetir.

De hecho, el regusto que la anterior huelga ha dejado, al venirse abajo inmediatamente después toda la movilización que había venido implicada en su preparación, ha dejado ha sido de cierto desinfle, fracaso y decepción. La clave no está tanto en que no se pudiera parar la reforma laboral, pues ésta no era sino un jalón más en toda una oleada de recortes de derechos y políticas de austeridad social en marcha, como en la falta de continuidad de la lucha, cuando muchos de los trabajadores más conscientes reclamaban el encadenamiento de las movilizaciones, en coherencia con la persistencia de los ataques recibidos desde el capital y su gobierno.

Sólo un combate sostenido en el tiempo, con continuación de las movilizaciones, puede afrontar el reto de enfrentarse al lento proceso de implosión que va experimentando el sistema capitalista, en un deterioro prolongado de su estructura económica. Por encima del desánimo o el miedo a secundar una huelga, por encima de las dificultades para convencer a los trabajadores de la necesidad y utilidad de las luchas a largo plazo es necesario transmitir muy claramente la idea de que estamos en una nueva fase, mucho más radical, de las reivindicaciones sindicales y de que esa nueva fase será larga y permanente.

Pero todo lo anterior sería insuficiente si no hay una clara voluntad unitaria desde el sindicalismo mayoritario de converger con las luchas del sindicalismo alternativo, de los movimientos sociales y de la izquierda de combate.

Uno de los peores enemigos del sindicalismo todavía mayoritario es la arrogancia de creerse el centro del universo, de despreciar lo que aportan a las luchas de los trabajadores el resto de las organizaciones, por minoritarias que parezcan.

El 29-S hubiera tenido un impacto mucho menor sin el apoyo decidido en los barrios y en centros de trabajo en donde los mayoritarios no lo son tanto. La manifestación del 18-D en Madrid y en otras ciudades muestra bien a las claras que la prepotencia nunca es una virtud pero mucho menos cuando no se arrastra en la capital de España a más de 15.000 personas y el bloque crítico que secundaba la manifestación era cerca de un tercio de esa cantidad.

Esta próxima Huelga General debe de ser unitaria en su convocatoria, abierta al máximo de organizaciones sindicales, sociales y políticas porque es mucho lo que nos jugamos: el fin de las garantías de derechos laborales, sociales, de acceso a una pensión, una sanidad y una educación públicas; es decir, el resto de lo que quedaba por robarnos a los trabajadores. 

La demora y la duda hamletiana ante la convocatoria de la próxima huelga y su fecha, ha favorecido que, ante el vacío dejado por CCOO y UGT, tanto ELA y LAB, por un lado, como CGT, por otro, hayan aprovechado el momento para fijar las suyas: el 27 y 28 de Diciembre respectivamente.

Es muy cierto que el sindicalismo nacionalista vasco, al priorizar su proyecto de construcción nacional sobre la necesaria unidad de acción sindical, especialmente indispensable y urgente en un marco de aplicación estatal y europeo de las políticas de recortes sociales y de derechos, cometió un error en la pasada Huelga General del 29-S, al convocar por su cuenta, y al margen del resto de los trabajadores del Estado español, la huelga en los tres territorios históricos vascos y Navarra. Y va camino de hacerlo de nuevo sí, como parece, convoca de nuevo al margen de una movilización de alcance estatal porque las políticas que están siendo y serán aplicadas tendrán un ámbito de alcance de las 17 CCAA y afectarán al conjunto de la clase trabajadora del Estado, independientemente de que se sienta española o sólo vasca.

En el caso de CGT su actuación el 29-S coincidió en fecha, lucha y piquetes con CCOO y UGT, independientemente de que marcase su diferencia estratégica en la convocatoria y en las manifestaciones que la precedieron y acompañaron.

Esta próxima Huelga General debe serlo de toda la clase obrera, no de CCOO y UGT, de LAB y  ELA o de CGT en particular. La debilidad del movimiento obrero no permite, salvo, grave error y responsabilidad de cada agente sindical, la división ante la huelga. Los compañeros franceses nos han dado una lección al respecto. Y eso que su fuerza social es infinitamente mayor que la nuestra.

Pero el esfuerzo mayor, con tener que ser de todos, debe serlo antes que nada de quien mayor dimensión como fuerza sindical tiene, aunque esto no sea así en Euskadi. A mayor peso, mayor ejercicio de responsabilidad ante la necesidad del éxito de la huelga.

Pactar servicios mínimos, a todas luces abusivos, como los del 29-S es aceptar que otros nos hagan la huelga a su medida, no a la de los trabajadores. Una Huelga General tiene la obligación de causar el mayor impacto posible, de distorsionar la vida cotidiana durante su duración y de afectar de un modo indiscutible a la actividad económica. Salvo los bomberos, la sanidad pública o algún otro servicio de emergencia o similar, los servicios mínimos son una puñalada lanzada al corazón de la huelga. Quien se preocupe más de lo que opinen los desclasados, los adocenados y los piquetes mediáticos antisindicales sobre una HUELGA GENERAL (con todas sus mayúsculas) -contra la que siempre estarán por principio y cuyos servicios mínimos siempre considerarán demasiado mínimos-, que de su éxito, harían bien en cambiarse el nombre por que el de sindicalistas no les corresponde; les viene demasiado grande. El poder sólo conoce el lenguaje de la fuerza, es el único que respeta y en él debe hablársele.

Cuanto más se demore la realización de la huelga y más se acerque su convocatoria a la aprobación del pensionazo, más tarde y a destiempo se percibirá por parte de los trabajadores. Ya se está retrasando demasiado su convocatoria. Es algo que CGT ha comprendido bien, lo que le ha llevado el 21 de Diciembre a convocarla para el 28 de Enero próximo. Y eso que CGT no ha cesado en ningún momento desde el 29-S su calendario de movilizaciones, para evitar que el capital de energías acumulado en la anterior Huelga General no se enfriase.

Pero, a la vez, la convocatoria de Huelga General debe venir precedida de centenares de actos descentralizados, sectoriales, de rama y asambleas de empresa, locales, provinciales, regionales, que expliquen sus motivos, informen a los trabajadores, los movilicen, calienten y tensen –sí, tensen- el ambiente social. Y para ello no basta con convocar a los delegados sindicales a un pequeño número de actos centrales. El pasado sábado 18 de Diciembre ni siquiera acudió una mínima parte de dichos delegados. Si ni siquiera acuden a los manifestaciones centrales de sus sindicatos, ¿para qué sirven esos delegados, cuál es su conciencia de clase y su nivel de compromiso con el sindicalismo y con los trabajadores? En algún momento CCOO y UGT debieran preguntarse para qué quieren determinada representatividad, qué hacen con ella y de qué modo se acepta a aquellos que van a ser representantes sindicales en una empresa. Puede que ahí se encuentren una parte de las razones del distanciamiento entre trabajadores y sindicatos mayoritarios.

El éxito de una Huelga General en tiempos especialmente difíciles no se consigue simplemente con varias ruedas de prensa, algunas pancartas colocadas en los barrios, cuatro carteles mal pegados, unos panfletos dejados semiclandestinamente en un rincón por delegados sindicales con poco entusiasmo por su responsabilidad, las charlotadas de los vídeos del Chikilikuatre, un par de actos centrales con seguimiento de medios de comunicación y alguna frase “ingeniosa” de los secretarios generales de los sindicatos.

La huelga la hacen los trabajadores, ellos son quienes se la juegan de verdad y hay que convencer, motivar, concienciar, movilizar para que, al día siguiente de la huelga, la lucha continúe, no como falaz y demagógica proclama sino como hecho socialmente percibido.

Ésta es la forma en que se hace sindicalismo. El resto es…otra cosa.

CCOO y UGT pueden continuar la estrategia hasta ahora seguida, de movilizaciones más virtuales que reales, de Huelgas Generales mediáticas y de direcciones que se sostienen débilmente en estructuras semivacías, en una afiliación más pasiva que activa y en una estrategia y un modelo sindical ya periclitados o girar hacia una lucha decidida, en serio, con mensajes claros, sostenida en el tiempo, que implique a los trabajadores y destaque por un nuevo espíritu unitario.

Si apuestan por la primera de las opciones, el camino va a ser largo, duro y difícil, como lo son las circunstancias en las que la crisis capitalista coloca a la clase trabajadora. Pero conduce a algún lugar, es una hoja de ruta con más credibilidad, gozará de la comprensión y el respeto de los trabajadores que sentirán que se les defiende de un modo resuelto y, sobre todo, suena infinitamente más honesta, en términos sindicales. Ello sin menoscabo de que quede pendiente la necesaria redefinición y construcción de un nuevo modelo sindical que tendrá que hacerse sobre la marcha, durante las luchas, porque la experiencia, es que en tiempos de paz social, poco útil se teoriza y desarrolla sobre estrategias.

Parece necesario, a la vez, reflexionar acerca del modo en que las luchas deben ser extendidas del ámbito de la producción, donde en estos momentos resultan más duras y comprometidas para quienes se embarcan en ellas, al de la reproducción y el consumo (lucha contra la banca, huelgas de consumo,…) que golpeen en nuevos frentes y compensen debilidades en los ámbitos de lucha más complejo.

Obviamente esta reflexión no resulta aceptable para quienes mantienen un planteamiento sindical hipermoderado, comprometido con el funcionamiento del sistema y esforzado en presentarse como interlocutor responsable de los poderes políticos y económicos. Pero el poder ni necesita ya de ese modelo superado, ni le quiere, porque no tiene nada que ofrecerle en términos de su propia supervivencia.

Si continúan por la segunda vía, lo pagarán los trabajadores, el sindicalismo en su conjunto y, específicamente, también las propias centrales todavía mayoritarias




NOTAS:


23 de diciembre de 2010

LA CGT ACUERDA LA CONVOCATORIA DE UNA NUEVA HUELGA GENERAL

Tras la celebración de la Plenaria Confederal ordinaria de 17 de diciembre, el Comité Confederal de la CGT ha decidido convocar una nueva Huelga General contra las medidas antisociales que el gobierno ha puesto y tiene planeado poner en marcha como son la Reforma Laboral, el Plan de Ajuste y la Reforma de las Pensiones.






SPCC-CGT
mardi 21 décembre 2010


Para la Confederación estas medidas son nefastas para las trabajadoras y trabajadores, personas paradas, pensionistas y para el conjunto de la población que nos convierten en los pagadores de una crisis que ni es nuestra ni la hemos provocado.


Así las cosas, la CGT ha decidido convocar Huelga General antes de la puesta en marcha de la Reforma del Sistema de Pensiones prevista para el próximo 28 de enero.


La CGT se esta dirigiendo por escrito a las organizaciones sindicales y sociales de todo el estado con el fin de que esta convocatoria de Huelga General sea compartida, apoyada, secundada y asumida por el máximo número posible de estas organizaciones.


Para la CGT la única salida posible a la crisis es la salida social de la misma y esta pasa obligatoriamente por el reparto del trabajo y la riqueza.


Secretariado Permanente del Comité Confederal de la CGT

22 de diciembre de 2010

LA SEÑORA MERKEL NO QUIERE FINANCIAR A PAÍSES VAGOS

La República Federal no sólo es el mayor contribuyente neto, sino también la economía más fuerte de la comunidad económica y la que más se ha aprovechado del euro.
Michael R. Krätke | Sin Permiso


Del brazo de Nicolas Sarkozy, Angela Merkel ha bloqueado el plan de un europréstamo. El aplauso de los economistas de sobremesa alemanes satisfará sin duda los miedos y los prejuicios de su público. Por desgracia, apenas se mencionará el hecho de que la República Federal no sólo es el mayor contribuyente neto, sino también la economía más fuerte de la comunidad económica y la que más se ha aprovechado del euro.
El plan avanzado por el premier Jean-Claude Juncker fue muy poco enérgico en su propuesta; por lo pronto, el término de "eurobonos" resultó una elección léxica desafortunada: ya existen desde hace tiempo. Lo que no existe son los préstamos comunes de los países europeos emitidos y administrados por el Banco Central Europeo (BCE) o una agencia de nueva creación para la administración conjunta de las finanzas. Más allá de estos préstamos comunitarios, el poder económico acumulado en la zona euro y en toda la Unión Europa hace de ella en cualquier caso, y de lejos, la región económica más grande e integrada del mundo. Una potencia económica mundial que por voluntad propia interpreta indeciblemente mal su papel.
En comparación, los EE.UU. están mucho más endeudados que el conjunto de países de la UE. Y los estados federados de los EE.UU. lo están mucho más que los estados miembros de la UE –entre ellos California, que es la octava economía del mundo–; están, de facto, en bancarrota. Nadie se inquieta por ello, sobre todo porque el gobierno estadounidense –incluso sin ajuste financiero (Finanzausgleich)– ha dado un paso al frente y aportado subvenciones caso por caso, esto es, aplicando rescates ("bail-outs"). Si hay algo de que los grandes bancos de Wall Street pueden estar seguros es que California va a resultar barata. Se deja financiar mejor debido a que los bonos del tesoro federal estadounidense constituyen todavía deuda pública muy apreciada. El dólar funcionará como divisa de reserva mundial solamente mientras haya un mercado para esta moneda. En otras palabras: detrás del valor del dólar no se encuentra otra cosa que el crédito, el crédito de que gozan los Estados Unidos en todo el mundo. Lo mismo vale para el euro: como divisa de reserva mundial en potencia sólo se la tomará en serio, y a largo plazo, si detrás de ella se encuentra el poder económico de la zona euro en su conjunto y el crédito de los países europeos tomados de consuno. El banco central estadounidense (Fed) interpreta hoy ocasionalmente el papel de banco central de la economía mundial. En la medida en que el BCE no cumple con el papel de banco central de la zona euro– y potencialmente, de toda la Unión Europea– no puede ser tomado completamente en serio. Trichet, el presidente del BCE, ya lo ha comprendido. Los bancos de la República Federal alemana, no.


¿Por qué no?
Un somero vistazo al otro lado del Atlántico también nos muestra lo que ocurre si se abandona la responsabilidad solidaria de una gran comunidad económica para con todos sus miembros, esto es, si bordea la frágil situación en la que se halla ahora mismo la zona euro. Por presión de los republicanos, el presidente Obama ha declarado que en el futuro no rescatará con medios federales la deuda de los estados federados. Como consecuencia, no se prolongará el programa de los estados federados para subvencionar préstamos municipales. El resultado inmediato es que se hunde su precio, lo que precipita la quiebra del mercado para préstamos municipales y préstamos de los estados federados en los Estados Unidos. La próxima crisis financiera a la que se enfrenta EE.UU. será la causada esta vez por los ultramontanos gobernadores de provincias, que se conducen con la misma lógica que la de la canciller Merkel, y, como la Cancillera, entonan: no pagaremos por la perezosa California y tampoco por los vagos de Nueva York. 
Los préstamos europeos, como los propuestos por el primer ministro luxemburgués Juncker, llevarían finalmente de retorno al buen camino tanto a la Eurozona como al conjunto de la Unión Europea. Y sin correr grandes riesgos: más bien con el proyecto de salir de una trampa de deuda de la manera más rápida y barata. En relación con la fuerza económica total de la zona euro, la deuda de Grecia, Irlanda o Portugal, tomada de consuno, monta a meras migajas, España aporta menos aún (alrededor del 5%) a la balanza. Si una parte de esa deuda se refinanciase a través de los europréstamos, se reduciría el lastre de la deuda estatal en toda la zona euro.       
¿Qué es lo que juega en su contra? Que Merkel y el ministro de finanzas Schäuble temen unos intereses más elevados para la deuda pública alemana. Esto parece a primera vista plausible, porque la República federal deberá refinanciar en 2011 un volumen de deuda de 285 mil millones de euros, aunque nadie esperaba o pedía que esa refinanciación discirriera por la vía de los europréstamos. Esos préstamos comunitarios están limitados y van estrictamente ligados a restricciones. La República Federal, el mejor prestatario de toda Europa, prestaría a la Eurozona sólo una parte de su solvencia económica. Además, los europréstamos serían mucho más comprehensivos que los préstamos individuales realizados hasta la fecha a los PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia, España) y, en consecuencia, más atractivos. Y serían más seguros, también, porque se colocarían sin intereses exorbitantes y sin recargos de riesgo. 

Aún peor
Sin embargo, una solución así resultaría para los países prestadores como Alemania harto menos ventajosa que la práctica del paraguas de rescate, pues con esa solución los deudores tendrían previsiblemente que pagar intereses bastante más bajos que el interés del 5'8% que ahora deben satisfacer en concepto de "rescate". Todavía peor les parece a Merkel y a los economistas ortodoxos el hecho de que con el europréstamo se mitigaría el "estímulo", es decir, la presión extrema a favor del ahorro y la austeridad. Pero precisamente ese debería ser el objetivo del ejercicio: descargar inmediata y duraderamente de pesados intereses a países muy endeudados como Grecia e Irlanda y permitirles ganar tiempo para acometer un proceso razonable de desendeudamiento.    
El miserable dogma de la austeridad a cualquier precio perjudica a las economías afectadas gravemente, hundiéndolas todavía más en la recesión y –en el caso de Irlanda, eso es claro como el agua– en la depresión. Los europréstamos supondrán una pequeña contribución a la necesaria interrupción de ese ciclo de endeudamiento / desendeudamiento/ deflación/ depresión. Juncker tiene razón: Merkel y sus apuntadores no piensan en términos europeos, sino de Estado nacional. Peor aún: se equivocan de principio a fin, porque la política de "austeridad", que no es más que un eufemismo mendaz, daña a la economía alemana más aún si cabe que a las de sus vecinos. Hasta desde la estricta perspectiva de la economía nacional anda la política de austeridad de Merkel completamente errada.
Todo el debate muestra que las potencias rectoras de la zona euro no saben hacia dónde quieren o pueden conducir a Europa. Objétese lo que se quiera a los gobiernos estadounidense y chino, lo cierto es que esos gobiernos practican una política económica con visión planetaria sin olvidar los propios intereses nacionales. Las elites alemanas –el Banco Central, las asociaciones patronales, la malhadada coalición negri-gualda [democristiana/liberal;T.]— se llena la boca con Europa, pero practica una política económica gazmoña y provinciana, ni siquiera nacional. A día de hoy, ni siquiera han llegado a comprender que con el euro el mundo se ha convertido en otra cosa. Las cuitas de nuestros vecinos son ahora nuestras propias cuitas.

Michael R. Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido.
 
Traducción para  www.sinpermiso.info: Àngel Ferrero
 

21 de diciembre de 2010

¿DOBLE RECESIÓN EN EE.UU.?


Germán Gorraiz López
La euforia de Wall Strett (y por extrapolación del resto de bolsas mundiales) tras los resultados de los llamados "test de estrés" de las entidades financieras llevadas a cabo por la Administración USA y el goteo de datos económicos negativos inferiores a las más pesimistas previsiones, habrían ayudado a la sobreponderación de los brotes verdes de la economía (aumento estimado del 3% del PIB para 2010 y notable mejora de resultados de la Banca y Wall Strett).
Se habría así producido un cambio en las expectativas del mercado, existiendo ahora la convicción de que las políticas de rescate financiero (Programa de Apoyo para activos con problemas, TARP) llevado a cabo por las Administraciones y las sucesivas bajadas de tipos de interés de la Fed habrían aliviado los problemas de liquidez de las entidades financieras, pero no impedirán que los bancos se sigan descapitalizando y necesiten más inyecciones de capital, debido a la existencia de emisiones del sector inmobiliario (cédulas hipotecarias) y de activos tóxicos (hipotecas subprime) que deberán ser comprados por los bad banks ( bancos malos) o continuar con el goteo de nacionalizaciones bancarias, prácticas que en ambos casos suponen una pérdida de la libre competitividad .
Ello unido al incesante aumento de la Deuda externa contribuirá a que la prima de riesgo aumente y el crédito siga sin fluir con normalidad a unos tipos de interés reales, lo que aunado con el hecho de que los diferenciales de rentabilidad entre las emisiones de deuda pública entre los diversos países del primer mundo han aumentado en los últimos meses (lo que conlleva un encarecimiento y mayores dificultades para obtener financiación exterior), la ralentización de las exportaciones debido a la fortaleza del dólar frente al euro conjugados con la crisis de deuda que se vive en la Unión Europea podría agudizar el riesgo evidente de Double Dip en la economía de EEUU.
Dudas de la Fed sobre la recuperación económica: Las autoridades de la Reserva Federal expresaron una mayor cautela sobre la economía estadounidense, lo que sugiere que las tasas de interés de corto plazo podrían permanecer en un mínimo histórico hasta el próximo año para apoyar el crecimiento y mantuvo la banda para la tasa interbancaria federal en el rango de entre cero y el 0,25% y dibujó un escenario más pesimista de las futuras condiciones financieras y el mantenimiento de escenarios de baja inflación debido al todavía insuficiente aumento del consumo interno (un 3,6%) y a que la adopción de medidas extraordinarias como implementar medidas cuantitativas (Quantitative Easing) para incrementar la base monetaria no se trasladaron a una presión sobre los precios en Estados Unidos, debido a la capacidad ociosa de las empresas y la resistencia a prestar del sistema financiero.
Severo estancamiento del mercado inmobiliario: El sector bancario de EE.UU. podría soportar pérdidas de hasta 250.000 millones $ por inmuebles comerciales en esta crisis y más de 700 bancos podrían quebrar debido a su exposición a los bienes raíces comerciales, con la aparición de un stock de 2 millones de viviendas que no encontrarán comprador hasta el 2012. Por ello, las entidades bancarias intentarán mediante subastas, la creación de sociedades de gestión de activos inmobiliarios y la aplicación de medidas agresivas, dar salida a los pisos embargados que acumularán en sus carteras (considerados bienes ilíquidos), lo que originará drásticas caídas de los precios de los inmuebles que rondarán el 60% respecto al 2007 ( precios artificialmente revalorizados debido a la especulación inmobiliaria de la última década.).
Así, la aparente reactivación del mercado inmobiliario estadounidense en el primer trimestre del 2010 habría sido sólo un espejismo provocado por los estímulos fiscales, pues el departamento de Comercio informó que la venta de las viviendas nuevas en ese país cayeron 32,7% en mayo, (el mayor descenso mensual registrado desde 1963), por lo que comparado con el alza del 15% registrada en abril, es fiel reflejo de la tendencia que marcará el resto del 2010 y además, las ejecuciones hipotecarias se han disparado y alcanzan niveles récord (durante la primera mitad de año, nada menos que 1,65 millones de viviendas recibieron en EEUU notificaciones de embargo) y el 10% de los propietarios de vivienda dejaron de pagar al menos una de sus cuotas durante el primer cuatrimestre de 2010 .
Tras el inesperado batacazo de la ventas, el miedo al W (Double dip) o recaída en la recesión podría terminar apoderándose de los parquets mundiales con caídas generalizadas que fruto de la psicosis y aunado con el elevado endeudamiento de las empresas podrían terminar por producir un nuevo crash bursátil que tendría como efectos benéficos el obligar a las compañías a redefinir estrategias, ajustar estructuras, restaurar sus finanzas y restablecer su crédito ante el mercado (como ocurrió en la crisis bursátil del 2000-2002) y como daños colaterales la ruina de millones de pequeños inversores todavía deslumbrados por las luces de la estratosfera, la inanición financiera de las empresas y el consecuente efecto dominó en la declaración de quiebras (1.41 millones de americanos lo hicieron en 2009, un 32% más que en 2008).
Incremento de las tasas de paro: El empleo en Estados Unidos se incrementó mucho menos de lo esperado en noviembre y la tasa de desocupación trepó a un máximo de siete meses del 9,8 por ciento, golpeando las esperanzas de una recuperación económica creíble.
Además, según el presidente de la Reserva Federal de EEUU (Fed), Ben Bernanke " el mercado laboral, a pesar de la mejora iniciada este año, necesitará un tiempo "significativo" para recuperar los 8,5 millones de empleos perdidos en 2008 y 2009" y podría finalizar el año en tasas cercanas al 10%, aunado con unos previsibles incrementos del déficit Público hasta los 1.6 billones de $ ( 9% del PIB) y de la Deuda Externa hasta los 12,5 Billones de $ para el 2.010, (el 90% del PIB), una cifra histórica sobrepasada sólo durante la 2ª Guerra Mundial.
Finalmente, como consecuencia del seguro descenso de los ingresos de los Estados y del bestial incremento de las prestaciones de Desempleo (8 millones de parados sin cobertura de desempleo), no sería descartable en varios estados la aparición de agujeros financieros (en diciembre el estado de New York habría entrado en déficit por primera vez en la historia reciente al sufrir un déficit de 600 millones de dólares), la declaración de bancarrota de los organismos federales y a la progresiva desaparición de las clases medias.
En consecuencia, asistiríamos a una severa agudización de la fractura social del país que obligaría a amplias capas de la población a depender de los subsidios sociales.(el programa de Cupones para Desempleados estaría alcanzando cifras récord con cerca de 37 millones de personas inscritas en comparación a los 29,4 millones que reciban esta ayuda mensual en el 2008), lo que unido a la drástica reducción de los subsidios sociales, al renacer de sentimientos xenófobos en los Estados Sureños y las soflamas incendiarias de líderes religiosos como Jeremías Wright podrían terminar por reeditar los violentos disturbios raciales del verano de 1.963.
Fuente: Alainet