24 de diciembre de 2011

EL PRESIDENTE ALEMÁN EN LA PICOTA POR UNA MINUCIA

Rafael Poch. La Vanguardia

Descomunal hipocresía en el paraíso fiscal. El escrúpulo nacional no impide que el público alemán lo desconozca todo sobre sus bancos, entre los más opacos del mundo

Desvergüenza en el sur, por la tolerancia con el festival inmobiliario, e hipocresía en el norte, por la falta de transparencia económica, sobre todo bancaria, y el desvío de la atención hacia temas anecdóticos. Podría ser el epitafio de la actual Europa en crisis. En el centro de la imagen, una Alemania que pone en la picota a su presidente, Christian Wulff, por una minucia.
¿Que pasa con Wulff? En enero de 2010 se fue de vacaciones con su joven esposa a Florida, a casa del millonario alemán, Egon Geerkens, que les pagó los billetes de avión en primera. Al saberse, dos diputados le preguntaron si tenía alguna "relación de negocios" con el millonario. La respuesta fue "no". Ahora se ha conocido que la mujer de Geerkens prestó en 2008 a los Wulff un crédito de medio millón de euros para comprar una casa bastante discreta. El crédito a un amigo no es delito. No fue una mentira, pero tampoco era toda la verdad, lo que no es bonito para un presidente.
La prensa, especialmente la sensacionalista, se le ha echado al cuello, quizá para cobrarle a Wulff una frase que dijo en un discurso el año pasado y que creó gran escándalo en las filas conservadoras: como consecuencia de la emigración turca y árabe, "el Islam también pertenece a Alemania". Anatema. El presidente abre ahora los telediarios y está en la portada de Der Spiegel ("El presidente fallido"). Se examina hasta el último rincón de su trayectoria y se descubren otras minucias, como el pago de los anuncios de un libro del político por otro millonario, que dice que Wulff no estaba al tanto. Wulff también dice que no sabía nada del asunto. El 70% de los alemanes no consideran que el presidente tenga que dimitir.
Visto desde el ladrillo español y sus impunes y desvergonzados alrededores, el rigor de este caso provoca una triste envidia. Pero más allá del sano escrúpulo asoma un ejercicio de descomunal hipocresía, en una sociedad que lo desconoce todo sobre sus opacos bancos y su condición de paraíso fiscal.

El noveno paraíso
Alemania figura en el noveno puesto mundial de opacidad en la lista de 73 países del mundo publicada por la organización Tax Justicie Network (TJN). Los primeros quince de su lista son; Suiza, Islas Caimán, Luxemburgo, Hong Kong, Estados Unidos, Singapur, Jersey, Japón, Alemania, Bahrein, Islas Vírgenes, Bermuda, Reino Unido, Panamá y Bélgica. La desvergonzada España figura en el puesto 53.
Los bancos alemanes administran 1,3 billones de euros de capital extranjero, lo que representa casi el 5% de las transacciones financieras globales. Actúa como reclamo, el hecho de que el país, "no ha firmado ningún acuerdo bilateral en materia de intercambio de datos fiscalmente relevantes", lo que, "combinado con el atractivo de las exenciones fiscales para compradores extranjeros de bonos del gobierno alemán, atrae una gran cantidad de dinero negro", señala un comentario del centro Política Exterior Alemana.
"Que Alemania se encuentre entre los diez principales centros financieros en la sombra, se debe a su peso como centro financiero para los no residentes y a sus débiles requisitos de información. También a que concede una amplia desgravación fiscal a residentes en el extranjero, incluso de países en desarrollo, lo que atrae grandes sumas de dinero", explica Markus Meinzer, coautor del índice de opacidad de TJN.

El mundo en desarrollo abre cuentas aquí
Esta situación explica la popularidad que los bancos alemanes tienen entre los dictadores de países en desarrollo. El fallecido caudillo de Turkmenistán, Saparmurad Niyasov, colocó, a su nombre, en el Deutsche Bank los ingresos del gas de su país que administraba como una finca particular. Muhammar el Gadafi y su clan, tuvieron unas doscientas cuentas repartidas en bancos alemanes, con un total de 6000 millones de euros.
En el Bundestag, los diputados más relacionados con las cuentas públicas reconocen que no saben nada sobre la situación de los bancos salvados con dinero del contribuyente. Uno de ellos explicó a este diario la respuesta que recibió a su interpelación parlamentaria por escrito sobre generalidades del rescate bancario: "secreto corporativo". ¿Qué percepción tiene el ciudadano alemán de esta situación?

Desviando la atención
El informe de TJN no ha tenido el menor eco en Alemania. La influyente prensa sensacionalista continúa centrando la atención sobre los desmanes meridionales. "Los griegos han almacenado en Suiza 200.000 millones de euros", tituló a toda plana el diario Bild, baluarte del nacional populismo en la actual crisis. Ante la perspectiva de una quiebra, los griegos no se fían de sus bancos y se llevan el dinero fuera. Pero la cantidad mencionada es superada, en 50.000 millones, por el dinero que los propios evasores fiscales alemanes tienen en países como Luxemburgo, Liechtenstein o Suiza, según la estimación divulgada por el sindicato alemán de funcionarios de hacienda (DSTG), de la que los medios no se hicieron eco. Se pierde de vista así el complejo panorama europeo de la evasión y el delito fiscal, del que Alemania es pieza mucho más importante que Grecia.
El ministro de defensa Karl-Theodor zu Guttemberg, que mintió y encubrió la muerte de cien civiles en Afganistán soltando a dos altos cargos de su entorno como lastre, dimitió porque se descubrió el plagio de su tesis doctoral, no por aquella masacre. Richard Nixon cayó por espiar a sus rivales en un hotel de Washington, no por los varios millones de muertos que propició en Vietnam, lo que fue en su día celebrado como paradigma de una prensa poderosa. Ahora, el presidente alemán está en la picota por una minucia, en medio del mayor desembolso de dinero público hacia el sector privado de la historia, del que apenas se conoce nada. Es una caricatura de lo mismo.

Falta de voluntad hacia el delito fiscal
En Alemania se persigue, y con gran rigor, el pequeño fraude fiscal, pero algunos funcionarios de hacienda denuncian falta de voluntad para investigar grandes delitos fiscales, mientras se persigue con lupa el pequeño fraude relativo a la ayuda social o el seguro de desempleo, explica Frank Wehrheim, ex inspector de hacienda del Land de Hesse.
Wehrheim, que acaba de publicar un libro titulado "Inside Steuerfahndung" (La investigación fiscal por dentro), estima que Alemania pierde anualmente entre 200.000 y 300.000 millones de euros en evasión de impuestos y fraude con subvenciones. Su compañero Thomas Eigenthaler, presidente del sindicato de funcionarios de hacienda, reprocha al gobierno de Merkel que, "más allá de las declaraciones" se ha torpedeado, "una acción coordinada a nivel europeo" contra el fraude fiscal.

A mayor fraude, menor posibilidad judicial
"En Alemania es muy difícil ser acusado de evasión de impuestos, para ello hay que ser muy descuidado y tener muy mala suerte”, dice Wolfgang Neskovic, ex magistrado del Tribunal Supremo y diputado del Bundestag.
"Ningún delito es tan difícil de aclarar como el fiscal. Los flujos de efectivo son velados, los registros importantes, el poder judicial es insuficiente y está mal dotado. Se necesita una perfección matemática y un trabajo duro y persistente para lograr llevar el delito de evasión de impuestos hasta un proceso judicial. La regla de oro es: cuanto más rico el acusado, tanto más complejo es el delito y más difícil su aclaración", explica Neskovic en un artículo publicado por el semanario "Der Freitag".
"En la sala del tribunal hay que vérselas con la caballería de abogados bien formados y bien pagados que amenazan con un caso de varios meses y plantean un acuerdo rápido a cambio de una sentencia indulgente. Aquí la regla de oro es: cuanto más complejo sea el delito, más costosa es la investigación de la parte acusada y más suave el castigo que esta recibe", explica el diputado.