30 de diciembre de 2012

LA CRISIS Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN: HUMILLACIÓN Y CARIDAD

Pascual Serrano. PascualSerrano. net

Hace unos años me escandalicé cuando vi un concurso en una televisión privada venezolana en el que el premio consistía en la cobertura sanitaria para la intervención quirúrgica por alguna enfermedad grave que padecía el concursante o un familiar del concursante. Entonces me pareció -como era lógico- una humillación que un derecho universal como la salud, e incluso la vida, fuera motivo de concurso en atracción televisiva. Han pasado cinco años y voy comprobando cuántos derechos humanos, indiscutibles y cubiertos en Europa hasta ahora, se convierten en objeto de subasta, concurso y humillación para los ciudadanos. Así podemos encontrar cómo una asociación de comerciantes de un pueblo de Pontevedra1 coloca carteles por toda la localidad anunciando el sorteo durante las navidades de un contrato de trabajo a tiempo parcial de seis meses de duración. Y como todo puede ser peor, un colegio privado de Granada que todavía no está en funcionamiento cobra 190 euros por valorar el currículum de los aspirantes a un puesto de trabajo en el citado colegio2.

Los ejemplos no dejan de aparecer. Las madres de los alumnos de un colegio valenciano han editado un calendario donde se exhiben en ropa interior para recaudar los fondos que la Administración ha retirado y con los que se pagaba el autobús que trasladaba a sus hijos al colegio3. Y al puro estilo del caso venezolano con el que comenzábamos este texto, en un concurso de la cadena Cuatro de televisión, los niños ganadores consiguen el dinero para arreglar el tejado de su colegio. Avanzamos hacia el abismo y hasta se permiten entretenernos con él sentados en nuestro sofá viendo la televisión.
No faltara quien argumente que muchos de estos casos nacen más con vocación de denuncia que como intento de solución del problema, pero no por ello, en mi opinión, resultan menos humillantes para la ciudadanía. Por otro lado optar por posar en ropa interior en un calendario o concursar en una televisión supone un triste nivel de resignación más que de combate y reivindicación. Qué tiempos aquellos en los que el jornalero, al recibir la petición de su voto por el latifundista devenido en candidato a diputado a cambio de unas monedas, le respondió: “en mi hambre mando yo”.
Los medios también se dedican a presentar como admirables propuestas que son patéticas y trágicas. Un joven de 29 años que debe sobrevivir sacando cada noche la basura de sus vecinos por cincuenta céntimos. Y dice el periódico: “Jesús Pardel es un producto de la crisis, un emprendedor a pequeña escala, un almacén de ingenio desesperado”4. O esta otra noticia que se presenta como “un parado de 33 años pone en marcha una web para encontrar trabajo en la que da consejos e información. En tres meses ha recibido 15.000 visitas y se han puesto en contacto con él cientos de personas a través de Linkedln”5. Pero la información es pura charlatanería, la verdad es que el hombre, con dos carreras universitarias terminadas con matrícula de honor, abrió la web para encontrar trabajo y siguen sin tenerlo. Sus miles de visitas no son ningún éxito, es la desesperación de otros miles que, como él, buscan un empleo.
Por otro lado, asistimos a la apología de lo que el líder de ATTAC, Carlos Martínez, considera la receta de la derecha y sus medios de comunicación para afrontar el recorte de servicios públicos y el empobrecimiento de las clases populares: la caridad.6
Observamos un bombardeo mediático de campañas de donaciones de juguetes, recogida de comida no perecedera, aplauso a los comedores sociales y bancos de alimentos. Los medios celebran el aumento de cifras de recogida de alimentos, en lugar de preocuparles el aumento de usuarios de esos alimentos procedentes de la caridad. El objetivo es presentarnos como buenas noticias una realidad dominada por las malas. La caridad, patrimonio de las religiones, es aupada a política de Estado y principio rector de la sociedad. Así encontramos administraciones públicas, como la Diputación de Granada, que, mientras despide a los trabajadores sociales, convoca una recolecta de juguetes para niños pobres. Los bancos que no dudan en echar a al calle a las familias que no pueden pagar su hipoteca instalan cajones a la salida de los grandes almacenes para que los clientes dejen allí alimentos donados a comedores sociales.
Vale la pena observar la estrategia de los medios públicos españoles de ir incorporando la idea de la caridad y la beneficiencia como modo de afrontar las necesidades sociales e ir ignorando las obligaciones del Estado. Así encontramos noticias en la televisión pública (TVE, 1-12-2012) donde las monjitas cuentan lo contentas que están de tantos productos que les llegan solidariamente del banco de alimentos y lo agradecidos que se encuentran los desgraciados que deben sobrevivir gracias a los comedores sociales. O ese otro programa sobre beneficiencia (RNE Radio 5 el 8-11-2012), con música new age de fondo, donde cuentan un sistema que pone en contacto vía correo electrónico a personas para que unas cubran las necesidades de las otras. Un organizador de este sistema explica cómo había una persona que necesitaba una silla de ruedas, y por este mecanismo de contacto "a los pocos días recibió tres o cuatro sillas de ruedas". El Estado, por supuesto, nunca hace falta para ellos.

Conceden el premio Príncipe de Asturias de la Concordia a la Federación Española del Banco de Alimentos. No deja de ser cínico que la institución que más simboliza el privilegio y la desigualdad se permita premiar en nombre de la preocupación por el hambre de los más desfavorecidos. Durante la ceremonia de la entrega, Radio Nacional emite en directo (RNE Radio 5 26-10-2012) y al llegar el momento del premio de la Concordia, dice Felipe de Borbón: "[...] así trabaja la Federacion Española del Banco de Alimentos, ofreciéndonos un permanente ejemplo de qué es la Civilización". El que se necesite la caridad de un Banco de Alimentos donde tengan que recurrir para alimentarse personas capacitadas para trabajar es un ejemplo de la vergüenza y criminalidad del capitalismo, no de civilización.


Todos los actores responsables de la crisis y encargados de su solución se desinteresan de su verdadera función para apuntarse a una caridad que ni si siquiera ejercen ellos, sino que nos invitan a los demás a ejercerla. Como señala Carlos Martínez, “tal vez el año que viene volvamos a ver la campaña de los años cincuenta y sesenta de 'siente un pobre en su mesa' perfectamente denunciada en una de las mejores películas de cine español, 'Plácido'”. “Volvemos a la España fría gris y triste de los años sesenta, incluido el autoritarismo y la hipocresía de la burguesía y las clases medias altas. Volvemos a la Campaña de Navidad y Reyes de la OJE (la organización juvenil franco-falangista). Volvemos a campañas de radio en favor de caritativas monjas y las damas de los roperos. Vivimos unas navidades perfectamente neo-franquistas, rematadas con el mensaje de su patético heredero”, añade el portavoz de ATTAC.
Una vez más, los medios se muestran como el principal ariete de la ideología que quiere sembrar la resignación. Para ello sus cartas son la apología de una caridad con sonrisas y aplausos que reniega de la justicia social, y el entretenimiento y la frivolidad ante el atropello de derechos humanos fundamentales.
Pascual Serrano es periodista. Su último libro es "Periodismo canalla. Los medios contra la información". Icaria Editorial.


6 Martínez, Carlos. “El peligroso resurgir de la caridad” http://www.attac.es/2012/12/27/el-peligroso-resurgir-de-la-caridad/