10 de febrero de 2014

EL DÍA EN EL QUE COCA-COLA RENEGÓ DE SU NOMBRE

La firma embotelladora deja de utilizar la marca en sus comunicados

 Fernando Sanz. Cinco Días

Sucedió el miércoles 5 de febrero. A las 18.22 de la tarde, llegó a todas las redacciones de Madrid un correo electrónico del nuevo grupo embotellador de Coca-Cola en España, el holding Coca-Cola Iberian Partners. En él, la firma presidida por Sol Daurella, matriarca de una multimillonaria familia catalana, ligada desde siempre al negocio de La Chispa de la Vida en España, da su versión del estado de las negociaciones que sus asesores laborales mantienen con los sindicatos, en orden a instrumentar un Expediente de Regulación de Empleo con el que despedirá a 1.250 trabajadores y cerrará cuatro de las 11 fábricas que posee en España. Además, el documento adjunto que contenía el correo, ofrece la ratificación de una novedad asombrosa. La empresa no se refiere ya a sí misma con el poderoso nombre de la marca de Atlanta.

Coca-Cola Company tiene derecho de veto sobre el nombramiento de los ejecutivos de la empresa española.

El holding desecha el nombre –ya lo había hecho por primera vez con ocasión del comunicado que remitió dando cuenta de su decisión de poner en marcha los despidos–, y se refiere a sí misma en todo momento como Iberian Partners, a secas.

La decisión parece razonable, en el mismo documento y como anotaciones a pie de página, la empresa da detalles sobre un hecho incontrovertido. El ERE no lo presenta Coca-Cola Company, filial de la multinacional estadounidense. La reestructuración del negocio de embotellado en España es una decisión cuya responsabilidad recae sobre Coca Cola Iberian Partners y en concreto sobre su director general, Víctor Rufart.

Es comprensible que Coca-Cola Company y su primer ejecutivo en España, Marcos de Quinto, quieran tomar distancias de un problema que ha alcanzado ya una dimensión social y económica tal, que de mantenerse en sus términos actuales solo puede empeorar, a la vista de la tensión sindical y social que está adquiriendo. Su cristalización más visible son las llamadas, desde ámbitos sindicales y políticos, al boicot de los productos de la marca.

Pero la separación y distancia que ahora se quiere aparentar no es tan clara. A pesar de los esfuerzos de los portavoces de Coca-Cola Iberian Partners de dejar claro que son dos empresas distintas, el grado de interacción es elevadísimo y no solo a niveles operativos sino que afectan al primer y segundo nivel directivo de la empresa.

Para convencerse de ello, basta leer la página 31 del documento entregado a los sindicatos por la empresa bajo el titulo de Memoria. En esa página se reconoce que la independencia de la empresa española no es tal si se analiza a la luz de esta cita literal. “Por compromisos contractuales CCIP (Coca-Cola Iberian Partner) está obligada a compartir con TCCC (The Coca-Cola Company) el primer y segundo nivel directivo del grupo CCIP. Una vez se comunicó y validó el primer nivel, los comités de dirección de cada uno de los embotelladores quedaron disueltos (...)”.

Los dueños de Fuenlabrada sacaron de la empresa 400 millones antes de la fusión

Casbega, la empresa propietaria de la condenada planta de Fuenlabrada en Madrid, tenía una fortuna acumulada en sus cuentas antes de la fusión que en mayo de 2013 dio lugar a Coca-Cola Iberian Partners.

Tras advertir la multinacional estadounidense a sus franquiciados españoles que para renovar los contratos de embotellado “resultaba necesario que la fabricación pasase a realizarse al amparo de un nuevo y único contrato de embotellador”, las siete embotelladoras españolas comenzaron a maniobrar y a reestructurar sus negocios.

Fue el caso de Casbega. Sus accionistas, liderados por los empresarios Víctor Urrutia y Jaime Castellanos, celebraron una junta extraordinaria el 22 de diciembre de 2011 en la que aprobaron repartirse las reservas de la sociedad en forma de dividendo extraordinario.

En aquel momento la foto fija de la empresa arrojaba 448 millones de fondos propios, según las cuentas depositadas en el Registro Mercantil. Sus reservas eran de 373 millones. Y antes, en la junta ordinaria de junio de 2011, se aprobó un reparto de 28 millones de dividendo ordinario. Un puñado de accionistas cobraron casi 400 millones en poco menos de seis meses. La empresa asegura hoy que el cierre de Fuenlabrada generará unos ahorros anuales de 24 millones de euros tras despedir a 370 trabajadores.

 

“Que Madrid no se cierre”

Las plantas de Alicante, Oviedo y Palma de Mallorca tienen una solución relativamente sencilla. En base a recolocaciones y a prejubilaciones el daño que el ERE de Coca-Cola hace en ellas es asumible desde un punto de vista de negociación sindical. Donde no se puede ceder es en Madrid.

En Fuenlabrada la situación es dramática, alejada de cualquier otra fábrica de la empresa, la solución es complicada se mire como se mire. El objetivo claro es “que Madrid no cierre”, es el literal de un razonamiento de un miembro de la mesa negociadora, que cree que todo se encauzaría enormemente si la empresa se sentara a negociar desde otros parámetros.


“Confío que esta semana –hay previstas dos reuniones de la mesa de negociación– Coca-Cola se habrá dado cuenta ya de que será más fácil si reconsidera parte de su plan inicial y ofrece bajas voluntarias”. Coca-Cola Iberian Partners asegura en su oferta que la totalidad de los 90 trabajadores de la planta de Alicante irán a trabajar a la de Valencia. Los 80 empleados de la de Asturias, podrán ser recolocados en A Coruña y Bilbao y casi todos los de Palma de Mallorca (77) “tendrán opción a recolocación”. Para Fuenlabrada (370 en total) ofrece 100 prejubilaciones y “el resto podrán optar a una recolocación”.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Cada Coca-Cola que compras es una puñalada en el derecho de sus trabajadores al empleo en España. No pidas solidaridad cuando la necesites si no estás dispuesto a darla porque no la merecerás. ¡Boicot a Coca-Cola!

SE DESTAPÓ EL PASTEL: ESTADOS UNIDOS LIDERA LA «REVOLUCIÓN UCRANIANA»

Juanlu González. Diario Octubre

Era un secreto a voces, la cuestión ucraniana no es —solo— un problema interno, sino que está atizada, dirigida, organizada y apoyada por la Unión Europea, la OTAN y, sobre todo, por Estados Unidos. Esta palmaria afirmación no es una interpretación política nacida apriorísticamente de la mente de una persona de izquierdas, las evidencias se acumulan de tal manera que es imposible ocultar por más tiempo esta reedición de la guerra fría 2.0 en el corazón de la vieja Europa. Quien piense que se trata de un problema relacionado con la economía ucraniana es un absoluto iluso o se guía exclusivamente por sus filias y fobias más que por el análisis serio de la realidad.

Si tuviésemos medios de comunicación realmente independientes, la noticia de las conversaciones telefónicas interceptadas entre el embajador de EE.UU. en Ucrania, Geoffrey Pyatt y la subsecretaria de Estado de EE.UU. para Asuntos Europeos, Victoria Nuland, sería la portada de telediarios y periódicos. Pero con una prensa «libre» secuestrada por intereses comerciales y por la sumisión a un sistema político y económico concreto, prácticamente el tema se quedará en la anécdota del desprecio a Europa de la subsecretaria por ese «que se joda la UE» sin entrar mucho más en el fondo de la cuestión. ¿Y cuál es ese fondo? —se preguntarán algunos. Pues no es muy compilado de entrever, se trata de la injerencia en los asuntos de un país del tamaño de la copa de un roble ucraniano.

No estoy hablando de declaraciones de aliento a los manifestantes de Kiev. Tampoco de la protección implícita a los neonazis que incendian las calles de Ucrania, ni a la guardia pretoriana de yihadistas de Crimea recién llegados de servir a al Qaeda en Siria para hacerle el trabajo sucio a los violentos opositores de la derecha y la ultraderecha del país. No me refiero a la presencia de políticos europeos o estadounidenses en las manifestaciones ucranianas, ni si quiera a lasdeclaraciones del secretario general de la OTAN, Anders Rasmussen, sobre el conflicto. La idea del establecimiento de un régimen de sanciones económicas contra el gobierno del país por la brutalidad policial empleada por los manifestantes sí que ya suponía un salto cualitativo en la injerencia que cruzaba todas las líneas rojas. ¡Como si Estados Unidos no se empleara a fondo contra los manifestantes en su propio país! De haberse repetido hechos similares en suelo gringo, probablemente ya habría muchos manifestantes procesados por terrorismo e incluso un número considerable de muertos.

Oír al embajador en Kiev diseñar el futuro gobierno ucraniano con la subsecretaria de asuntos europeos es más de lo que podría esperarse: este tipo de cosas normalmente se sospechan pero nunca se refrendan tan claramente apoyadas por grabaciones que la hacen incuestionable. Las disculpas de Nuland por unas declaraciones «falsas» sí que son un insulto, pero a la inteligencia. La mano que mece la cuna de las revueltas violentas en Ucrania es la misma que o hace en Siria, en Libia, en Chechenia y en tantos otros lugares. Europa ha fallado, su maltrecha situación económica ha obligado a ponerse al frente de las barricadas de Kiev al mismísimo Obama y a darle a la manivela de la imprenta de billetes verdes para comprar dirigentes, pagar mercenarios y «convencer» a la población para que se arroje en manos de occidente y que sirva de cabeza de puente frente a las mismísimas fronteras rusas para ubicar escudos antimisiles, infraestructuras bélicas y privar a Rusia de uno de sus más fuertes aliados regionales. Al parecer, les da igual que la agitación que están produciendo conduzca a una guerra civil o a la desmembración del país. Ya lo hicieron con Yugoslavia y parece que están deseando repetir la historia con Ucrania.