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22 de agosto de 2015

TSIPRAS Y EL MITO DE LA “ILUSIÓN DEMOCRÁTICA”

La comparecencia de Tsipras al presentar su dimisión no
parece sugerir entusiasmo
Por Marat

El anteúltimo acto de la farsa griega –aún quedan varios por desvelarse- presenta al antihéroe Tsipras en su devenir como personaje tragicómico envuelto en la ajada clámide de su dimisión como jefe de gobierno heleno.

Cualesquiera que sean las razones esgrimidas para explicar la dimisión de Tsipras y la convocatoria de nuevas elecciones de un modo más airoso al real –la oportunidad de deshacerse de la Plataforma de Izquierdas y del 30% de diputados de Syriza desleales a su programa claudicante ante el capital europeo, el momento, justo entre la recepción de los primeros flujos monetarios del tercer rescate y antes de que se noten los efectos de sus nuevas políticas antisociales, el realismo político conjugado con la voluntad de sacar a Grecia adelante,…- lo cierto es que la dimisión de Tsipras y la llamada a la formación de un nuevo gobierno, apenas 7 meses después de la formación del primero de Syriza, evidencia el fracaso de la vía reformista representada por la nueva socialdemocracia griega que anticipa el revés de sus corrientes hermanas europeas. Por enésima vez, ya que es evidente la existencia de una voluntad de opinión que se niega a entender esta cuestión, debo aclarar que la socialdemocracia de hoy no es la representada por los viejos partidos  “socialistas”, ya que estos son social-liberales, sino por esas excrecencias “postcomunistas” reconvertidas en socialdemocracia actual en lugar de la socialdemocracia de antaño.  

Sin pretensión de sentar cátedra pero con voluntad didáctica, creo necesario aclarar de qué estoy hablando cuando aludo al reformismo socialdemócrata de postcomunistas y de populistas de “izquierda”.

En el contexto de la crisis capitalista actual dentro de la UE, las opciones reformistas de matriz socialdemócrata más recientes plantean la reversión de las políticas de austeridad impulsadas por la Troika –desdibujando en gran medida que sus componentes son meros órganos administrativos de la estrategia capitalista europea y mundial, y no sólo alemana-, en mayor o menor medida el asunto de la deuda, que ha evolucionado desde la proclamación del impago de la misma hasta su reestructuración y ya veremos en qué acaban estas demandas, una recomposición de las hegemonías políticas dentro de la UE que dé lugar a una nueva orientación económica  y, en sus vertientes “radicales”, estudiar la opción de la salida del euro, sin plantearse la salida de sus respectivos países de la UE, como si euro y Unión Europea fueran hoy cuestiones desligadas y se pudiera plantear el fin del euro sin que ello afecte al fin de la UE en un momento en el que todas las tormentas políticas, económicas y sociales indican que los pasos atrás evidencian la fragilidad actual de su arquitectura. Tanto los rebrotes nacionalistas como las divergencias estratégicas, fuertemente antagónicas en su interior, indican que la UE está tocada de muerte y ello exige una alternativa que sea capaz de prever este hipotético nuevo escenario. Esa previsión no puede llegar desde las organizaciones sistémicas, incluidas las de la actual socialdemocracia, porque están comprometidas en su agónica supervivencia.

Llamativamente, estas opciones plantean sus programas desde posiciones marcadamente superestructurales e institucionales, haciendo abstracción de qué clase es la principal afectada por las políticas de austeridad –tal victimología la envuelven en genéricos indefinidos dentro de la estructura social tales como “la gente”, “las personas” o, en el mejor de los casos, las clases populares, sin que se avergüencen, con frecuencia, de apelar a las clases medias, comodín ideológico de cualquier renuncia política a la idea de lucha de clases, exenta de su proyecto. Siendo así las cosas, carecen de una base social mínimamente homogénea y suficientemente combativa en la que sustentar el apoyo social en forma de lucha a sus propuestas.

Los aspectos señalados explican, en buena medida, el fracaso de Syriza, atrapada entre el  Escila de su “radicalidad democrática” y el Caribdis de la realidad del poder económico del capital, que prefieren representar bajo las formas de sus sombras (BCE, Comisión Europea y FMI), así como las de sus socios europeos (Frente de Izquierdas francés, Die Linke, Bloco de Esquerda, opciones similares escandinavas, Podemos e IU). Sus socios también han perdido pie por su dinámica de rebaja programática permanente (Podemos), otros por haber sido superados en su radicalidad por los neofascismos (Frente de Izquierdas) y algunos porque enfrente tienen a partidos comunistas más combativos, caso del Partido Comunista Portugués frente al Bloco de Esquerda. Y no faltan quienes están empeñados en homologarse dentro de la respetabilidad sistémica (Die Linke).

Sin embargo, hay una explicación complementaria y de gran calado, que tiene que ver con el marco político y que explica la impotencia de la neo-socialdemocracia. Se refiere a las reglas del juego de la legalidad burguesa.  El “parlamentarismo” como expresión del escenario en el que se desarrolla el combate político, la aceptación del Estado burgués como un órgano neutro desde el que se puede hacer cualquier tipo de política –la prosistémica y la supuestamente crítica-, la asunción de la legalidad institucional y sus límites, el respeto a los compromisos internacionales desde una “política de Estado” y la sustitución de la idea de destrucción del Estado capitalista por el de la ocupación política del mismo por el nuevo gobierno de turno, ayudan a entender mucho del porqué el nuevo reformismo está herido de muerte.

Detrás de esta seducción ante el entramado jurídico-institucional de la burguesía, que es tan nueva como sus antecedentes en el reformismo de Bernstein a finales del XIX y de Kaustsky a principios del XX-, está el fetichismo de la “ilusión democrática”. La creencia de que lo que se opone a lo no electivo (corporaciones capitalistas, órganos del capital como el FMI, el BCE o la Comisión Europea) se encuentra en lo elegido por “la ciudadanía”, ese engendro abstracto que hace tabla rasa de la diferencia de clases e intereses en su interior. Y para ese segmento reformista, la panacea del “cambio” se encuentra ahí.

Este discurso, que ha sido el gran gadget argumental del reformismo en estos años de la crisis, desde los indignados 15Mayistas hasta todas las organizaciones políticas y no gubernamentales, tipo ATTAC, que han tenido algo que ver con esa versión del radicalismo democrático pequeñoburgués durante estos años, tiene los pies teóricos y reales de barro.

Exceptuando los parlamentos nacionales y regionales, los municipios y el Parlamento Europeo, el resto de órganos en la gran mayoría de los países tienen una composición endógena: se autoeligen. Desde el Consejo del Reino, a las diputaciones, desde el BIRD y el Banco Mundial, al Consejo de Europa, desde la UNESCO y la ONU a las instituciones judiciales o la dirección de las empresas. Y lo más relevante es que en la infraestructura económica- la democracia social e igualitaria, que es la real, y se llama socialismo- , salvo en el caso de las cooperativas, todos los órganos son de naturaleza oligárquica. Pero no se escuchaban entonces los gorgoritos “democráticos” de los paladines reformistas antiausteridad. No había necesidad de ninguna demagogia de disidencia controlada. 

Pero aunque los organismos mencionados, y otros muchos que no cito, hubieran sido elegidos por sufragio universal o, al menos, por todos los sectores afectados por los mismos, ello no evitaría las tendencias oligárquicas propias de la naturaleza de la estructura social y económica en la que se integran. ¿Alguien supone, de verdad, que las opciones realmente anticapitalistas tienen las mismas posibilidades de ser elegidas que las prosistema? ¿De verdad creen ustedes que hay una libre competencia en lo político, en el que no sean primadas financiera, política y mediáticamente una parte de las opciones concurrentes? ¿Creen que el debate político está siendo reproducido de un modo sincero, no manipulado y equitativo? ¿Tienen ustedes muchos ejemplos en nuestro entorno geográfico en los que las cosas hayan sido de otro modo cuando una propuesta política se haya planteado el derribo del capitalismo? Cuando fuera del entorno europeo han surgido opciones, no socialistas, sino de democracia popular,¿ han notado ustedes el talante democrático de los medios del capital financiero, militar, terrorista, “diplomático”, mediático, económico, “cultural”?

La democracia que ustedes, los “demócratas” reformistas, neopopulistas y socialdemócratas de nuevo cuño nos ofrecen como opción antiausteridad huele a una vieja claudicación histórica. A la renuncia ideológica que ustedes representan. A la clase pequeñoburguesa que siempre acaba ofreciendo saldos de productos que no arreglan nuestras vidas pero sí sus cómodas conciencias.

La auténtica democracia de la que ustedes no hablan apunta directamente al corazón del capital. Tiene que ver con la protección del ser humano, ocupado, parado o jubilado, por el hecho de haber nacido- algo muy distinto a su renta básica universal, que va a consistir en el “toma 600 euros y búscate la vida porque se acabaron la sanidad, la enseñanza y las pensiones públicas”-, tiene que ver con el control de las producción por los trabajadores, tiene que ver con  las comunas como forma de organización barrial, educativa o de otro orden colectivo. Y sí, además hace falta la representación pero en auténtica igualdad de condiciones. El resto es farfolla.

Los comunistas no tenemos respuestas sobre todo esto. Sabemos dónde estamos y dónde queremos ir, sabemos que nos falta mucho recorrido pero no funcionamos sobre programas electorales sino en base a programas mínimos y máximos. Somos conscientes de que necesitamos buscar respuestas.

A finales de Septiembre, en Madrid, una parte de nosotros, no tenemos derecho a hablar en nombre todos, nos encontraremos para buscar respuestas, aprendizaje y espacios de encuentro comunista.

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