9 de noviembre de 2010

LA GUERRA DE DIVISAS EN QUE HA VENIDO A PARAR LA MAYOR BURBUJA FINANCIERA DE TODOS LOS TIEMPOS

Nos guste o no: seguimos metidos en la mayor burbuja financiera de todos los tiempos. Y nos explotará en la cara.





«Hemos ganado la guerra y ahora perdemos con la paz», fue una de las frases más oídas durante la última conferencia del Fondo Monetario Internacional. Sorprendentemente, el pasado fin de semana los ministros de economía del G20 acordaron firmar un tratado de paz. En él la reforma del FMI, largo tiempo aplazada, aparece esbozada en sus características generales.
De lo que se trata en el fondo es de la distribución de los porcentajes de derecho a voto en el seno de la organización. Esta "cuota" es la que decide la participación y el derecho de voz de los 187 países miembros del FMI, y en principio debería de estar determinada por el peso de cada país en el conjunto de la economía mundial. Hace mucho tiempo que la actual distribución de votos no se corresponde de hecho con el peso de los países miembros en la economía mundial, pues mientras los países europeos cuentan con una representación mucho mayor a la que les corresponde, los países en vías de desarrollo están subrepresentados. Para corregir este punto un 6'4% del derecho será redistribuido. Y lo será a favor de China y el resto de los estados BRIC [Brasil, Rusia, India y China] y a costa de Europa. China se convertirá así en el número 3 del FMI, después de los EE.UU. y Japón, mientras Brasil e India son promovidos a la cúpula de los grandes, de quienes cuentan con su propio asiento en el directorio ejecutivo.   
Con este acuerdo los europeos han de abandonar dos de los asientos con los que hasta ahora contaban. Eso afecta a los italianos, los españoles, los daneses, los belgas, los holandeses o los suizos, que siempre habían reclamado un grupo con derecho a voto dentro del FMI. El peso de los francos como centro financiero hará que éstos den voz a Suiza. Tras esta redistribución Europa seguirá teniendo una representación mayor a la que le corresponde, si bien inferior (40% para la Unión Europea, más del 30% para la Eurozona) a antes de la reforma. Los EE.UU. mantienen su rol privilegiado –una posición de facto con derecho a veto con un 17% del derecho a voto y el dólar como moneda fuerte a pesar de su debilidad– a falta de una alternativa de una moneda mundial (Weltgeld).   
¿Por qué este consenso? En su lucha por la hegemonía del dólar, Estados Unidos ha ofrecido a los BRIC un acuerdo: un incremento de poder en el FMI a cambio de la cooperación y varias concesiones en la guerra por el control de la economía mundial, y más concretamente en detrimento de los europeos. Europa es un enemigo fácil. Si los países de la UE o de la zona euro hablasen con una misma voz en el FMI, tendrían un porcentaje mayor de derecho a voto que los EE.UU. y los países en vías de desarrollo juntos. Con tan sólo un asiento en el directorio dominarían la partida. Si no lo hacen porque son incapaces de despojarse de los ropajes nacionalistas.   
¿Quiere evitar el G20 una guerra monetaria, un armisticio en la carrera por la depreciación? Oficialmente sí, aunque el dólar sigue perdiendo inexorablemente valor. Eso aligera la deuda de los EE.UU. en detrimento de todos los demás. Aunque los chinos siguen devaluando su propia divisa –en los últimos dos años, un 16%–, la gran pelea entre los países con déficit y superávit en el mundo no ha llegado todavía a su fin. El intento de los americanos por embridar el déficit por cuenta corriente, una suerte de "pacto de estabilidad", junto con el freno a la exportación a la economía mundial bajo la supervisión del FMI, está llamado a fracasar ante la resistencia de los campeones del mundo en materia de exportación, China y Alemania.       
Endeudados hasta las cejas como están, los deficitarios países ricos del norte están cada vez más acorralados: la receta japonesa, tasas a interés cero y exceso de dinero, no funciona; los paquetes de estímulos sin una orientación clara hacia la reconstrucción de la economía son salvas al aire; los ciclópeos programas de austeridad estrangulan la economía. Todo lo que queda es la manipulación monetaria. Exportar, crecer a costa de los demás, cargarle a otro las pérdidas milmillonarias de la crisis financiera –en una palabra: devaluar.     
Los chinos están haciendo lo posible para sostener el euro y otras divisas. Pero con ello sólo se retrasa el declive del dólar, con lo cual no podría, de hecho, evitar la revaloración del yuan. A pesar de los récords históricos de la moneda china, crece la presión política. Pero las admoniciones ayudan poco, porque entre tanto los países asiáticos han amasado gigantescas reservas de dólares (solamente China posee 2'65 billones de dólares, Japón 1'05 billones, India 266 mil millones), que podrían de facto determinar el curso del dólar. El euro es, tras la crisis de deuda de primavera, más fuerte que nunca, los inversores huyen como alma que lleva el diablo del dólar, los préstamos estatales europeos se venden como rosquillas, y sus compradores son nada menos que los bancos centrales asiáticos. El precio de las materias primas sube como la espuma, se registra un verdadero "florecimiento de materias primas" (Rohstoffblüten) y vemos un creciente uso de las materias primas como moneda, se dispara el precio del oro: todo consecuencia directa e inevitable de la debilidad del dólar. Gracias al exceso de dinero y las devaluaciones se produce un nuevo boom de los carry trade [1], los mercados de divisas echan humo y florece la especulación de divisas: el G20 está muy lejos de una política monetaria mundial coordinada.
Como mayor ganador de la crisis económica mundial aparece un FMI reformado y reforzado. Pero los problemas estructurales de la economía mundial solamente se han desplazado y pospuesto, no resuelto. A pesar de todo el triunfalismo alemán, la crisis económica mundial no se ha superado ni de lejos. En los EE.UU. la crisis financiera sigue, imparable, su marcha hacia la siguiente fase, en la que los tribunales de justicia pondrán freno a millones de deshaucios y ventas forzosas de propiedades inmobiliarias. Pues los derechos de prppiedadde los bancos, aun dependiendo de los más extravagantes productos financieros titulizados, no están sólo al albur de los vientos. Estamos en puertas de la próxima oleada de depreciación, y con ella, de la próxima crisis bancaria en los EE.UU., lo que acelerará el declive del dólar. Nos guste o no: seguimos metidos en la mayor burbuja financiera de todos los tiempos. Y nos explotará en la cara. 

NOTA T.: [1] El carry es el retorno que produce un activo mientras lo mantenemos en nuestra posesión (si es positivo) o el costo de mantener un activo (si es negativo). El carry trade es una técnica que los grandes inversores llevan practicando en el mercado de divisas desde sus inicios. Consiste en la diferencia entre el carry negativo de un activo que hemos pedido prestado a bajo costo y el carry positivo de un activo en el que hemos invertido. La inversión en divisas supone comprar una divisa para simultáneamente vender otra, o lo que es lo mismo, nos financiamos en una divisa e invertimos ese dinero en otra. El inversor de esta forma apuesta a que una de las divisas se va a apreciar (divisa de inversión) respecto a la otra (divisa de financiación). (Información de Wikipedia)

Michael R. Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el británico.

COMBATIENDO A LOS BÁRBAROS

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Todorov no forma parte de mis referencias políticas ni filosóficas pero, como el príncipe Hamlet, soy de la opinión de que “hay más cosas entre el cielo y la tierra, Horacio, que las que sospecha tu filosofía”. La entrevista a este experto en semiótica y en otras disciplinas del pensamiento humanista me parece interesante por sí misma, más allá de sus posiciones políticas y sus creencias, especialmente por lo que tiene de defensa de la razón en estos tiempos oscuros de vuelta a la caverna reaccionaria y fascista. Espero que lo disfruten como yo lo he hecho.
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Tzvetan Todorov es un humanista a la vieja usanza, interesado en el amplio espectro del conocimiento humano entendido como un camino hacia la integridad y el saber. Lingüista, filósofo, historiador, crítico literario, interesado tanto en la semiótica como en los desarraigos del siglo XX, este hombre nacido en la Bulgaria comunista antes de la guerra y emigrado a París a los 24 años, autor de libros fundamentales en prácticamente todos los terrenos en los que ha incursionado, es un impenitente devoto de la claridad del pensamiento como arma contra la intolerancia, la incomprensión y el totalitarismo en todas sus formas. De paso por Buenos Aires, invitado por la Fundación Osde para dar unas charlas la semana pasada, accedió a hablar con Radar apenas conocidos los funestos resultados de las elecciones en Estados Unidos.

Por Martín Granovsky. Página 12


Es alto, canoso, tiene ojos curiosos y da la mano fuerte. Su francés es perfecto. Tzvetan Todorov nació en Bulgaria en 1939 pero vive en París desde 1963. Se fue por un año a Francia y se quedó. Estudió con Roland Barthes. Escribió, entre otros libros, Teoría de los géneros literarios, Los aventureros del absoluto, La conquista de América y La experiencia totalitaria. Vino a dar conferencias en la Argentina y aceptó dialogar con Radar. La entrevista se realizó en la mañana del miércoles, cuando ya era sabido en detalle que los extremistas del Tea Party habían sido el corazón de la victoria republicana en los Estados Unidos.

Usted escribió que el ultraliberalismo es una forma fundamentalista.
–Sí, y lo sostengo –insiste Todorov.

Se lo preguntaba por el arraigo del movimiento del Tea Party en los Estados Unidos.
–Bueno, en Europa conocemos lo que es el populismo.

En América latina también, pero sospecho que se usa para nombrar cosas distintas. Aquí la palabra se utiliza para sintetizar –o criticar, depende del caso– experiencias de centroizquierda con partidos débiles y líderes fuertes.
–Lo sabía. Por eso me refiero al caso europeo, que es distinto. En Europa es cada vez más decisivo el voto populista de extrema derecha. Un voto que crece porque tiene éxito en focalizar el enemigo de cada pueblo en el extranjero diferente.

Ahora el gran tema en Francia es la expulsión de los gitanos a Rumania. ¿A eso se refiere?
–Es un tema grave pero no es el permanente en la estigmatización. En general, la focalización sobre el extranjero que le mencionaba se refiere al diferente que a menudo, además, profesa la fe islámica. Y esto influye en todos los gobiernos.

Pero la extrema derecha populista que usted refiere no llegó al gobierno.
–Claro, pero la derecha de siempre, la derecha a la que estamos habituados y conocemos bien, no puede gobernar si no se apoya en la extrema derecha. El poder necesita ese apoyo.

En Suecia ganaron los conservadores pero por primera vez la extrema derecha obtuvo el 10 por ciento de los votos y tiene representación parlamentaria.
–En Dinamarca y los Países Bajos la situación es todavía peor. En esos dos países la cuestión del apoyo de la extrema derecha a la derecha tradicional no es solamente social, lo cual de por sí representa un punto grave, sino de mayorías parlamentarias. Los conservadores de Dinamarca y los Países Bajos precisan el voto de la extrema derecha en el Parlamento. Por eso los gobiernos de derecha aceptan muchas posiciones de la extrema derecha.

¿Y en Italia?
–Pasa algo parecido con la Liga del Norte, que también tiene una posición activa en contra del extranjero diferente y peor si tiene relación con el Islam. La Liga del Norte está en el gobierno asociada con Silvio Berlusconi.

¿Por qué usted marca una diferencia en Francia?
–Porque tiene otros matices. Nicolas Sarkozy adopta a menudo temas y obsesiones de la extrema derecha. Pero no exclusivamente de ella. Es un político pragmático preocupado sobre todo por conservar el poder. Así como hoy plantea la cuestión de los gitanos, al principio de su mandato incluso tomó temas de la izquierda.

¿El movimiento del Tea Party en los Estados Unidos también se inscribe en las corrientes que usted señalaba en Europa?
–En los Estados Unidos, sobre todo en medio de la crisis, hay un movimiento antiinmigratorio. Pero ése no es el tema fundamental del Tea Party. Como la economía anda tan mal, la crítica se dirige al gobierno de Barack Obama y parte de raíces propias. En los Estados Unidos hay una especie de filosofía de vida ultraindividualista. Esa filosofía dice que el ser humano es responsable de lo que vive solo por sí mismo. Es decir: cada individuo es responsable del destino de su vida. Pero esa filosofía de vida agrega que el éxito económico es una medida suficiente para calibrar una vida. Una posición, evidentemente, fantasiosa.

¿Por qué fantasiosa? Todos sus libros hablan de las responsabilidades del ser humano y del individuo.
–Claro, pero no en soledad. Yo estoy profundamente convencido de que los seres humanos tienen necesidad de los otros. Defender la libertad o el derecho del individuo es un valor positivo. Es preciso proteger a los individuos de la violencia de los otros individuos y del Estado. Pero el individuo depende de los demás. La dimensión social del ser humano no puede –no debe– ser eliminada. La economía no puede ser un objetivo último sino un medio.
Usted critica la centralidad de la noción de éxito económico en la concepción que definió como “ultraindividualista”. Si el éxito fuera un valor a tener a en cuenta, cosa que sería discutible, ¿cuál sería su concepción de éxito?
–Tampoco yo me guío por el éxito como fin de la vida. Pero si, como ser humano, al final de mi vida me preguntaran qué es el éxito, respondería que es haber vivido una vida en la que viví, amé y respeté y fui respetado por los otros a los que amé y respeté. Disculpe que use tanto la palabra “vida” o el verbo “vivir”, pero prefiero no buscar ni sinónimos ni otras formas de decirlo. El éxito de una vida entera, de una vida completa, es el éxito en las relaciones humanas. Una vida sin amor habrá sido desastrosa.

Leí que usted critica también las vidas basadas sólo en el intelecto. En idioma argentino hablaríamos de una vida sin poner el cuerpo.
–Claro. Y lo mismo sucede con una vida encaminada sólo al éxito económico como fin último. Aunque suene redundante, sería una vida que excluye la vida humana.

Le impresiona el Tea Party.
–Es que más allá de los fenómenos como el de Dinamarca o los Países Bajos, y en cierto modo Italia, la tradición europea es diferente. En Europa durante muchos años todos los gobiernos, de izquierda o de derecha, siguieron un modelo basado en el Estado de bienestar, el Welfare State. Se fundamenta en la solidaridad de toda la población, que se expresa, al final, en medidas adoptadas desde el Estado. Hablo, por ejemplo, de la progresividad de los impuestos. Si se gana más, se paga más. La redistribución de ingresos es el principio constitutivo del Estado. La tradición que aparece con el Tea Party se alimenta, en el origen, de la conquista de un espacio vital. Un híbrido que combina la ideología del sheriff y el espacio del predicador.

¿Qué aporta el predicador?
–La certidumbre de que si yo sigo buscando mi espacio vital y el éxito con un resultado económico como fin último, tengo razón porque Dios me lo dijo.

Estoy predestinado como individuo.
–Sí. Por eso hay un carácter religioso de tipo fundamentalista muy importante. Fíjese que en esa búsqueda...

La búsqueda parece una batalla.
–Así es. Y en esa batalla reaparecen incluso temas del pasado reciente. Obama hasta es acusado de instaurar el Gulag. Sería, para ellos, un comunista.

Pero Obama no es ni siquiera un radical, un hombre de izquierda en términos norteamericanos.
–No, claro, es un político del mainstream, también en el vocabulario norteamericano. Un político normal que está dentro del sistema político. Pero pasa a ser un comunista, en la crítica del Tea Party, porque parece que quisiera regular la vida de los individuos. Tenga en cuenta que cuando el Tea Party y los legisladores que reciben su influencia critican la cobertura médica obligatoria votada por impulso de Obama este año, acusan al presidente norteamericano de meterse en cada vida. El razonamiento es así: “Si yo trabajé y con mi esfuerzo logré un buen seguro y una buena cobertura médica, lo cual me permitirá una buena jubilación privada, ¿por qué debo trabajar para los que no trabajaron y entonces no alcanzaron mi éxito?”. Falta la solidaridad elemental, y eso me parece deplorable.

“Deplorable” es una palabra fuerte.
–Por supuesto. Esa forma de pensar procede, antropológicamente, de una ignorancia de la necesidad del otro. Y lo paradójico es que también tiene escasas posibilidades de generar las condiciones para el éxito económico individual de la clase media. Le voy a explicar mi lógica de razonamiento, para que no quede como un simple slogan. La sociedad queda desequilibrada. Si queda desequilibrada, pierde la fuerza para combatir la extensión de la droga o el desempleo. Para solucionar temas de esa magnitud es necesario contar con toda la población. No alcanza sólo con una parte. Como ve, el Tea Party tiene raíces en una ideología vigente en sectores de los Estados Unidos desde hace mucho tiempo, pero sus efectos son concretos hoy. La lectura es que Obama y su proyecto chocaron con el poder económico.

Y ese poder lo venció en estas elecciones de mitad de mandato.
–Las conclusiones son impactantes. El hombre más poderoso del planeta, que es el presidente de los Estados Unidos, es impotente contra los intereses del gran capital. El mensaje es que las instituciones no permiten ni siquiera que un presidente legítimamente electo despliegue otra política distinta, aunque sea levemente distinta, de la que ellos defienden. La reciente decisión de la Corte Suprema que permite a las empresas hacer contribuciones a la campaña electoral representa un freno a los políticos democráticos. En ese ambiente ultraliberal la democracia corre peligro.

¿Tanto?
–Efectivamente. El pueblo se expresa a través de las elecciones. En 2008 se expresó votando a Obama. Pero en la práctica el pueblo no puede gobernar porque no se lo permiten los individuos más poderosos. Si eso fuese verdad, si esa tendencia se profundizara, estaremos asistiendo a una mutación radical. Tan radical como la Revolución Francesa, que en 1789 pasó de una monarquía hereditaria a una asamblea elegida por los ciudadanos. Los que respetamos la integridad del individuo –y no hablo ahora, como usted advertirá, del ultraindividualismo– debemos preocuparnos cuando el dominio de unos pocos políticos poderosos reemplaza la voluntad de los individuos.

¿Cómo la reemplazan?
–Usan, entre otras, dos herramientas. El lobbying y el control de los medios de comunicación. Un ejemplo casi caricaturesco es Italia, donde Berlusconi personalmente es dueño de la mayor cadena de televisión privada y, como presidente del consejo de ministros, controla a las demás señales. Al mismo tiempo despliega un ultraliberalismo combinando el uso de los medios de comunicación más poderosos con presiones sobre la Justicia. Por eso es esencial mantener el pluralismo en la prensa. Hay que evitar que sea controlada por un pequeño grupo de individuos. De oligarcas, como se dice en Rusia. En Francia, Sarkozy se ocupó personalmente de que el aporte de capitales que necesitaba el diario Le Monde no pudiera resolverse con empresarios que no le resultaban simpáticos. En los Estados Unidos, muchas emisoras de radio y canales de televisión como Fox machacan y machacan con un mensaje populista.

¿Populista?
–Sí, ya sé lo que me va a decir. Sé que la palabra “populista” tiene una acepción diferente en la Argentina. Me refiero, por ejemplo, a los mensajes del líder de la extrema derecha francesa Jean Marie Le Pen. ¿En qué consiste su populismo? En que encuentra fórmulas tan falsas como eficaces de llegar al pueblo. Dice: “En Francia hay tres millones de desocupados y tres millones de inmigrantes. Yo les voy a decir cómo se resuelve el problema: echando a los inmigrantes”. Así actúa el populismo ultraconservador. Si Obama aumenta los impuestos para los sectores más poderosos, dirá que el aumento de impuestos afecta a la clase media y lo repetirá hasta el cansancio.

Pero no es sólo cuestión de propaganda, ¿no? O, en todo caso, esa propaganda simplificadora se asienta en el miedo provocado por la desocupación y la crisis, o por la falta de políticas más decididas, al estilo de Franklin Delano Roosevelt en 1933.
–Y además la población no está bien informada y no suele entrar en razonamientos teóricos complejos. La experiencia cotidiana de Francia es que aumentan los precios y que al mismo tiempo el jefe del Gobierno habla bien. Y un señor Le Pen dice: “Los gitanos se quedaron con tu plata”. Recordemos que en 1933 Adolf Hitler fue elegido por sufragio universal. El populismo tal como se lo describo apela a un razonamiento simplificado, rápido, comprensible para todos. Y digo esto no como ángel. No somos un mundo habitado por ángeles. Tampoco por demonios, claro. Me incluyo. O sea, gente que está informada y lee los diarios o hasta los escribe. Lo incluyo a usted, si me permite.

Por supuesto. Cualquier explicación basada en la lógica ángel-demonio es de fanáticos. Profesor, como periodista y como lector siempre me llamó la atención una frase suya: que hacerse entender, para un intelectual, es un tema ético. Creo que la dijo ironizando sobre Jacques Lacan cuando daba conferencias. Pero más allá de Lacan, ¿por qué dijo “ético” y no “estético”?
–Porque la ética se funda en la relación con los demás seres humanos. Implica un respeto. Y entonces no se deben usar medios indignos. La seducción está muy bien y se justifica cuando se busca despertar la simpatía de un individuo. Hay que mostrarse elocuente, simpático, apelar a todos los fuegos artificiales de los que uno disponga. Eso vale para un hombre, para una mujer, para cualquiera. Pero en el espacio público considero que practicar la demagogia populista en una suerte de discurso oscuro con apariencias de profundidad transgrede un contrato.

¿Qué contrato?
–El que se establece entre interlocutores, entre personas. Por eso es un contrato ético.