6 de abril de 2012

MITOS Y MENTIRAS SOBRE LOS SINDICATOS

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:

El autor del texto que les presento incurre en algún defecto de análisis, al olvidar el efecto que la Contrarreforma Laboral, ya operante, tiene sobre la realidad laboral de los trabajadores, y sobre el escenario en el que tienen que moverse a partir de ahora sus organizaciones de clase en los centros de trabajo (inicio de la muerte de los convenios colectivos y fin, desde mi punto de vista afortunado para la reactivación de la lucha de clases, del pacto social como filosofía de Estado y del capitalismo postwelfariano)

También creo produndamente errónea su crítica, y en este caso con mucha mayor gravedad a la credibilidad de los partidos políticos y de sus dirigentes; crítica en la que no matiza, ni establece diferencias, ni concreta siglas, en un estilo tan querido por los "indignados", en el que desafortunadamente se coincide con la extrema derecha. Las consecuencias a medio plazo de este tipo de "análisis" pueden acabar siendo nefastas para el pluralismo político, las libertades y, en definitiva, la propia política, que es la única herramienta de enfrentamiento contra el capitalismo de la que disponemos los trabajadores, ya que el sindicalismo, por su propia naturaleza, tiene características meramente defensivas.

Pero lo cierto es que el resto del texto es un análisis que desmonta las falacias y embustes del nuevo corpus ideológico (el fascio-liberalismo) emergente contra los sindicatos. Por este motivo se hace necesaria la difusión de escritos como el presente, con las salvedades ya señaladas. No es el único existente en la línea de defensa del movimiento sindical pero me ha parecido oportuno reproducir siquiera éste en un momento histórico de "malos tiempos para la lírica"

Sin más les dejo con este artículo de un profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona.



Mitos y mentiras sobre los sindicatos


Joaquim Juan Albalate. Mientras Tanto
Desde hace ya unos años, se viene difundiendo desde los medios de comunicación que operan en España ciertas afirmaciones que cuestionan la legitimidad de los derechos que se asignaron a los sindicatos —mediante diversas leyes, empezando por la Constitución— a finales de los años setenta y principios de los ochenta. Esta objeción ha empezado a adquirir durante estos últimos tiempos visos de una auténtica ofensiva de las fuerzas políticas y económicas de índole neoliberal, tanto a escala nacional como en la Unión Europea. Determinados partidos políticos y gobiernos conservadores o liberales españoles y europeos, pero también representantes cualificados de los poderes económicos y financieros, están protagonizando una intensa y persuasiva campaña de descrédito contra el rol y las funciones que, desde la restauración de la democracia, vienen desarrollando los sindicatos.


Esta campaña pretende debilitar a una de las pocas instituciones que aún subsisten en los países industrializados y que, junto con otras organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales, constituyen, por encima de los partidos políticos, la más importante instancia colectiva que todavía planta cara a los intentos de acabar con los derechos sociales y económicos asociados al Estado del Bienestar, tan dura y costosamente conseguidos en España a lo largo de los últimos treinta y cinco años. Ante esta situación, algunos profesores universitarios, investigadores sociales, escritores, periodistas, artistas, intelectuales y, en particular, sindicalistas, han reaccionado contra semejante cruzada, recurriendo a diversas formas de denuncia de dichos ataques.
Concretamente, hace unos meses apareció un artículo en la revista de la Federación de Educación del sindicato CCOO, publicado en noviembre de 2011, en el que se apuntaban una serie de frases y expresiones, ampliamente extendidas entre la población y difundidas desde casi todos los medios de comunicación, de cuyo contenido se deducía un claro intento de degradar la imagen de los sindicatos, con el beneplácito, más o menos confesado, de las citadas organizaciones e instituciones. Pues bien, partiendo de esas expresiones y de las contribuciones aportadas por otras personas al respecto (V. Navarro, M. García Biel, J. López, J. Rodríguez, C. Barrera, etc.), cabe realizar los siguientes comentarios a cada uno de tales enunciados:


1. “Los sindicatos tienen cada vez menos soporte laboral y social”
El soporte que reciben los sindicatos tiene, al menos, dos dimensiones: la laboral y la social, ambas íntimamente relacionadas puesto que cualquier suceso laboral tiene connotaciones sociales, aunque no siempre sucede lo contrario.


Por lo que se refiere al soporte laboral, éste se puede “medir” a partir de la confianza que depositan los trabajadores, bien cuando se afilian a un sindicato pagando una determinada cuota, bien cuando respaldan a unos determinados candidatos, participando en las elecciones sindicales.
Estos dos aspectos (afiliación y elecciones sindicales) son los que legitiman a los sindicatos para que ejerzan la representación de los intereses de los trabajadores, recogiendo sus demandas y trasladándolas a las mesas de negociación con la patronal, o con el propio Estado cuando se trata de empleados públicos.
Con respecto a la afiliación, debe tenerse en cuenta que, desde que se legalizaran los sindicatos a finales de los años setenta, la afiliación sindical en España no ha dejado de crecer. Mientras que en el año 1980 (aún en plena transición democrática) los sindicatos apenas contaban con 500.000 afiliados, esta misma cifra se había multiplicado por más de 6 a finales del primer decenio de este siglo, de modo que eran más de 3 millones los afiliados a alguno de los actuales sindicatos —encabezados por CCOO, que contaba con 1,2 millones—, a lo que habría que añadir la reciente tendencia que, desde 2009, han iniciado las tasas de afiliación, con un repunte de más del 40% en 2011.
Estas cifras contradicen el supuesto distanciamiento de los sindicatos de sus bases sociales. Y ello a pesar de la grave crisis económica y de empleo que está atacando, particularmente, a los colectivos de trabajadores que, históricamente, más cerca han estado del sindicalismo. Si bien es cierto que la tasa de afiliación sindical en España se sitúa por debajo de la de otros países occidentales (en torno al 17% del total de asalariados), también lo es que viene manteniéndose bastante estable durante los últimos años.
Y todo ello en un país que sigue caracterizándose por tener una patronal con una cultura laboral esencialmente contraria a cualquier acuerdo que implique una mínima renuncia a sus prerrogativas, pero también por poseer un tejido empresarial con un porcentaje muy elevado de pymes, donde es más difícil que arraiguen y se extiendan los valores de solidaridad de clase que se derivan del trabajo colectivo. Además, a ello habría que sumar la no obligatoriedad de afiliarse para poder beneficiarse de los resultados de la negociación colectiva.
Una segunda fuente de legitimidad proviene de las elecciones sindicales que se realizan, periódicamente, entre el “electorado” de los trabajadores asalariados. Se trata de otro soporte, tan o más importante que el anterior, de cuyos mejores o peores resultados se desprende un mayor o menor amparo democrático con el cual se legitiman las decisiones que toman los sindicatos en nombre de sus representados.
En este sentido, cabe decir que el porcentaje de participación de los trabajadores en las elecciones sindicales es, desde que éstas se celebran, muy elevado (alrededor de un 75-85% del total de asalariados que pueden participar a lo largo de los cuatro años que dura el actual cómputo electoral). Unas cifras que en modo alguno han obtenido los partidos políticos en todas las elecciones políticas celebradas desde los años ochenta, tanto en las de ámbito local como en las autonómicas, nacionales o europeas, y no por ello se cuestiona el cada vez más mermado soporte que reciben de los ciudadanos.
Por último, vale la pena agregar a lo anterior que los sindicatos recaban también un soporte que va más allá de la esfera laboral. Personas que están en paro o en situación de inactividad también respaldan la actividad sindical, a pesar de no trabajar ni estar afiliadas. Las miles de personas que congregan los sindicatos cuando convocan manifestaciones, paros o huelgas, acogen a muchas otras personas que apoyan a los sindicatos desde ámbitos distintos del estrictamente laboral, puesto que muchas de las reclamaciones sindicales son también demandas que afectan a la sociedad en su conjunto.
Y es que, aparte de la Iglesia, no hay ninguna otra institución ni organización social de índole voluntaria en España que concite — contrariamente a lo que algunos dicen— tanto soporte social como los sindicatos.


2. “Los sindicatos subsisten gracias a los fondos que les da el Estado”
La financiación de los sindicatos españoles proviene, fundamentalmente, de los ingresos que reciben de las cuotas de los tres millones de afiliados que poseen: unos 250 millones de euros anuales que cubren el 60% de los gastos corrientes. El Gobierno español sólo aporta (¿aportaba?) 16 millones de euros, que se reparten en función de la influencia electoral de cada sindicato. El resto de los ingresos se obtienen de otras fuentes privadas o públicas, como la venta de servicios o, simplemente, de créditos bancarios.


Esos ingresos deben ser suficientes para cubrir los gastos de funcionamiento ordinario y del mantenimiento y, en su caso, alquiler de los locales donde se realizan las actividades ordinarias. Pero también para cubrir los costes de una de las principales funciones sociales atribuidas a estas organizaciones: la negociación colectiva —a veces a lo largo de muchas horas o jornadas— de más de 4.000 convenios colectivos que, más tarde o más temprano, acaban repercutiendo en la mejora de las condiciones de trabajo de millones de asalariados.
En contraste con los 16 millones de euros que reciben los sindicatos españoles del Estado, las ayudas con ese mismo origen que ingresan los sindicatos británicos alcanzan los 98 millones, mientras que los italianos recaudan 600 millones y las organizaciones sindicales francesas del sector público, 700 millones.


Por su parte, las organizaciones patronales españolas reciben del Estado una cantidad parecida a la de los sindicatos, criterio éste, como mínimo, discutible, pues ni por el número de afiliados que aquéllas tienen, ni por la disponibilidad de recursos que esos afiliados poseen para pagar sus cuotas o, más aún, ni por el hecho de que esas mismas organizaciones disponen de otras fuentes de financiación inaccesibles para los sindicatos, las patronales deberían obtener el mismo volumen de financiación que el que reciben los sindicatos.
Pero, puestos a cuestionar la legitimidad —que no la legalidad— de los 16 millones de euros que reciben los sindicatos de los fondos públicos, nadie pone en duda —y menos los dirigentes políticos o algunos medios de comunicación que así se lo reprochan— la pertinencia de que los partidos políticos se merezcan los 85 millones que también reciben del Estado —por mucho que, según todas las encuestas, su credibilidad social sea bastante menor que la de los sindicatos— o que, como recientemente se ha podido saber, la Casa Real obtenga de los presupuestos generales del Estado una renta de centenares de millones de euros cada año, sin contar el valor del patrimonio que esa institución posee.
Y todo ello por no hablar —por mucho que lo merezcan— de la subvención de 90 millones que se concede al cine español, de los 360 millones que reciben la prensa y las televisiones privadas o, en fin, de los 6.000 millones que percibe la Iglesia para cubrir la parte de los gastos que no puede financiar con los ingresos de sus feligreses, etc.


3. “Los sindicatos se lucran con las ayudas que reciben para la formación profesional continua de los trabajadores”
Los sindicatos reciben unos 150 millones —al igual que la patronal— de fondos públicos que se destinan a cubrir los gastos de profesorado, personal auxiliar, instalaciones, material fungible, etc., de los miles de cursos de formación continua que cada año se prescriben para el reciclaje voluntario de las cualificaciones de los asalariados. Se trata de otra de las funciones sociales más importantes con que los sindicatos colaboran, junto con la patronal y algunas administraciones públicas, para que la competitividad de los bienes y servicios que se producen en España vaya al alza, justamente, como resultado de dichos cursos. No se trata de un gasto, sino de una inversión de futuro muy importante aunque, no por ello, sometida, igualmente, al control y auditoría de las autoridades públicas españolas y europeas.


Y es importante porque, además de que la formación continua se imparte de forma gratuita a unos 2,5 millones de trabajadores al año por término medio —que, de otro modo, posiblemente no recibirían, y menos de forma gratuita—, lo es también por las repercusiones que tiene en el aumento de la autoestima del trabajador, así como en las oportunidades de promoción interna y en las de movilidad inter e intrasectorial, e incluso —con las matizaciones que se quiera— en las de poder encontrar trabajo antes que quienes se forman menos, cuando se está en el paro o, en fin, en las de eludir el despido en mayor medida que estos últimos.
La formación continua sigue siendo una herramienta fundamental para afrontar en mejores condiciones los cambios técnicos y organizativos que hoy, tan rápida e intensamente, se producen en el mundo del trabajo. Y, aunque no sea una condición suficiente para encontrar empleo —sobre todo en situaciones de paro masivo como la que se vive en España desde hace demasiados años—, sigue siendo un recurso útil para que los trabajadores que siguen ocupados conserven el puesto de trabajo.
En definitiva, la inversión que hacen los sindicatos con los fondos recibidos no sólo es rentable porque eleva las cualificaciones de los trabajadores, sino porque las empresas se benefician también de contar con unos trabajadores más formados y cualificados. En todo caso, ante cualquier sospecha de lucro indebido siempre se tiene al alcance la correspondiente denuncia en los tribunales.


4. “Los dirigentes sindicales ‘viven del cuento’ en vista de lo que hacen”
Además de la financiación estatal o de los planes de formación continua, otra de las críticas que se vierten contra los sindicatos se refiere a los sueldos que cobran sus dirigentes. Si bien es cierto que los ingresos en concepto de trabajo de los dirigentes sindicales proceden de una parte de las subvenciones públicas que reciben sus organizaciones, también lo es que tales remuneraciones no sólo están fiscalizadas por Hacienda y otros entes de control público —como a cualquier otro ciudadano que cobra un salario o una subvención del erario público—, sino que dichas cantidades son, como mínimo, ridículas, atendiendo al volumen de horas que destinan a organizar y resolver un conjunto creciente de problemas.


Si se compara con lo que ingresan otros cargos públicos, por no hablar de lo que cobran algunos dirigentes o ejecutivos de organizaciones o empresas privadas, las tareas que realizan los miembros de los sindicatos pueden ser tantas, o tan o más estresantes y tener tanta o más responsabilidad social y, por tanto, tanto o más riesgo por omitir o errar en la toma de decisiones, que las que realizan aquéllos. Por ejemplo, una hipotética gestión deficiente de las actuaciones que se llevan a cabo durante la negociación colectiva o en alguno de los diversos servicios que ofrecen los sindicatos, podría repercutir muy negativamente en las condiciones de trabajo de muchos miles de persones o, en su caso, en la calidad de dichos servicios, con consecuencias igualmente negativas para aquellos, al estar sometidos a la competencia del mercado.
Por tanto, que un alto dirigente de uno de los sindicatos españoles más representativos ganara en 2011 unos 2.470 euros brutos mensuales, no parece que se corresponda con la dimensión de las consecuencias que pueden derivarse de una mala gestión de las responsabilidades que tienen a su cargo. Se trata de una cifra que, a ojos de algunos dirigentes empresariales, puede suscitar una cierta sonrisa sarcástica, pero que no sólo se corresponde con los valores fundacionales de modestia y honestidad propios de los sindicatos de clase, sino que constituye una remuneración mínima por todo lo apuntado antes. Por cierto, no hay que olvidar que, a diferencia de la inmensa mayoría de los dirigentes empresariales privados y públicos, los líderes sindicales son escogidos democráticamente, por lo que los sueldos que cobran están revestidos de un plus de legitimidad, como mínimo, superior al de los que también cobran sin proceder de procesos democráticos.


5. “Las horas sindicales se utilizan para excusarse del trabajo mermando la productividad”
El número de horas sindicales que se prevé en el artículo 68 del Estatuto de los Trabajadores aún hoy vigente es, en comparación con la mayoría de los países europeos, escaso. Eso podría explicar, al menos en parte, por qué una porción importante de los delegados que salen elegidos en las elecciones sindicales tienen que dedicar un porcentaje significativo de su tiempo personal, que a menudo va mucho más allá del número de horas que, efectivamente, se remuneran.


En el citado artículo se notifican los "créditos" de horas a los que tiene derecho cada uno de los miembros elegidos del comité de empresa y de los delegados de personal, estos últimos en el caso de empresas de 50 o menos trabajadores, con un mínimo de un delegado para las de 30 o menos trabajadores.
El volumen de horas mensuales a que dan derecho tales "créditos" se distribuye en función del tamaño del centro de trabajo: en los de 100 o menos trabajadores, la ley concede 15 horas a esos miembros o delegados, en los que tienen entre 101 y 250, 20 horas, y así sucesivamente, hasta llegar a los que exceden de 750, que pueden disponer de 40 horas. En ese mismo artículo se precisa que los "créditos" de horas que disponen los distintos delegados pueden ser transferidos por parte de algunos de éstos y ser acumulados por otros, algo que suele suceder en la práctica.
Es de ese modo que algunos de los miembros del comité o delegados elegidos pueden quedarse sin “crédito” horario —porque lo han cedido a otros miembros—, o bien ser “liberados", parcial o totalmente, según hayan conservado el consiguiente “crédito” atribuido o, por el contrario, hayan acumulado a los suyos los cedidos por otros, hasta un máximo del 100% de las horas totales de la jornada, según sea el tamaño de cada centro de trabajo, algo que rara vez sucede, pues, a la hora de la verdad, sólo puede ser factible en algunos de los centros de trabajo de gran dimensión.
Pues bien, en España los delegados sindicales que estaban "liberados" en su totalidad alcanzaba, aproximadamente, a unos 4.000, un 1,3% sobre un total de más de 300.000 delegados sindicales escogidos en 2010.
Por tanto, cuando se acusa a los sindicatos de ser los responsables del gran volumen de horas que se “pierden” cada año para la productividad de la economía del país por "culpa" de ejercer un derecho legal como éste, habría que advertir a quienes así lo afirman que, además de que no se comete infracción alguna, sólo repercute en una ínfima parte de los delegados: aquellos que, realmente, ejercen su derecho al "crédito" horario, sea éste parcial o total.
Ahora bien, las horas que se "pierden” para la productividad económica son relativamente pocas si se comparan con las que se (¿pierden?) también en las, a veces, inacabables reuniones que tienen lugar en el seno de las patronales o dentro de las mismas empresas, sin que por ello computen como pérdidas para la competitividad de los bienes y servicios que se producen en la economía española.
En realidad, no es ciertamente el coste de las horas sindicales lo que preocupa a la patronal o a las fuerzas políticas que representan a sus intereses en toda España. Lo que verdaderamente les inquieta es la misma existencia de los sindicatos, hagan muchas o pocas horas sindicales.
Por ejemplo, sin ir más lejos, mejorar un 1% el salario de todos los trabajadores españoles comporta, de media, diez veces más costes para los empresarios que el de las horas sindicales que deben sufragar. Que los sindicatos hayan logrado hace años que los padres o las madres puedan disfrutar de permisos remunerados para cuidar de sus hijos equivale a un coste tres veces mayor que el de las horas sindicales respectivas. Y así sucesivamente, con otros derechos sociales y económicos conseguidos durante las últimas décadas.
Y todo ello gracias a que los sindicatos han existido y siguen existiendo, mal que les pese a algunos.


6. “Los sindicatos no sirven para nada”
Ésta comienza a ser también otra de las afirmaciones que se propaga cada vez a mayor velocidad y que, aparentemente, ha calado con bastante facilidad entre muchos trabajadores y entre la población en general. Al menos, eso es lo que podría deducirse de los resultados de algunas encuestas sobre la confianza de los ciudadanos en determinadas instituciones, patrocinadas por una serie de entidades dedicadas al estudio de la llamada "opinión pública" y que, periódicamente, aparecen en los medios de comunicación. En estas encuestas se insiste en que, sin ser los "últimos de la cola", los sindicatos son percibidos por estas encuestas como una de las instituciones que, paulatinamente, mayor credibilidad pierden, a ojos de, por lo visto, una mayoría creciente de ciudadanos.


Parecería como si, por arte de magia, un amplio conjunto de personas consideraran, desde hace ya unos años, que los sindicatos ya no son necesarios porque, por poner un ejemplo, las condiciones de vida y de trabajo de una mayoría social han llegado a ser tales que, efectivamente, sobra su presencia, al menos en España.
¿Se trata de una maniobra orquestada desde los diversos poderes políticos y económicos —siempre reticentes, históricamente, a la existencia de los sindicatos— que se sostiene en sólidos fundamentos o, por el contrario, responde a la realidad porque los sindicatos ya no son capaces de dar respuesta a los problemas sociolaborales de los trabajadores?
Todo indica que ambas preguntas tienen algo de verdad. Y es que, de ser cierto que una gran mayoría opina que los sindicatos “no sirven para nada”, éstos tendrían que replantearse a fondo el papel que juegan en los momentos más recientes. Ahora bien, de entrada no parece que esto pueda sostenerse.
En primer lugar, aunque esas encuestas pueden haber recogido una cierta sensibilidad social contraria a la pervivencia de los sindicatos, es lícito preguntarse sobre el procedimiento seguido por dichas encuestas para llegar a tales conclusiones. Como en otros escrutinios, y dando por correctos los cálculos del volumen y la distribución de la muestra, del margen de error, etc., es importante saber cómo se ha recopilado y qué se ha preguntado a los ciudadanos, pues, según se haya orientado el enunciado de las preguntas, se podrían haber alcanzado otros resultados.
Por ejemplo, ¿la encuesta era específica sobre los sindicatos o trataba de más temas?, ¿qué número de preguntas se incluían y qué se preguntaba exactamente sobre los sindicatos?, ¿en qué lugar del cuestionario se situaban estas preguntas?, ¿existían respuestas abiertas?, ¿cuáles eran?, etc. Éstas y otras interpelaciones sobre la elaboración del instrumento utilizado para recabar la información podrían deparar resultados distintos de los obtenidos en esas encuestas.
En segundo lugar, aun aceptando que el diseño de dicho instrumento se hubieran ajustado a los requisitos de objetividad científica y, derivado de ello, se hubiera detectado que, efectivamente, existe una percepción social de los sindicatos como entes superfluos, no significaría, necesariamente, que muchos de los interpelados deseen prescindir de ellos. Algunas personas pueden defender su inutilidad y, al mismo tiempo, estar afiliadas o votar por un sindicato en las elecciones sindicales, en este caso si se es un trabajador en activo. Es común observar que muchas personas pueden compatibilizan ideas (“los sindicatos no sirven para nada”) con otras que se contradicen con las que se llevan a la práctica.
No obstante, a pesar de todo lo dicho hasta ahora, es posible que dicha percepción pudiera aproximarse a una cierta realidad, aunque llena de matices. La crisis económico-financiera actual se ha encargado de reforzar el desmantelamiento, iniciado ya en los años ochenta, de las bases materiales e ideológicas con las que los sindicatos de clase encontraban el apoyo necesario para afrontar las desigualdades laborales y sociales existentes.
Desde que esas bases declinaron en favor de otras, completamente, opuestas a éstas, la sintonía de los sindicatos con las "nuevas" demandas sociales y laborales planteadas por los jóvenes, pero también por otros no tan jóvenes, se ha quebrado, dando paso a una desafección e inhibición sociales, propicias a la aparición de, entre otras cosas, frases como "los sindicatos ya no sirven para nada". Y eso, paradójicamente, cuando el empleo se encuentra en una situación en la que cabría esperar, más que nunca, la adhesión masiva a la lucha contra las causas que provocan el paro, históricamente encabezada por los sindicatos.
El declive de las ideas críticas contra el sistema capitalista de una parte importante de los trabajadores, pero también de los propios parados y de muchos de aquellos jóvenes, ha facilitado a los poderes económicos y políticos, y a los medios de comunicación que estos mismos controlan, inculpar a los sindicatos, unilateralmente, de la responsabilidad del actual paro masivo, empezando, como ya se ha visto, por eliminar las horas sindicales.
Si bien algunas estrategias dudosas llevadas a cabo por las direcciones de los sindicatos durante las épocas anteriores en relación con las políticas de empleo podrían haber contribuido a un cierto descrédito, también es verdad que, si alguien no es responsable de la destrucción de empleo y del paro masivo existente, éstos son los sindicatos, sino aquellos que pueden crear ocupación —empresarios y, cuando no, el propio Estado— y que, por motivos económicos y políticos, respectivamente, no lo hacen.
Por tanto, aunque una potente socialización regresiva intenta revertir la responsabilidad de la situación económica actual, los sindicatos no sólo "no han servido para nada", sino que han servido, en la medida en que lo han permitido sus escasos recursos, para concienciar y movilizar a los ciudadanos a fin de denunciar a los auténticos causantes de dicha crisis y, con ello, colaborar con otros colectivos para frenar, en la medida de lo posible, las peores consecuencias de la crisis iniciada por aquéllos.


7. “Si no existieran los sindicatos la sociedad tampoco notaría su ausencia”
Este enunciado aún no se ha extendido tanto como los anteriores, aunque, puestos a imaginar lo peor, no es descabellado que, tal como se suceden los acontecimientos, sea sólo una cuestión de tiempo. Se trata de una falacia más que se deriva del enunciado anterior: si los sindicatos no sirven para nada, entonces lo mejor es que desaparezcan.


La hipótesis de una supuesta desaparición de los sindicatos suscita la existencia de, al menos, dos escenarios: el primero sería que, efectivamente, los sindicatos “ya no sirven para nada”, algo que ya se ha intentado desmentir en el anterior enunciado. El segundo, en cambio, haría referencia a que los sindicatos “sí que sirven para algo” y, a pesar de ello, los poderes económicos y/o políticos decidan, sea cual sea la opinión pública sobre ellos, eliminarlos.
Este último escenario plantearía numerosos problemas que habría que resolver. En primer lugar, tal desaparición nos remitiría, aunque con un contexto histórico distinto, a otras épocas del pasado, no tan lejano, en las que, tras ser proscritos, volverían a ser perseguidos, puesto que si “servían de algo” antes de ser prohibidos, es lógico pensar que volverían a luchar para salir de la clandestinidad y exigir, una vez más en la historia, su legalización.
Este escenario no parecería ser “funcional” para el propio sistema capitalista actual, dado el “compromiso” de los poderes políticos y económicos para mantener la democracia formal vigente y, por tanto, de las instituciones básicas que la acompañan, como, por ejemplo, los sindicatos. Ahora bien, es éste un compromiso al que hoy nadie podría asegurarle permanencia, vistos los embates de que son objeto los sindicatos en la actualidad.
En segundo lugar, el cese automático de las funciones que desarrollan los sindicatos, en particular la referida a las relaciones laborales y, específicamente, a la negociación colectiva de los convenios con las patronales y, en su caso, la concertación social con estas últimas y el propio gobierno, quedaría sin efecto. Sin duda, los primeros perjudicados serían los trabajadores, especialmente los de las pequeñas y medianas empresas (las que acogen a menos de 50 trabajadores), en la medida en que son los que más se benefician de la actual normativa que permite extender los logros conseguidos en esa negociación a estos trabajadores, siempre y cuando los sindicatos o, sobre todo, las patronales que los representan se adhieran a tales acuerdos.
Cabe recordar que este tipo de empresa congrega en España a más del 95% del total de empresas. Por tanto, aunque se conservaran el resto de las funciones que desempeñan los sindicatos, la abolición de la negociación colectiva, por sí sola, conduciría directamente a la negociación individual descentralizada, empresa por empresa, con las más que probables consecuencias negativas para las condiciones de vida y trabajo de una gran mayoría de los asalariados, salvo los que, con la negociación individual de su convenio, pudieran obtener, hipotéticamente, más o mejores beneficios, algo que, como se ha venido demostrando durante los últimos treinta años, contrasta con lo que ha sucedido en la realidad.
Pero, además de esas consecuencias directas para los asalariados, la eliminación de los sindicatos conllevaría también otras secuelas. Por un lado, la patronal tendría dificultades para legitimar sus decisiones en ausencia de los sindicatos, al menos en el marco democrático europeo e internacional. Por otro, aumentarían las probabilidades de una quiebra del mismo Estado del Bienestar si, como sería de esperar, los salarios y el resto de las condiciones de trabajo fueran a la baja, comprometiendo el consumo privado y los ingresos públicos del Estado, a no ser que —algo bastante improbable en un marco neoliberal dominante como el presupuesto en esta hipótesis— existiera una intervención de éste que regulara esas condiciones por decreto.
Realmente, si ese hipotético escenario general se aproxima bastante a lo que sucede en la actualidad habiendo sindicatos, es fácil imaginar, más allá de lo relatado hasta ahora, qué acontecería de más si no existieran. Como ya se ha apuntado, la presión contra el Estado del Bienestar repercutiría, necesariamente, en la estabilidad del propio sistema democrático, de modo que, más tarde o más temprano, afectaría no sólo a los sindicatos, sino también a algunos partidos políticos e instituciones democráticas y, quizás, quién sabe, a otros.
No hay que olvidar que, si alguien luchó por la restauración de la democracia en España, fueron sin duda los sindicatos. No fueron los únicos, pero sí los que, junto con otros líderes políticos de izquierdas, más arriesgaron su vida por ella

5 de abril de 2012

CITI Y MERRILL RECIBEN LOS PRESUPUESTOS CON OTRO VARAPALO Y HABLAN DE "INTERVENCIÓN"

ESPERAN UNA ESPECIE DE RESCATE DEL FMI Y EL FEEF


María Igartua. Cotizalia.com
Los Presupuestos de Cristobal Montoro no han pasado el examen de los mercados internacionales, que continúan con su feroz ataque a España. Hoy mismo, Merrill Lynch y Citi han vuelto a la carga. Mientras el primero habla de “terrible panorama” para los inversores, el segundo alerta -por enésima vez- sobre la próxima intervención del país.
“Parece probable que España entre en algún tipo de programa de la Troika este año”, según insiste el equipo de analistas de Citi encabezado por Ebrahim Rahbari en un informe con fecha de este martes. O lo que es lo mismo, el banco de inversión avisa sobre el próximo rescate del país, aunque sea distinto del vivido por Grecia, Portugal o Irlanda, en tanto que España es demasiado grande para caer.
Una suerte de ayuda que pasaría por más apoyo del Banco Central Europeo a los bancos y/o deuda española. Sólo así el país podría seguir “financiándose por su cuenta, al menos parcialmente, en el mercado”, pero “parte de esa financiación va a tener que provenir del Fondo Monetario Internacional y del Fondo Europeo de Estabilización Financiera”.
Por cierto, que la semana pasada Bruselas aprobó la ampliación del fondo de rescate hasta los 800.000 millones de euros, lo que supone que el Mecanismo Europeo de la Estabilidad, cuando entre en vigor en julio, ha reservado 500.000 millones de euros íntegros para un posible rescate de España o Italia.
Y es que en Citi piensan que la recesión va a ser más profunda y larga de “lo que las fuentes oficiales y muchas firmas privadas predicen, como consecuencia de la presión fiscal y por el aumento de las presiones de desendeudamiento del sector privado”.
No obstante, los expertos del banco descartan una reestructuración de la deuda, al menos de momento. Eso sí, "para asegurar la sostenibilidad fiscal, son necesarias medidas estructurales más radicales y, en particular, fiscales. A parte de un sustancial incremento de las provisiones de los bancos, hace falta más capital." Así mismo, "España debe dejar claro que no está intentando seguir los pases de Irlanda en este sentido".


Los mercados internacionales 'suspenden' los Presupuestos
Los analistas de Citi no han sido los únicos que este martes han aprovechado que Montoro presentaba oficialmente los Presupuestos, de los que adelantó el recorte de 27.000 millones de euros y las líneas generales el pasado viernes, para atacar a España. Tal es así que el director de Inversiones de Europa, Oriente Medio y África de Merrill Lynch, Bill O´Neal, aseguraba que "la situación de España es menos tranquilizadora, con una terrible perspectiva económica para este año".
"Es la tónica general fuera de España", explica a Cotizalia.com Javier Ferrer, director de la mesa de renta fija de Ahorro Corporación, "Yo ya no entiendo qué más podemos hacer, si se está haciendo lo divino y lo humano. Los mercados son los que son".
Y sobre qué más se puede hacer, el gurú Nouriel Roubini lo tiene claro: España debe abandonar el euro, junto a Irlanda, Portugal, Italia y Grecia. Lo ha dicho en su columna de opinión del Financial Times.

4 de abril de 2012

CAMERON INICIA LA PRIVATIZACIÓN DE LA POLICÍA BRITÁNICA

Rubén H. Vivancos. Diagonal


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Por desgracia, la capacidad de análisis de algunos supuestos “izquierdistas” se agota en el desahogo y en el regüeldo vengativo. Habrá quienes, como venganza nacida de la rabia ante la violencia policial en las manifestaciones, se alegren de que varios miles de policías británicos vayan al paro, al ser sustituidos por “policías privados” (mercenarios, ya sin eufemismos).

Pero la realidad es que, si la violencia era hasta no hace demasiado tiempo monopolio del Estado (1), esto está ya acabándose. USA utiliza sus mercenarios en las guerras (la de Irak como gran hiperrealidad de esta medievalización social), muchas cárceles eran, en ese país y en otros, privadas,..ahora la policía británica. Ya vimos el ensayo hace años de miembros de la seguridad privada protegiendo cuarteles y edificios públicos en la España del Aznarato.

La consecuencia de ello será una aceleración del extrañamiento de crecientes funciones que hasta ahora realizaba el Estado capitalista a cualquier forma de control público, parlamentario y de los medios de comunicación. No será algo inmediato. Se mantendrán, de momento ciertos controles hasta que, loncha a loncha, se haga verdad que las libertades han sido definitivamente proscritas a manos del capitalismo. Entonces los desahogos a los que antes hacía referencia evidenciarán toda su estupidez. Cuando hayan desaparecido los últimos resquicios de las libertades formales que aún no había asesinado el Estado burgués y éste haya sido sustituido por formidables ejércitos represivos de las multinacionales, dentro de la ley de la selva más monstruosa que recordemos, puede que algunos entiendan la diferencia entre público y privado, incluso ante la represión.

A esa lógica de represión y desaparición de las libertades políticas y civiles pertenecen las declaraciones del Conseller de Interior de la Generalitat de Catalunya, Felipe Puig, pidiendo restringir el derecho de reunión. No tardarán tanto en llegar las leyes de fugas. Puede que cuando ya sea demasiado tarde algunos empiecen a plantearse si abandonar su gandhismo imbécil y reaccionario y responder al poder del capital con el único lenguaje que conoce y, en el fondo, respeta: el de la fuerza

Bueno que, como siempre, me enrollo. Sin más, les dejo con el artículo sobre la privatización de la policía británica a manos del gobierno de Cameron.


CAMERON INICIA LA PRIVATIZACIÓN DE LA POLICÍA BRITÁNICA
Ni la policía se libra de los tijeretazos. La marea de recortes y privatizaciones que recorre Europa en la carrera por la reducción del déficit público se lleva por delante también, en Reino Unido, a los agentes del orden. El premier británico David Cameron ha diseñado un plan para privatizar parte de la policía, plan que se engloba dentro de un proceso de reestructuración de los servicios públicos destinado a adelgazar el Estado del bienestar. Serán empresas privadas las que se encargarán de patrullar las calles, investigar delitos, e incluso detener a sospechosos, lo que podrá dar pie a abusos policiales, según señalan los detractores del plan.

El proceso de privatización se empezará a concretar esta misma primavera. Dos de las principales fuerzas policiales de Reino Unido, en los condados de West Midlands y Surrey, ya han aceptado ofertas de compañías privadas de seguridad para que sean transferidos parte de sus servicios, según fue filtrado a la prensa británica a principios de marzo, lo que ha generado airadas críticas por parte de la oposición y los sindicatos de la policía.

Desde el sindicato Unison, que en Reino Unido agrupa a los empleados públicos, Ben Priestley denuncia que la privatización de las fuerzas policiales es un “experimento sumamente peligroso” que puede traer consecuencias “nefastas” para el país y puede significar un “grave retroceso” en los derechos de los ciudadanos. “Los agentes van a tener menos responsabilidades para con los ciudadanos, a quienes se les será negado el derecho de acudir a la Comisión Independiente de Quejas a la Policía cuando tengan un problema”, asevera Priestley.

Con la privatización, la policía de West Midlands podrá despedir a más de 2.700 agentes en los próximos dos años

El diputado John Prescott, quien fuera mano derecha de Tony Blair, lidera una campaña desde las filas laboristas para frenar la privatización policial. Exige que estas medidas sean sometidas a una consulta popular. “No se puede emprender esta transformación tan descomunal, que supondrá un severo revés en la confianza que los ciudadanos tienen en la policía, sin ofrecer la oportunidad a los electores de expresar su opinión”.

Para Prescott, las medidas privatizadoras, que el gobierno conservador justifica por el actual contexto de crisis económica –ha destinado un 20% menos de presupuesto a la policía este año– significan en realidad un cambio hacia un nuevo modelo que impulsa un deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores. “El sector privado proveerá a la función pública de empleados con sueldos inferiores a los de los agentes, que asumirán sus funciones más rutinarias”, subraya el diputado laborista. Con la externalización de servicios, la policía de West Midlands se ahorrará el sueldo de hasta 2.764 agentes, que podrán perder su empleo en los próximos dos años.

NOTAS:
(1) Weber, Max: “La política como vocación” en “El político y el científico”

29 de marzo de 2012

TRAS EL 29M ¿AHORA QUÉ?

Por Marat

La Huelga General ha sido un éxito indiscutible, por mucho que lo nieguen los piquetes tóxicos antihuelga de la patronal, su gobierno natural y la Brunete mediática que les acompaña.

No quiero dejar pasar la ocasión sin felicitar a la clase trabajadora del Estado español, a los huelguistas y al conjunto del movimiento sindical, con la excepción de algunas siglas de esquiroles organizados como la CSIF. Para estos todo mi desprecio.

El éxito de la huelga tiene un mérito extraordinario si tenemos en cuenta que


1) Los piquetes de la patronal CEOE y de sus empresas asociadas se han dedicado a intimidar, coaccionar, atemorizar, chantajear y amenazar a sus empleados que secundasen la huelga. Cientos de blogs y los propios sindicatos se han hecho eco de cuáles han sido esas empresas, por lo que son fácilmente identificables las más de 1500 grandes empresas denunciadas, sólo la punta del iceberg del matonismo empresarial. En el caso de las PYMES la presión a no secundar la huelga es aún mayor. El aliento del patrón la sienten de contínuo sobre sus cogotes los trabajadores precarios que ya están padeciendo la Reforma Laboral.

2) Ha carecido de medios de comunicación masivos que la apoyen. La práctica totalidad, con la excepción del digital del rotativo ya desaparecido, Público, cuya plantilla amenazada de despido secundó la huelga, ha intentado la desmovilización de los trabajadores, afirmando la inutilidad de la huelga, la inevitabilidad de las medidas antisociales y de la Contrarreforma Laboral del gobierno del PP, el carácter antipatriótico de los huelguistas y ha llenado de insultos a los líderes sindicales y a sus organizaciones.

3) El Gobierno del PP ha intentado la desmoralización de quienes deseasen secundar la huelga afirmando su mantenella y no enmendalla; esto es, la inamovilidad de su posición y el carácter intocable de la Reforma.

4) La reproducción del discurso ideológico de la clase dominante por parte de muchos trabajadores, carentes de conciencia de clase, les ha llevado a asumir como propios los intereses de sus enemigos de clase, los capitalistas, y a atacar a las organizaciones naturales de los trabajadores, los sindicatos. Bajo el discurso de descalificación de los sindicatos mayoritarios se buscaban indecentes excusas para no secundar la huelga general. Lo importante para ellos dejaban de ser, de este modo, las razones de la huelga para justificar su rechazo a la misma por sus convocantes más conocidos, a pesar de que fuesen decenas las organizaciones sindicales que, desde diferentes territorios del Estado, la apoyasen. Es claro que, para estos analfabetos políticos, el problema no son CCOO ni UGT sino cualquier cosa que huela a sindicato. Se trata del tipo de tontos útiles que culpan a los sindicatos de la ruina del país pero jamás critican a los capitalistas, a los que secretamente admiran y respetan. Si la huelga la hubiera convocado el sindicalismo alternativo, se hubieran negado a seguirla en base a la excusa de su falta de representatividad. Cuando se nace con moral de esclavo, las cadenas se antojan collares de oro.

5) La propia actitud pusilánime de CCOO y UGT ha tenido cierto efecto disuasorio respecto al seguimiento de la huelga. Ambas organizaciones se han mostrado empeñadas en un planteamiento del conflicto de perfil bajo, repitiendo de forma machacona su voluntad de diálogo y negociación con el gobierno, de acuerdo a un modelo sindical que la muerte del Estado del Bienestar y del pacto social han enterrado ya –al menos desde las posturas de la patronal y su gobierno- y pactando servicios mínimos para evitar que se los impusiesen. A esta huelga debiera haberse ido a cara de perro, sin otra voluntad que la de exigir la retirada de la Reforma Laboral y el fin de los recortes sociales y sin pactar ningún servicio mínimo que no sea el de algunos servicios esenciales (sanidad, bomberos y muy poco más). Asumir posturas contemporizadoras significa partir de una posición débil que no da suficiente confianza de vencer a quienes deben apoyar la huelga en un contexto social y de realidades personales especialmente difícil.

6) El papel esquirol y revienta -huelgas que una parte de los “indignados” –no todos, por supuesto- ha venido haciendo en los meses y semanas previos a la huelga, entre ellos la plataforma DRY, que se sumó a la misma a regañadientes sólo 9 días antes de su realización y como consecuencia de la presión recibida desde amplios sectores, incluyendo a una parte de sus propias bases. La cínica disculpa de que necesitaban tiempo para discutirlo internamente, cuando ante otras cuestiones han sido mucho más rápidos en sus debates, trataba de ocultar su deseo de ganar tiempo para no dar su apoyo al paro. Por otra parte, en el entorno del M 15M no ha sido inusual encontrar un discurso tanto solapado como abiertamente antihuelga, más centrado en el ataque a los sindicatos que más capacidad tenían de sacarla adelante que en razonar los motivos de la huelga. En otros casos, bajo el aparente radicalismo de que una huelga de 24 horas no servía para nada justificaban una parte de los simpatizantes y miembros de dicho movimiento su rechazo a la misma. El sustrato ideológico pequeñoburgués que está en la base de este movimiento explica ese tipo de posturas de apariencia radical, en ocasiones, y posiciones políticas reaccionarias, de fondo.

Por estos formidables obstáculos que la huelga general llegase a realizarse, en un contexto de miedo a perder el puesto de trabajo por las represalias empresariales, de pesimismo como excusa para la desmovilización social, de ataques brutales desde los más variados y diversos frentes, ha sido un éxito. Y que la huelga haya paralizado sectores clave de la actividad económica del país ha sido un éxito aún mayor.

Pero la huelga ya ha finalizado.
Es el momento de preguntarse qué hacer al día siguiente de la misma porque las razones que la han justificado siguen ahí y las agresiones contra la clase trabajadora y los sindicatos van a continuar y, no lo duden, se harán más y más salvajes según vaya profundizándose la crisis y acercándose el momento de quiebra definitiva de la economía española, que entrará en este semestre en una nueva fase más aguda de depresión. Cada medida antisocial de este gobierno acelera y da bríos a una profundización en el camino de la quiebra y el rescate.

En primer lugar, es necesario romper con, denunciar y combatir el discurso de conciliación de clases y de interés nacional. El pretendido “interés nacional” es una trampa para cazar osos, el instrumento más cínico para imponer a los trabajadores el sacrificio de las consecuencias de una crisis que no han provocado ellos sino los capitalistas.

Este discurso de conciliación de clases tiene un doble origen:

a) Por un lado, el de los propios capitalistas y su partido natural, el PP, que nos hablan de la inevitabilidad y la necesidad de las brutales medidas contra la clase trabajadora. Frente a ello hay que decir que sus salvajes políticas son inútiles para recuperarse de la crisis fiscal de los Estados y de las economías nacionales porque debilitan el consumo y ello incrementa el desempleo y profundiza la propia crisis económica. El único objetivo que tienen la Reforma Laboral y los recortes sociales en educación, sanidad, pensiones,...es el de derrotar a la clase trabajadora, desarmarla de derechos, debilitar su capacidad reivindicativa y empobrecerlos para enriquecer a los grandes capitalistas. Nunca los ricos han sido tan ricos ni los pobres tan pobres. En la Europa de los mercaderes está surgiendo un Tercer Mundo en creciente expansión. Grecia es la vanguardia pero pronto España será uno de sus mejores alumnos.

b) Por otro lado, el discurso de los reformistas y los grandes sindicatos, que pretenden un equilibrio en la exigencia de sacrificios y un impulso a la economía a partir de la iniciativa pública de los Estados. Esa iniciativa ya se ha dado repetitivamente...para salvar a los bancos y para ayudar a grandes corporaciones empresariales. Hay que decirlo alto y claro: no hay salidas a la crisis capitalista dentro del capitalismo, ni por la vía liberal ni por la vía keynesiana (1). Esperar a la salida de la crisis y, posteriormente, a una recuperación que devuelva a los trabajadores los derechos hoy robados es tan inútil como esperar a Godot.

Desde lo anteriormente expuesto, pretender un pacto social que redistribuya equitativamente el peso de la crisis es, además de estúpido, una traición de clase propia de cobardes. Y un discurso que ya no se corresponde al nuevo ciclo sociopolítico generado por la crisis capitalista, el cuál nos devuelve retrospectivamente a una dialéctica de clases propia del siglo XIX. Entre otras cosas, porque el capital, y su gobierno, ya no quieren el pacto social. LO QUIEREN TODO. Y aceptar, sin luchar la dominación de clase que se nos impone desde el terrorismo de los capitalistas es una salida propia de idiotas y suicidas.

Si se asume la certeza de esta perspectiva, es de prever un largo ciclo de luchas sindicales sostenidas en el tiempo. La brutalidad de los recortes que el gobierno del PP nos va a imponer a los trabajadores a través de los más draconianos Presupuestos Generales del Estado que hayamos conocido desde la mal llamada transición política va a ser el elemento convocante de las siguientes movilizaciones, protestas y luchas laborales de este 2012. Pero esto es sólo “el principio del principio”, como en Diciembre pasado señaló la portavoz del Gobierno Soraya Saénz de Santamaría ante las primeras medidas “anticrisis” del equipo Rajoy.

La terca realidad se impone. Será ella la que irá radicalizando las posiciones de los grandes sindicatos mayoritarios –no la voluntad de sus ultrarreformistas dirigentes, que continúan mendigando diálogo-, de sus bases y, en consecuencia de amplios sectores de la clase trabajadora. No puede ser de otro modo puesto que los capitalistas y su gobierno natural han dinamitado el territorio del sindicalismo de concertación. Ya no hay espacio para el pacto social porque nada quieren ofrecer, ni siquiera prebendas para las cúpulas sindicales.

La realidad es dinámica. Todo cambia, nada permanece. Los sindicatos, no pueden ser, por definición revolucionarios porque sus objetivos son inmediatos y se centran en las condiciones de trabajo y salariales de los trabajadores pero sí pueden llegar a ser combativos. Tras la larga modorra de la conciencia de clase que generó el Estado del Bienestar y su ficción de que todos éramos “clase media”, se abre un período en el que se dan las condiciones objetivas para la recuperación de esa conciencia de clase entre los trabajadores. Es la crisis económica, como afirmaba el marxista Georg Lukcács, la que la instiga, aunque la labor ideológica es un complemento imprescindible.

Pero por mucho que quepa esperar, a medio plazo, un giro a la izquierda en las posiciones de los sindicatos mayoritarios, éste corre el peligro de ser espoleado por un mero oportunismo nacido de la necesidad de supervivencia de las cúpulas sindicales, ante el emerger de movimientos desde la base para provocar dicho giro.

Para evitar dicho riesgo, la posición más coherente desde el sindicalismo situado a la izquierda de CCOO y UGT no puede ser la de separarse de las bases de ambas organizaciones sino la de impulsar una unidad de acción que fuerce la solidez de la radicalización que previsiblemente va a darse en este nuevo ciclo de las luchas de los trabajadores.

En el llamado sindicalismo “alternativo”, referente de los indignados, hemos visto la tentación, durante las movilizaciones que prepararon la Huelga General y durante esta misma, de separarse de las acciones que debieran haber sido conjuntas para permitir una toma de contacto con esas bases sindicales de CCOO y UGT que, en buena medida, están a la izquierda de sus direcciones. Ello no sólo no beneficiaba a la huelga sino que, de hecho, la debilitaba, al dar excusas a quienes no tuvieran clara la necesidad de secundarla, de un movimiento sindical dividido, en el que cada tribu india actúa por sus lado y frecuentemente lanzándose flechas unas a otros.

De sus direcciones podemos pensar muchas cosas, creo que muy pocas buenas, pero marchar en las luchas divididos, no sólo debilita al conjunto del movimiento sindical sino a una clase trabajadora necesitada de demostraciones de la fuerza de la unidad en los momentos decisivos de la lucha.

En otras muchas cuestiones esa unidad de acción es casi imposible, salvo que se caiga en un acriticismo seguidista de la acción sindical que en muchas empresas vienen practicando de largo los sindicatos mayoritarios. Pero en esta cuestión nadie está capacitado para tirar la primera piedra.

Pero en lo fundamental, en parar las agresiones más brutales al conjunto de la clase trabajadora, no marchar juntos en los piquetes, en las movilizaciones, es renunciar a izquierdizar, por contacto, a las bases de sus sindicatos, impulsando una dinámica que imponga una combatividad basada en la convicción ante el giro y no en el oportunismo.

De lo contrario, si a unos se les puede acusar de nostálgicos del “pactismo” a otros es posible hacerlo de sectarios.
No están los tiempos para caer en la estupidez de las liebres de Iriarte que, discutiendo si eran galgos o podencos...“En esta discusión acalorada estaban cuando los perros —galgos o podencos— se les echaron encima, dando buena cuenta de ellas.” (2)


PS: Al vuelo de las últimas reflexiones de este texto sugiero la lectura del interesante artículo “¿A DÓNDE NOS LLEVA EL “ALTERNATIVISMO” DE LA IZQUIERDA SINDICAL?” (3)



NOTAS:
(1) http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2012/01/contra-keynes-y-los-keynesianos.html
(2) Iriarte, Tomás. “¿Galgos o podencos?”
(3) http://arevolucionarianopasaran.wordpress.com/2012/03/25/panfleto-a-donde-nos-lleva-el-alternativismo-de-la-izquierda-sindical/

28 de marzo de 2012

DE CÓMO EL SEÑOR ARTURO GONZÁLEZ (PÚBLICO) HACE EL RIDÍCULO

Por Marat

Tras la lectura del texto correspondiente al miércoles 28 de Marzo, titulado “LA GENTE PASA” (1), que les pido que lean por su tono de desarme de las luchas, del periodista Arturo González, enfant terrible que gusta, mediáticamente, de hacer tal papel en los medios de comunicación, me quedó el deseo de respuesta a una columna en la que no soy especialmente prodigo en comentarios.

El motivo de la respuesta fue la preocupación que me dejó un artículo profundamente derrotista, pusilánime, pesimista y desmovilizador en un momento en el que necesitamos especialmente del “optimismo de la voluntad” del que nos habló en su día el extraordinario Antonio Gramsci.

El texto del comentario que en ese momento le envié fue el siguiente:

“Menos mal, señor González, que al final, en su último párrafo ha llamado usted a la resistencia porque, de lo contrario, su texto se quedaría en un lloro de plañidera.
Parece que dentro de la izquierda el lamento del tanguista es algo que se ha puesto de moda. Sin ir más lejos, Julio Anguita acaba de hacerlo recientemente en su artículo "¿DÓNDE ESTAMOS?". Creo que ese diagnóstico pesimista, llorón, tremedista, desolador, es cierto como foto fija. Pero es una gran falacia cuando sirve a lo contrario de lo que pretende: el fatalismo resignado al que critica. A estas alturas todos hemos hecho ya alguna vez ese ejercicio masoquista.
Debiéramos interrogarnos bajo la clave de esa pregunta romana "Qui prodest?" (¿A quién beneficia?) A la clase trabajadora, desde luego, no -ya estoy hasta las narices de ese "ciudadanismo interclasista, pequeñoburgués y 15-Memo- Seguramente nos falta la prognosis acertada y la herramienta (una izquierda que, de verdad, lo sea) pero le aseguro que, lo mismo que la realidad es dialéctica, el mundo no se detiene y llegará el día en que, una vez que el capitalismo haya traspasado las barreras de los trabajadores consideramos infranqueables en esta Europa que las clases medias acomodadas y hoy "indignadas", la rebelión será imparable. Así ha sido en otros momentos históricos y nada dice que la historia haya acabado. Hasta Fukuyama se arrepiente un tanto de las tonterías que un día escribió.
Como Gramsci opongo "frente al pesimismo de la razón el optimismo de la voluntad", entre otras cosas porque es mucho más útil para cambiar el mundo. Y cambiar el mundo hoy como ayer pasa por destruir- sí, destruir, con la violencia constructora que ello implica- el capitalismo. Así lo creía cuando a mis 14 años me convertí en un joven comunista y así lo creo, más aún, hoy a mis 50.
Por cierto, Marx nunca se fue. Sólo que ahora la realidad que describió en su siglo se nos antoja una fotografía más próxima de la muestra. Recomiendo la lectura de la obra de su amigo y compañero Engels "la situación d la clase obrera en Inglaterra". Explicaría bastante porqué a él y a Marx les gustaba tanto Dickens y la vuelta de Dickens en este segundo aniversario de su nacimiento.
De momento, la tarea que toda la clase trabajadora española tiene mañana es la Huelga General (http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2012/03/ahora-mas-que-nunca-la-huelga-si.html y http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2012/03/la-huelga-companero_28.html) Pasado mañana la tarea será la de continuar las movilizaciones hacia una larga lucha sostenida de derribo del capitalismo. Ah, por cierto, a los esquiroles que buscan excusas para no ir a ella les apunto una lectura interesante (si saben leer, y entender, que lo dudo poderosamente): http://www.rebelion.org/noticia.php?id=146990&titular=decálogo-de-mentiras-contra-la-huelga-general-

Pasadas 5 horas sin que mi comentario entrase (enviado a las 10 de la mañana del miércoles 28 de Marzo),, y tras la entrada de todo lo habido y por haber en comentarios enviados más tardíamente, decidí darle respuesta, esta vez harto ya de anteriores censuras, con el encabezamiento siguiente:

“El señor González ha de ser, necesariamente, divino, a tenor de la libre arbitrariedad con la que decide quién/es escribe/n en su nube. Hace unas 5 horas mandé un texto que aún no he visto publicado, sin que encuentre las razones, aunque no se me escapan los motivos: no bailarle el agua, ni formar, tampoco, parte de su grupo de pelotas.
El señor González es caprichoso. Yo también. Arbitrario. Ahí no coincidimos. Yo suelo mantener el mismo criterio para decir sí o decir no. En este caso, creo que no coincide con los motivos por los que otras veces ha aceptado mis comentarios ni con aquellos por los que en otras ocasiones los rechazó, ya que no fue ésta la única, ni mucho menos. Sus caricias “democráticas” son similares a las de Ignacio Escolar. Sólo que las de éste son más permanentes: desde hace unos 10 meses.
Señor González, puede usted publicar el texto que me ha censurado o bien irse a la mierda; a pie o a caballo, como prefiera.
El texto CENSURADO era éste:”

El resto del texto es el mismo que envié con anterioridad.

Soy bronco y directo en mis expresiones y modos de argumentar. No pido, por tanto, comprensión ni tampoco empatías que yo mismo no esté dispuesto a conceder.

Ahora bien cuando uno se encuentra en el enlace http://blogs.publico.es/arturo-gonzalez/2012/03/28/la-gente-pasa-2/, que en la sección de notas se reproduce también, las siguientes respuestas a mis dos envíos

· #148 Comentario por Arturo González
28/03/2012 15:33
Para JPMarat: 1. No se había recibido ningún txt o suyo

· #151 Comentario por Arturo González
28/03/2012 15:37
Para JPMarat: 1. No se había recibido ningún texto suyo y por tanto no había sido censurado. 2. Ahora sí, pero ahora es censurado no por el texto, sino por sus soeces comentarios previos. Por tanto, sea usted muy feliz y hasta nunca.

no es extraño preguntarse ante qué tipo de sujeto se encuentra uno.

Alguien que acusa a otra persona de soez sin permitir que se conozcan los motivos de tal epíteto, que antes ha censurado su comentario y que se permite la prepotencia de decidir qué es de su gusto y qué no debiera ser desenmascarado en su supuesto izquierdismo.

Yo mismo he censurado en mi propio blog algunos comentarios que he considerado más que fuera de lugar pero, en ese caso, no les he dado respuesta; más que nada por no ponerme en evidencia. El colmo de ser un fascista no es el de negar la palabra. Es el de condenar algo que otros no conocen. Pone en evidencia a su autor.
El señor Arturo González es uno de esos izquierdistas a los que IU les parece demasiado rojo, cuando tantos lo consideramos excesivamente reformista (sus ataques justifican mi respeto a una organización con la que dejé de identificarme hace 22 años), que cree que la figura de Juan Carlos I no es tan censurable porque, al fin y al cabo, no representa algo de mayor importancia, o que considera revolucionario que los banqueros (¡ay los banqueros sin otros capitalistas a los que denunciar!) paguen más, sin preocuparle en absoluto la explotación que representan las condiciones sociales de producción. Todo un ideólogo para el 15-M y Democracia Real Ya, siendo estos últimos los que han estado esperando hasta la última semana para decidir si apoyaban la Huelga General del jueves 29-M,. después de haber estado agrediendo a quienes más capacidad tenían para convocarla. Tampoco esperaba yo más del émulo de Maria Antonia Iglesias, la falangista del PSOE en Tele 5.

Al final, este desahogo mío tiene mucho de crítica a las formas porque soy un convencido de que la ética tiene mucho que ver con la estética. Del mismo modo en que creo que la apisonadora de tener la última palabra contra alguien que al no se ha permitido saber porqué se les responde es propio de fascistas, tengan de sí mismos la imagen que tengan.



NOTAS:
(1) http://blogs.publico.es/arturo-gonzalez/2012/03/28/la-gente-pasa-2/

A LA HUELGA COMPAÑERO

27 de marzo de 2012

¿A DÓNDE NOS LLEVA EL "ALTERNATIVISMO" DE LA IZQUIERDA SINDICAL?

No Pasarán. Kaos en la Red

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:

Descartando el lenguaje bronco del texto que les adjunto, que insiste en explicar la deriva ideológica de las direcciones de CCCCO y UGT como causada por un comportamiento “traidor”, y que parece ignorar la relación dialéctica entre clase, bases sociales del sindicalismo y momento histórico en cada ocasión, como explicaciones de cuáles son las prácticas de los dirigentes, el citado artículo me parece un intento apreciable de buscar una posición correcta ante la Huelga General del próximo jueves 29-M y las luchas venideras.

Debieran tomar nota de ella los revolucionarios de hojalata, una parte –no toda- del sindicalismo “indignado” y sus perroflautas de clase media y pseudoizquierdismo con fondo antiobrero, antisindical y realidad que acaba confluyendo en posturas abierta o camufladamente antihuelga, propias de esquiroles.

Sin más les dejo con un texto que tiene algo de paja pero mucho y muy interesante grano.

¿A dónde nos lleva el “alternativismo” de la izquierda sindical?
En las semanas de preparación de esta huelga general se ha abierto un importante debate sobre la política que debemos tener los sectores más combativos del movimiento obrero de cara a pelear contra la política de las direcciones de CCOO y UGT.


Toxo y Méndez son los principales responsables de que los trabajadores estemos viendo cómo la ofensiva patronal, del PSOE, el PP y CiU avanza contundentemente. Ahora quieren “negociar” la Reforma Laboral, y es muy posible que después del 29M quieran hacer como en 2010, cuando tras el 29S se sentaron con ZP y pactaron el “Pensionazo”.

Para derrotar a estas direcciones e imponer una verdadera alternativa ¿Qué podemos hacer los sectores combativos y de clase del movimiento obrero?

¿Unidad sin crítica con las direcciones de CCOO y UGT?
Esto es justamente lo contrario a lo que debemos hacer. Es necesario que los trabajadores enfrentemos unitariamente a la patronal y el Gobierno, pero esto no es sinónimo de una “unidad sindical” en la que la crítica a las direcciones pactistas y traidoras esté ausente. Al contrario, los sectores combativos debemos luchar unitariamente con el resto, pero sin dejar de dar lucha política a los dirigentes vendidos, a los procesos de negociación trampa, los acuerdos traidores... y planteemos una alternativa de lucha a sus planes de acción que se suelen quedar en los “simbólico” o la pataleta.

La política de la IAC en el conflicto de funcionarios, sentándose a negociar con la Generalitat junto a los dirigentes de CCOO y UGT, sin salirse ni un milímetro de la hoja de ruta marcada por éstos -sin jornadas de huelga, ni unidad de los distintos sectores...- es un ejemplo de la unidad que no ayuda a avanzar el levantar una verdadera alternativa de lucha.

Más escandalosa fue la política de CGT-metro en la huelga fallida de TMB, poniéndose a la cabeza, junto a los delegados del Comité de CCOO y UGT, para romper la unidad con los buseros y levantar la huelga. Una actitud abiertamente traidora.

¿Separarse de las bases de CCOO y UGT?
En el otro extremo está la política de querer separarse por completo de las manifestaciones, piquetes y demás protestas en las que participan los trabajadores que hoy por hoy dirigen CCOO y UGT. Son estos sectores obreros los que pueden parar el país. Separar a los sectores más combativos de ellos sólo beneficia a la burocracia sindical, que así se siente menos cuestionada. Conseguir que éstos sectores o una parte significativa de ellos, junto a la izquierda sindical y los sectores más explotados que no están en ningún sindicato, confluyan en una política de clase y combativa, es clave para acabar con el nefasto papel que hoy juegan los Toxo y Mendez de turno.
La CGT, CNT y otros sindicatos han optado por manifestarse separados el 29M. Así el mensaje de “negociar” la Reforma laboral -que muchos trabajadores de CCOO y UGT tampoco comparten- es más difícil que sea contestado en las manifestaciones donde marchará la mayoría de los que hoy han hecho posible la huelga.

Esto también se expresa en una política de “alternativismo” en los piquetes. Para no hacerlos en común con trabajadores de CCOO y UGT, muchas organizaciones prevalecen los piquetes de barrio, olvidándose de que hay millones de trabajadores de PYMES, ETT, subcontratas... que necesitan piquetes en los polígonos y empresas para poder garantizar su derecho a huelga. El querer “separarse” de los trabajadores de CCOO y UGT les lleva a hacerlo también de una tarea crucial: lograr que los sectores más explotados de la clase obrera puedan avanzar en organizarse, hacer huelga...

¿Hacer de esquiroles en la “huelga de CCOO y UGT”?
Llevada hasta el final esta política de “separarse” puede llevar a posiciones abiertamente reaccionarias, que de hecho se sitúan al lado del Gobierno. Nos referimos a aquellos sindicatos y sindicalistas que están dispuestos a que una protesta como la de hoy, una Huelga general, no salga para así “castigar” a los dirigentes de CCOO y UGT. Lo que olvidan es que la más castigada sería la clase trabajadora, y los más beneficiados Rajoy y la patronal, e incluso Toxo y Méndez que tendrían la “excusa” perfecta para no volver a convocar ninguna otra protesta.
Esta política ya la vimos en 2010, cuando Solidaridad Obrera decidió no convocar la huelga del 29S, lo que tuvo nefastas consecuencias en el metro de Madrid donde tienen peso. En esta ocasión esta misma posición ha sido defendida por un conocido dirigente de la CGT en TMB-buses -no por la sección sindical de la CGT que ha dejado claro que sí están por la huelga- consiguiendo que asambleas poco numerosas la refrendaran (sumando los votos de los “sectarios” a los de los “esquiroles” de siempre).

Por una verdadera alternativa de clase y combativa
Es necesario y urgente levantar una verdadera alternativa a las direcciones de CCOO y UGT. La izquierda sindical tiene la oportunidad y la responsabilidad de ponerse a la cabeza de esto, pero de momento la política que llevan adelante sus dirigentes no apunta en esta dirección.

Es necesario desterrar todo el “sectarismo” que lleva a confundir el enemigo, a equiparar a Toxo y a Méndez con los cientos de miles de trabajadores que están afiliados o votan las listas de CCOO y UGT en las empresas. Igualmente hay que combatir las políticas de “unidad sin crítica” o el esquirolaje con palabrería izquierdista, ambas políticas son abiertamente contrarias a los intereses de los trabajadores.

Hay que buscar la confluencia con las bases de las centrales mayoritarias que empiecen a romper con la política de sus dirigentes, e impulsar una práctica alternativa desde las empresas. Promover asambleas, que los sectores con más derechos asuman todas las reivindicaciones de los más explotados, que ayuden a su organización... y desde ahí discutir e imponer un plan de lucha contundente que destierre las negociaciones trampa, hasta derrotar la Reforma laboral y todos los recortes.

Agrupación Revolucionaria No Pasarán Clase contra Clase junto a jóvenes y trabajadores revolucionarios

10 de marzo de 2012

AHORA MÁS QUE NUNCA: A LA HUELGA, SÍ

Por Marat

1.-De las razones de la Huelga, que no debieran siquiera tener que enunciarse:
De todas las Huelgas Generales realizadas en el Estado español desde el inicio de la mal llamada transición política ninguna ha estado tan justificada como ésta, estándolo más que sobradamente todas las demás anteriores.

El escenario sociolaboral español ha cambiado de modo tan profundo y radical que no llevar a cabo esta huelga el próximo 29 de Marzo sería el mayor suicidio que tanto la clase trabajadora como el conjunto del movimiento sindical podrían realizar.

A esta Huelga General los sindicatos y los trabajadores no vamos porque creamos que debemos ir sino porque sabemos que no tenemos otro remedio que ir. No hacerlo sería afirmar y dar por buena nuestra nueva condición de esclavos reducidos a la penuria económica en beneficio de los grandes capitalistas, los plutócratas y el capital financiero.

La Reforma Laboral que justifica sobradamente la convocatoria de esta Huelga General, que debiera ser indefinida si no es porque la realidad de la clase trabajadora española y de su sindicalismo es la que es, marcará un antes y un después en nuestras vidas, hasta el punto de devolvernos a una realidad que desconocíamos y que sólo nuestros abuelos y padres, en el caso de los que somos más viejos, conocieron.

No ir a esta Huelga General significaría traicionar nuestra condición de trabajadores, dar por buenas todas las medidas que se han tomado y que están previstas contra nosotros y aceptar nuestra derrota por anticipado sin siquiera haber hecho un mínimo amago de lucha y resistencia.

Renunciar a una de las pocas armas de autodefensa que tenemos los trabajadores –la huelga-, que ya tienen previsto recortar los empresarios y su gobierno natural, significaría decirnos a nosotros mismos que no nos basta con estos cuatro años de resignación borreguil que llevamos practicando sino que deseamos, que necesitamos, que exigimos, el palo y el látigo como instrumentos de relación del poder económico con nosotros.

No secundar esta Huelga General del 29-M significaría aceptar que se despida a los padres para contratar a precio de saldo a sus hijos que deberían aceptar sin rechistar un nuevo marco de relaciones laborales en el que los derechos del trabajador ya no existen y el despido es parte del libre capricho del empleador.

Negarse a ir a esta huelga es poner nuestras cabezas bajo la cuchilla de la guillotina de un empresariado que ya no tendrá ningún límite a aplicar despidos individuales y colectivos a los que Magistratura de Trabajo considerará, de partida, siempre procedentes.

Rechazar esta huelga significará avanzar cien mil pasos hacia una individualización de las relaciones laborales, ya que predominarán los convenios de empresa, donde las negociaciones se adaptarán, como nunca lo hicieron antes al “sí señor”, por encima de los de rama o sector. En esa individualización de las relaciones laborales se hará más cierto que nunca que no existe un libre acuerdo entre iguales –nunca lo han sido patrón y trabajador- sino la conocida imposición del “esto son lentejas...”. ¿Se imaginan las posibilidades no de negociar un convenio, sino de defender condiciones de trabajo, de despido, de respeto al trabajador, en una pequeña empresa en la que no exista representación de los trabajadores y en la que ya no será posible acogerse a un convenio de sector o rama productiva? Por cierto, la Reforma Laboral permite también al empresario saltarse los acuerdos de empresa casi en cualquier situación ordinaria en cuanto se invente una causa económica, técnica o productiva. Lo dicho: las relaciones laborales seguirán más que nunca el principio de “esto son lentejas”

No participar en esta Huelga General es permitir que se institucionalice la figura del mobbing, al dar carta blanca al empresario para degradar de categoría al trabajador, obligarle a realizar tareas que no le corresponden por su categoría profesional o desplazarle geográficamente a donde aquél considere oportuno en cada momento. Y le permitirá hacerlo con la ley de la Reforma Laboral en la mano.

No estar en Huelga General el 29-M es considerar que el trabajador no tiene derecho a ponerse enfermo y aún menos derecho si es una gripe un poco complicada, cuya convalecencia llegue a los 10 días, porque será motivo de despido por causas objetivas; es decir, de forma indisutible, para que nos entendamos.

No apoyar esta Huelga General significa dar una puñalada trapera a la capacidad de representación de los intereses y derechos de los trabajadores por parte de los sindicatos. Y eso no es otra cosa que atentar el trabajador contra sí mismo, contra su derecho a protegerse de los abusos empresariales.

Podría seguir enunciando los cientos de motivos que esta Reforma Laboral del PP da para ir a la Huelga General, entre otros que no es una reforma pensada para crear empleo sino para lograr la más brutal vuelta de tuerca de los capitalistas contra los trabajadores y lograr, de este modo, que disciplinadamente acepten estos salarios de miseria, despidos casi gratuitos, explotaciones laborales odiosas y humillantes y la mayor transferencia que han conocido los tiempos de las rentas del trabajo a las del capital. Todo eso con una disciplina en la empresa de preso condenado a galeras.

Pero insistir en la Reforma Laboral como motivo para la ir a la Huelga General sería un modo de ocultar que hay infinitas más razones para hacerlo.

Vivimos tiempos en los que el capital ha decidido que los trabajadores habíamos disfrutado de demasiados derechos. A la educación gratuita (que nunca lo fue del todo), a una sanidad pública, que han arruinado para enriquecer a sus amigos de las mutuas, a una jubilación que nos proteja de los peores temores de la vejez, que ya amenazan como insostenible. A unos servicios sociales que protegieran y cuidaran de los desfavorecidos.

Acabar con todo eso que comúnmente conocemos como Estado del Bienestar es una oportunidad de negocio privado para el poder económico que siempre hipotecó nuestras vidas pero que ahora lo hace con total impunidad.

Lo que el empresariado busca es colocar a la clase trabajadora en su sitio. Ese del que, en su opinión, nunca debimos salir, el que corresponde a los subordinados que no hemos mejorado nuestra condición porque no nos esforzamos y no somos como esos chicos master de clase media emprendedores, el que corresponde a la plebe que, en su opinión, somos.

Nada para comprenderlo como leer a Salvador Sostres, en El Mundo. Las columnas de este misógino filonazi, que odia a las mujeres (1) quizá como a su propia madre, son todo un editorial ideológico de lo que la derecha –sí, la derecha del PP- y la clase capitalista a la que representa tienen pensado para nosotros los trabajadores:

“Lo que los empresarios necesitan es que los dejen en paz. Que dejen de ahorcarles con impuestos, que dejen de molestarles con absurdas regulaciones y demenciales burocracias. Que dejen de ponerles bajo sospecha y que alguien, de vez en cuando, les dé las gracias por pagarlo todo y hacer posible que el invento funcione. Y sobre todo, necesitan poder adaptar su empresa a cada momento, adelgazándola sin coste cuando la situación económica no permita excesos. Es imprescindible que las empresas puedan hoy despedir sin arruinarse, porque así podrán sobrevivir y volver a contratar cuando el susto pase. 33 días por año trabajado es una barbaridad. 20 días por año trabajado continúa siendo un disparate.


La gente tiene que interiorizar que va a cobrar una parte del beneficio que genere y que éste es el único trato. Ni despidos improcedentes ni días personales. Un empleado es un proveedor como otro cualquiera. Tanto aporta, tanto cobra. Y si quiere vacaciones, que se las pague. Y si quiere un seguro médico, que se lo pague. Y si quiere poder retirarse a una edad, que contrate un plan de pensiones, y que también se lo pague. Yo le pago a usted su trabajo, y basta. Yo me casé sólo con mi mujer y a usted no le debo nada”. (2)

Frente al ataque más salvaje que ha sufrido la clase trabajadora sólo nos queda la rebelión y la Huelga General no como punto y aparte sino como punto y seguido de una respuesta colectiva que diga alto y claro que no podrán imponernos la dictadura capitalista, ya sin la máscara de “capitalismo de rostro humano”, que tanto añoran algunos que se indignan hoy sin haberse indignado antes, sin encontrarnos en frente y dispuestos a pelear.

En esta España que sufre el pánico hacia lo que los cursis llaman el ataque de los mercados, y que no es otra cosa que la vieja rapacidad capitalista, llevamos demasiado tiempo sintiendo miedo de tener miedo, recitando entre dientes el “Virgencita, que me quede como estoy”, esperando inútilmente una recuperación económica que no esperan los propios capitalistas porque saben que no se recuperará el consumo a crédito y no se plantean el crecimiento sino sólo la supervivencia de los más poderosos. Cerca de cinco millones y medio de parados y Amancio Ortega, el empresario modelo, se aupa al quinto puesto de la lista Forbes de los más asquerosamente ricos del mundo.

Este capitalismo, en su etapa senil, morirá matando. Los hombres más ricos del mundo ya no piensan en la supervivencia de su estirpe, ni en el futuro de su camada. El negocio para ellos es hoy, no dentro de cinco minutos y, en esa espiral enloquecida, saben que su ganancia reside en nuestra miseria, la de los trabajadores. Dos horas más de trabajo no remunerado, un despido aún más barato, unas condiciones de trabajo más inseguras y precarias, unos salarios aún más bajos, unos impuestos que pagamos nosotros antes que las clases medias y las rentas altas,...Todo vale para lograr un poco más de beneficio empresarial. Al salchichón le fueron cortando rodaja tras rodaja, primero finas, luego más gordas. Finalmente, ya les falta poco para llegar a la cuerda.

Sólo los tontos creen todavía que esto es un asunto sólo de políticos y banqueros. Los trabajadores mileuristas, y los millones de mucho menos que tales, saben desde siempre que su peor enemigo lo tienen en su centro de trabajo, aunque si éste es grande, quizá nunca hayan llegado a verle la cara.

2.-Algunas consideraciones acerca de la naturaleza de la Huelga General:
Es contra el miedo a tener miedo, contra el estar hartos de estar hartos, contra la miseria de esperar que, si nos portamos bien, pronto vendrá la recuperación económica que haga que caigan de la mesa del opulento hacia nosotros, sus títeres, unas migajas que nos conformen contra lo que debemos levantarnos, gritar nuestra rabia, poner en marcha nuestra insumisión, expresar nuestra voluntad de pinchar el balón de la fiesta de los vampiros.

Esta Huelga General no puede ser una Huelga General más. No podemos volver al día siguiente, con las orejas gachas, al triste cubículo laboral que cada uno ocupamos, la mordiente realidad de un paro que nos desespera y nos asusta, a pensar qué pasará mañana, hasta cuándo resistiremos sin gritar basta, sin levantar nuestro puño amenazante sobre las cabezas de nuestros verdugos.

Esta Huelga General tiene que ser un levantamiento general de nuestra clase, la trabajadora, contra nuestra modorra y nuestros temores, contra nuestro conformismo y contra el fatalismo del “no se puede hacer nada”, “no hay salidas”, “no hay alternativas” contra lo que debemos presentar la batalla a muerte de la huelga.

En primer lugar siempre es posible decir NO. No hacerlo forma parte de la comodidad de quienes nunca se hacen preguntas, de los analfabetos políticos que transitan por la vida sin preguntarse si quieren ser matillo o yunque, de aquellos que prefieren ser borrego blanco por temor a ser considerados ovejas negras por sus patrones, de quienes creen que hundiendo sus cabezas hasta lo más profundo de sus hombros pasarán desapercibidos ante los ojos del poder económico y la crisis capitalista no llegará siquiera a rozarles. Ignoran que todos los trabajadores estamos llamados, unos antes, otros después, a sentir en nuestras carnes el hierro candente de la precariedad y la pobreza a la que nos condena el capitalismo depredador porque nuestras miserias son su opulencia. Decir NO es el único camino para que nuestras vidas tengan mañana un SÍ de esperanza.

En segundo lugar es mentira que las huelgas sean inútiles. Lo que es inútil es aceptar resignadamente lo que nos sucede, no poner pie en pared y no rebelarnos para que vuelvan a temernos nuestros enemigos de clase, quienes detentan los poderes económicos.

Si Rajoy ha sacado pecho, rechazando cumplir con los objetivos del déficit del 4,4% para fijarlo en el 5,8%, es porque, como el mismo ha admitido, teme “un incendio social”. Es evidente: la huelga paga pero, para que lo haga, la huelga debe adquirir un carácter de revuelta social y sus llamas tienen que iluminar los balcones de la Moncloa.

Hay mucho lumbreras que predica que los griegos, a pesar de tanta huelga no han conseguido nada. ¿Se han preguntado cuál sería su situación si no hubieran llevado a cabo esas huelgas? Falta demasiada imaginación en quienes creen que ya no se puede triturar más nuestros cuerpos, mentes y vidas.

Los griegos nos están dando un ejemplo a los europeos y a los ciudadanos –tanto ciudadanismo y tan poco sentido de clase me repatea- españoles como clase y como pueblo. Como clase expresan su voluntad de no dejarse oprimir más sin resistir a esa opresión con su lucha. Como pueblo están demostrando la tenacidad de quienes dicen no a la Europa de los mercaderes y a los dictados de sus especuladores.

Esa lección que nos dan los trabajadores griegos debe inspirar el espíritu de un 29-M del que nazca un proceso combativo, sostenido en el tiempo, de resistencia en la que forjar la recuperación de nuestra conciencia como clase oprimida.

El 29-M debe ser el momento de arrojar por la borda esa estúpida pretensión de ser clase media, que nunca fuimos, a través de la ilusión que producía la tarjeta de crédito, las compras aplazadas y los préstamos personales. Ese barco ya partió y no volverá al mismo puerto. Somos clase trabajadora y nuestra emancipación pasa, no por creernos lo que nunca seremos, sino por darnos cuenta de que el mundo se para si nosotros lo hacemos, que sin el valor que aportamos a lo que producimos el beneficio empresarial no existiría, que las empresas pueden funcionar sin empresarios pero jamás sin trabajadores.

El 29-M debe ser también una huelga contra las prácticas sindicales que hemos conocido hasta ahora. Contra el pacto social y un sindicalismo de concertación que nos ha llevado a debilitarnos como clase con capacidad de hacernos temer por nuestros explotadores. La Reforma Laboral significa el acta de defunción que la patronal y su gobierno natural le han dado al pacto social. Ya no necesitan un modelo sindical de concertación, ni unos sindicatos apagafuegos, porque ya no quieren un Estado del Bienestar que se asienta precisamente en la conciliación de clases.

Es necesario hacerles llegar a los señores Toxo y Méndez un aviso contundente de parte de los trabajadores que secundaremos esta Huelga General. NO MÁS PASTELEOS. NO HAY NADA QUE PACTAR. Entre otras cosas porque los capitalistas y su gobierno natural han dejado de temer a los sindicatos y a los trabajadores y el único medio de arrancarles algo es por la fuerza de los hechos. No se trata de pactar una reforma laboral menos mala, como pretenden CCOO y UGT, que han avisado de que desconvocarían la huelga el mismo día 28 de Marzo, si el Gobierno se atiene a razones. El único acuerdo que cabe establecer es la derogación de la Reforma Laboral y la paralización de los planes antisociales de privatizaciones, recortes sociales, desmonte de la enseñanza y la sanidad pública y planes para acabar con las pensiones públicas. No estamos dispuestos a jugar a la mentira del mal menor. El que se nos ha provocado es ya mayor. Queremos que la crisis la paguen los que la provocaron, los capitalistas.

Pero también debe significar decir NO a ese sindicalismo supuestamente más radical que, sin embargo, se ha limitado a anunciar, en un brindis al sol, durante casi un año un camino “hacia la huelga general” que sólo ha convocado gracias a la valentía previa del sindicalismo vasco y gallego, que le pusieron fecha, y ante la evidencia de que la misma era manejada por los sindicatos mayoritarios.

Los trabajadores no necesitamos unos sindicatos que utilicen su fuerza y su representación para vendernos a bajo precio ni tampoco unos sindicatos que cacareen como el desplumado gallo de Morón al grito de ¡huelga, huelga! pero que son incapaces de tomar en sus manos la combatividad que otros abandonaron hace tiempo.

Pero sí necesitamos, indiscutiblemente, sindicatos porque es el mejor tipo de organización que hemos sabido crear para defender nuestros intereses en la empresa, a menos que hayamos decidido comprar la mercancía averiada que nos vende la Brunete Mediática de la extrema derecha, dedicada a agredir inmoralmente al movimiento sindical, callando en su indecencia habitual las prácticas mafiosas de la patronal, sus cuantiosas subvenciones y sus numerosos liberados y el carácter delictivo de muchos de los dirigentes empresariales de dicha patronal.

Es importante reseñar esta cuestión porque en ciertos espacios, de mayor impacto virtual que real, y de supuesta orientación radical se han producido, justo en el proceso de calentamiento hacia la Huelga General, discursos que muy bien podrían haber sido hechos por incalificables personajes como Jiménez Losantos o alguno de los “cómicos” habituales de las tertulias de Intereconomía.

Cuando estos comportamientos, que sólo buscan debilitar el éxito de la huelga, vienen de jóvenes universitarios de clase media no debe sorprendernos. Es parte de la ideología en la que se criaron, enaltecedora del individualismo pequeñoburgués que les define, que repele todo lo que huela a clase trabajadora y a sus organizaciones porque les recuerda la tensión entre su aspiración a ocupar el estatus ahora amenazado de sus padres y el riesgo de proletarizarse, que tanto les repugna.

Es más grave cuando viene de trabajadores y de miembros de otros sindicatos que ponen por delante sus propios desahogos personales, muy justificados, pero inoportunos al momento porque es justamente éste en el que no toca.

Algunos debieran entender que, cuando ante el proceso hacia la huelga, se dedican al ataque sistemático a quienes mayor capacidad tienen de sacarla adelante lo que están haciendo en realidad es disparar contra la huelga, sin obtener sus opciones organizativas, cuando las tienen, ventaja alguna porque contribuyen a desacreditar a quienes tienen mayor capacidad de sacarla adelante.

A partir del 30 de Marzo leña al mono hasta que cante La Marsellesa. Pero ahora la huelga debe de ser de todos, dentro de que cada corriente sindical intente llevarla en la dirección que considere más correcta. Desde mi perspectiva, desbordar los objetivos de las direcciones burocráticas de CCOO y UGT para crear una conflictividad social que mande a este Gobierno de extrema derecha liberal el mensaje que continuar robándonos nuestros derechos y conquistas sociales le puede salir muy caro, a él y a la clase a la que representa.

El sindicalismo, no el reformista o el combativo, sino el sindicalismo en general, está siendo atacado por nuestros enemigos de clase porque saben que, más temprano que tarde, acabará siendo, aunque durante estos años haya sido el convidado de piedra de la lucha de clases, el valladar más poderoso contra sus desmanes.

En nuestras manos está cambiarlo en lo que sea necesario, remover burocracias, denunciar las corrupciones donde las haya, combatir a quienes defienden prácticas entreguistas o mandar al paro a los que han hecho del sindicato su “modus vivendi” y convertido su cargo en vitalicio. Pero esto no en determinados sindicatos sino en todos porque lo que en unos es más visible en otros pasa más desapercibido pero es igualmente rechazable.

Pero sin sindicatos los trabajadores somos carne de cañón de la reacción capitalista. En defender al sindicalismo como forma de organización de los trabajadores nos va en gran medida nuestro futuro; algo que quizá comprendiésemos mucho mejor si los convenios colectivos fuesen de aplicación sólo para los afiliados a los sindicatos, quienes los defienden, y no para los esquiroles y quienes los atacan pero no renuncian a las ventajas que de dicho convenio pudieran obtener. Con ello los sindicatos ganarían en independencia, al no ser ya subvencionados por el Estado, por no representar a todos los trabajadores sino sólo a los sindicados, y se eliminaría el parasitismo de quienes maldicen contra ellos pero obtienen beneficios de su acción en la empresa, lo que sería provechoso para la conciencia de clase de los trabajadores.

3.-Apéndice final: de los “argumentos” de la Brunete mediática y sus compañeros de viaje:
De entre el amplio abanico de tonterías y artilugios que la reacción capitalista y sus compinches se sacan, huelga tras huelga, para actuar como piquetes contra la misma, hay algunas perlas a las que me gustaría responder, del mismo modo en que lo hice el 29-S de 2010 (3)

Perla primera: Las encuestas revelan que los españoles están contra las medidas del gobierno pero también contra la Huelga General porque creen que no servirá de nada. Existen mentiras, embustes y estadísticas. Éstas últimas son siempre las que se hacen por encargo del poder económico, que es el que puede pagarlas.

Los medios de comunicación de la burguesía ya han puesto el titular sobre el resultado de la huelga antes de que se produzca, en una muestra más de su “democrático” proceder. La respuesta debemos dársela de modo consciente, organizado y disciplinado en la calle el 29-M.

Perla segunda: los parados no podemos ir a la huelga y los sindicatos nunca defienden nuestros intereses. Hay que decir que la autoorganización de los parados es algo complejo de lograr porque el objetivo del propio parado es dejar de estarlo y ello no suele generar una conciencia colectiva que les lleve a crear estructuras permanentes y amplias.

Pero es llamativo que las víctimas del sistema se conviertan en monedas de cambio de sus propios enemigos de clase. Así sucedió en la pasada Huelga General del 29-S en donde alguna organización de parados trabajó conscientemente para los medios de comunicación de la ultraderecha, enfrentándose a la propia huelga general. El antagonismo natural no es entre trabajadores ocupados y desempleados ya que unos no son culpables de la situación de los otros, sino ambos víctimas de un mismo sistema económico al que deben enfrentarse.

Es falso que porque un trabajador esté en paro no pueda hacer huelga porque carece de un empleo del que ausentarse. Participar en la Huelga para un parado es tan posible como para un trabajador activo. La autoorganización de los parados bien puede hacer cosas prácticas de gran interés para el éxito de la huelga como ayudar a los demás piquetes de trabajadores ocupados para bloquear las entradas a los bancos y grandes empresas, actuar como piquetes en el transporte o cerrar las entradas a los centros de distribución. Y el parado no organizado bien puede unirse a los piquetes informativos de su zona. Nada de se lo impide. Es cuestión de voluntad o de no tenerla e inventarse excusas.

Perla tercera: Los piquetes se dedican a impedir el derecho a trabajar a quienes no están con la huelga. El Madrid republicano de 1936 a 1939 sufrió los atentados fascistas de la quintacolumna. Ésta sigue actuando. Su derecho a ser un esquirol busca el fracaso de la huelga para impedir que defendamos eficazmente nuestros derechos. La mejor respuesta a estos sujetos es el piqueteo en acción directa.

Perla cuarta: La huelga sólo busca fortalecer a los burócratas sindicales de CCOO y UGT. Una variante del “argumento” tercero, frecuentemente utilizado por los esquiroles, aunque también se encuentra entre miembros de un autodenominado “bloque crítico”. No debe sorprender. Dentro de ese discurso se dan la mano los aventureros con los reaccionarios, los desclasados con los ignorantes políticos, el radicalillo de salón con el fascista mal camuflado.

Está huelga está convocada por todos los sindicatos de clase, incluyendo también a los de la mayoría sindical nacional vasca y gallega, los de corte anarcosindicalista y los alternativos. Es pues una huelga de los trabajadores, no de unos u otros sindicatos. Y si puede fortalecer algo es al sindicalismo en su conjunto.


NOTAS:

(1) http://sociedad.elpais.com/sociedad/2011/04/07/actualidad/1302127203_850215.html
(2) Salvador Sostres. “Cómo se nota”. El Mundo, 14 de febrero de 2012
(3) http://asaltarloscielos.blogspot.es/1284511418/