27 de abril de 2012

LA FALSEDAD DEL BIEN COMÚN

Juan Manuel Aragüés. El Periódico de Aragón

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Pocas veces se puede ser tan brillante con tan pocas palabras como lo es el profesor Aragüés en este artículo; al menos yo no lo logro en, los para muchos, mis infumables textos.
Recomiendo encarecidamente la lectura de esta breve proclama, ya que incluso entre las izquierdas hace mucho que penetró ese virus llamado "bien común" que niega precisamente lo que parece defender.

LA FALSEDAD DEL BIEN COMÚN:
La idea de bien común, asimilable a la de interés general, está presente en la teoría política desde la antigua Grecia. Parte de un presupuesto antropológico previo, la igualdad de los seres humanos. En la medida en la que los seres humanos somos iguales en naturaleza, tenemos intereses compartidos que desembocan en un bien común.

El discurso de la Modernidad, al menos de la Modernidad dominante de los Descartes, Kant o Hegel, desde una posición también de defensa de una esencia humana compartida, reafirma esta idea de un bien que es común para toda la sociedad, entendida, a la manera liberal, como agregado de individuos iguales.

Este presupuesto teórico dominante durante siglos en nuestra cultura se ha convertido en un lugar común casi incuestionable en el discurso político sistémico. Así, es preceptiva, para todo gobernante la declaración de que ejerce su acción en busca del bien común. Cualquier medida que se adopte lo será siempre en defensa del bien común. La profunda agresión que el gobierno de Partido Popular está perpetrando contra la ciudadanía es también justificada apelando al bien común, a los intereses del país. Claro que, en algunos casos, resulta tremendamente complicado entender cómo el deterioro de los servicios públicos más básicos, como la sanidad y la educación, puede formar parte de un proyecto tendente al bien común.

EN REALIDAD, la cuestión tiene bastante de teórica, pues el bien común no es sino una construcción ideológica que pretende camuflar la diversidad de intereses que atraviesan las sociedades. Frente a esa idea de igualdad de los seres humanos que han defendido las filosofías dominantes desde la antigüedad, hay otra tradición, que nace con los sofistas, con Epicuro y Lucrecio, se desarrolla con Spinoza y que, desde presupuestos materialistas, teoriza el carácter diferencial de los seres humanos. Esa tradición desemboca, en los siglos XVIII y XIX en una serie de filósofos, con Marx a la cabeza, que subrayan la diferencia de los intereses de los individuos en función de su posición social. De manera muy esquemática, argumentan que no son los mismos los intereses del amo y del esclavo, del señor y el siervo de la gleba, del capitalista y el trabajador. Y así describen la sociedad no como un lugar uniforme, sino atravesado por intereses diversos, en ocasiones contrapuestos. Desde esta perspectiva, el pretendido bien común no es sino una construcción, una estrategia de quienes ostentan el poder para gobernar en función de sus intereses presentándolos como si fuesen de todos. Me parece que no hay descripción más ajustada de lo que está sucediendo, pues resulta evidente, por poner un ejemplo, que el interés del banquero no es el mismo que el de la ciudadanía de a pie. Incluso podríamos decir que son contrarios, pues al beneficiar a la banca, los Estados no están haciendo sino debilitarse a sí mismos. La teoría de que si a los poderosos les va bien al resto nos irá bien, pues podremos mantenernos con las migajas de su banquete, se ha mostrado, además de tremendamente injusta, falsa.

EL CAPITALISMO es una teoría política solo construible desde el desprecio a la mayoría social. Incluso cuando funciona más o menos bien lo hace para un porcentaje ínfimo de la población mundial y, por sus propios presupuestos, no puede ser desarrollado sin generar una profunda brecha social. Esa brecha social, esa falla geológica y política que creíamos alejada de nosotros, está resquebrajando la tierra bajo nuestros pies. Y la solución de los políticos sistémicos, que, como el mono ese que se tapa los ojos, las orejas y la boca, se niegan a mirar a la realidad cara a cara y se refugian en construcciones teóricas obsoletas, consiste en seguir alimentando a la Bestia, inmolándole cada vez mayores cantidades de euros, más servicios sociales, más, en última instancia, seres humanos. Con los resultados que constatamos día a día: nada de nada.

Frente a ese inexistente bien común, que camufla el interés de los poderosos, sí que es posible detectar, describir, teorizar y buscar, el bien de la mayoría. No se trata de reformar el sistema, pues sus presupuestos lo hacen inviable. Las reglas del juego están hechas para beneficiar a los menos, por lo que no cabe más que crear otro juego, con otras reglas. Se trata de construir un nuevo sistema que parta de esa idea de la mayoría, que busque el beneficio de los más y no tema, para ello, enfrentarse a los menos. La crisis nos coloca ante esa disyuntiva. Solo la potencia de la ideología puede mantener viva esa idea del bien común, el análisis de la realidad nos coloca ante un profundo conflicto de intereses entre los pocos, muy pocos, y los muchos. La historia de la humanidad es la de ese conflicto, en el que, casi siempre, los menos se han impuesto a los más, argumentando, en ocasiones, que representaban a todos. Ese todos, el bien común, es irreal, falso, ideológico. Pero sí que hay una amplísima mayoría que puede construir una nueva realidad a partir de sus intereses colectivos. Ahora bien, para ello hay que arrancarles los privilegios, y el dominio del pensamiento, la economía y la política, a aquellos que controlan el sistema.

Juan Manuel Aragüés es Profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza.

26 de abril de 2012

EL MÁXIMO RESPONSABLE DE REPSOL EN YPF VENDIÓ TODAS SUS ACCIONES ANTES DE LA EXPROPIACIÓN

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:

Dedicado a los patriotas de hojalata que, desde el Estado y los medios auxiliares (covachuelas mediáticas) de los que éste dispone, mueven un nacionalismo cutre en defensa de los intereses de una multinacional que deja la mayoría de sus beneficios fuera del país, con lo que demuestran la naturaleza de clase -burguesa, por supuesto- del Estado bajo el capitalismo.


INGRESÓ MÁS DE 200.000 EUROS CUANDO EL GOBIERNO EMPEZÓ LA PRESIÓN A LA PETROLERA
Agustín Marco. Cotizalia
Antonio Gomis, director general de Repsol en Argentina, vendió todas sus acciones de la petrolera española antes de que el Gobierno de la República decidiese expropiar YPF. El alto directivo se desprendió de 9.424 acciones de Repsol en noviembre de 2011, justo en el mes en que el representante del Ejecutivo de Cristina Fernández de Kirchner se opuso en el consejo de administración al pago del dividendo.

Gomis, un veterano directivo de Repsol, ejercía en Buenos Aires de mano derecha de Antonio Brufau, el presidente de la multinacional. Hasta el nombramiento de los Eskenazi como gestores de YPF a principios de 2008, Gomis era el número uno de la española en Argentina. Tras la toma de control de los exsocios de Repsol, el ejecutivo fue nombrado adjunto al vicepresidente ejecutivo para que Brufau tuviera un control directo de las decisiones de los Eskenazi.

Según fuentes financieras, Gomis comunicó la venta de sus 9.424 acciones de Repsol el 11 de noviembre de 2011, apenas nueve días después de la celebración del consejo de administración de YPF en el que se debatió la política de dividendos. La compañía aprobó repartir 7,15 pesos argentinos por cada título. Sin embargo, Roberto Baratta, consejero en nombre del Gobierno, se opuso a ese pago al considerar que Repsol y los Exkenazi están descapitalizando la empresa.

En esa reunión, Baratta expuso la preocupación del Gobierno por el reparto del 90% de los beneficios de YPF mientras el déficit energético aumentaba hasta los 9.500 millones de dólares. Fruto de esa presión, YPF decidió retrasar hasta marzo la aprobación de la política de retribución a los accionistas, que finalmente modificó. Repsol nunca entendió esa postura porque al mismo tiempo, según la española, Baratta aprobaba la gestión de la filial.

Gomis se desprendió de sus títulos a un precio de 22,07 euros, por lo que ingresó 207.987 euros. Estas acciones valen ahora 132.000 euros tras el desplome del 40% que ha sufrido Repsol en los mercados de capitales después de conocerse las intenciones, cumplidas, del Gobierno de Kirchner de quedarse con la propiedad de YPF:

Fuentes de Repsol han confirmado totalmente esta información, la cual han justificado por una decisión de su directivo por motivos personales. En concreto, porque necesitaba liquidez para hacer frente a unos gastos inmobiliarios. Además añaden que la venta de los títulos se hizo dentro de los plazos legales que los ejecutivos disponen para operar con valores de la compañía, como suelen ser días anteriores o posteriores a la publicación de resultados.

Más operaciones
El director general de YPF se había mostrado muy activo con las repsoles. A finales de mayo de 2011 compró 6.585 acciones de la petrolera a 23,54 euros. El día 10 de ese mismo mes se había hecho con otras 2.000 a un precio de 17,17 euros. En total, 8.585 títulos de Repsol en apenas seis meses, más de los que había adquirido en los tres años anteriores (5.800), según los registros de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).

Gomis es un veterano director de Repsol. Miembro del comité de dirección y del comité de operaciones, empezó a trabajar en la petrolera en 1974. En 1986, todavía con la compañía bajo la gestión del Estado, fue nombrado director de relaciones internacionales e institucionales, cargo que ocupó hasta 1997. Ya con la empresa totalmente privatizada, en 2000 fue designado director corporativo de relaciones externas hasta que en 2007 asciende a director general.

BRUFAU RECIBE POR EMAIL EL CARIÑO "ESPONTÁNEO" DE SUS EMPLEADOS
Redacción. El Confidencial.
Son días de caras largas en los cuarteles generales de Repsol, en el extremo norte del madrileño Paseo de la Castellana. La petrolera española ha asistido a la pérdida de su mayoría en la petrolera YPF a golpe de decreto ley, sin posibilidad siquiera de negociar con la jefa. Durante meses, la presidenta Cristina Fernández Kirchner prefirió despachar con artistas como Sean Penn y Roger Waters antes que verse las caras con Antonio Brufau.

Tras la estocada recibida, la plantilla de Repsol ha cerrado filas. Toca lamer las heridas y hacer terapia de grupo. Por este motivo, y “como consecuencia de los acontecimientos ocurridos en Argentina, se han recibido por parte de los empleados muestras de apoyo y solidaridad al presidente y Comité de Dirección, que han agradecido sinceramente”, parte de la dirección ha decidido formalizar una especie de protocolo para que la plantilla anime a su jefe.
Según la nota distribuida internamente a todos los directores y mandos intermedios, “aquellos que queráis transmitir también vuestro apoyo, podéis dirigiros al buzón de Antonio Brufau con el mensaje que deseéis o bien enviando el siguiente texto”. Aunque la intención inicial podía buscar una reacción mayoritaria y conjunta, que restituyera la moral de los repsoles, el formalismo del texto sugerido (español/inglés) ha restado frescura y sinceridad a la propuesta.

"Quisiéramos expresar libre y responsablemente nuestra solidaridad y apoyo total a nuestro Presidente y al Comité de Dirección, por la situación de expropiación de YPF que ha ocurrido injustificadamente en nuestra empresa, indicando que estamos orgullosos de tener como Presidente a D. Antonio Brufau, y reconocemos todos los esfuerzos y sacrificios que en estos momentos está empleando por el bien de nuestra Compañía, en negociar y solucionar una salida justa y sensata".

Mientras las muestras de apoyo internas surgen de manera espontánea o sugerida, los compromisos públicos del Gobierno han ido remitiendo en intensidad, aunque al menos no han sido contradictorios. En sólo unos días, el discurso oficial ha pasado de las medidas contundentes, "las que no se anuncian, se adoptan", a la reclamación más comedida, por la que se aspira a lograr una justa compensación. La diferencia entre belicismo y diplomacia.