26 de julio de 2012

NO A WEIMAR II

Por Marat

El confuso y agitado momento español es particularmente propicio para aventureros, reaccionarios, demagogos, populistas, fascistas, pseudorevolucionarios y falsos izquierdistas, que buscan su éxito en la ignorancia política, en el desclasamiento de las masas y en la necesidad de desahogo de su rabia colectiva. A ese tipo de virus infeccioso es al que combato.

Éste no es un artículo destinado a gustar a quienes pretendan hacer una lectura interesada o parcial del mismo como tampoco a quienes pretendan utilizar las críticas que en él se viertan a su favor y, a la vez, salir indemnes de las mismas, si es que deben ser objeto de ellas.

Por otro lado, no mantengo ni condiciono la orientación de mi compromiso político a la intención de hacer amigos. No a ese precio.

Habrá incluso amigos personales a los que duelan mis palabras pero nada de aquello que se piensa ha ser adulterado o suavizado en el relato de los hechos, si con ello nos alejamos de la carga de profundidad que debe haber en ellas.

La República de Weimar- representa una de las etapas más trágicas de Alemania, de modo especial en los oscuros años anteriores al ascenso del nazismo, aquellos en los que extremos opuestos que debieron combatirse a muerte, se unieron para destruir la oportunidad de la clase trabajadora y las izquierdas de combatir y derrotar al fascismo y a su dueño, el capital.

La República de Weimar nace en 1919 tras el aplastamiento salvaje de la Revolución Espartaquista encabezada por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en 1918 a manos del socialdemócrata Ebert (primer Presidente de la nueva forma de Estado) y de su ministro Noske, aliado con escuadras prefascistas (los Freikorps) en la limpieza de comunistas y en el asesinato de las dos principales figuras de la revolución socialista.

La Constitución de Weimar nació debilitada de origen por su ausencia de arraigo popular y su encuadre dentro de una sociedad en aguda crisis social, económica y política que había sido derrotada en la I Guerra Mundial, a la que le siguió la abdicación del Kaiser Guillermo II, y cuya condena por las potencias vencedoras había sido plasmada en la Paz de Versalles.

La Constitución de Weimar era el ordenamiento jurídico que consagraba la hegemonía de la burguesía capitalista, la cuál había alcanzado un pacto con la socialdemocracia para recibir una pincelada “social”, que conjurase el “peligro comunista” aún vivo, en su enunciado. El nuevo concepto introducido de “justicia social” llevaría aparejados algunos derechos para el movimiento obrero alemán, consecuencia no de las demandas socialdemócratas sino del temor a una nueva revolución socialista.

Progresivamente la polarización de los enfrentamientos entre los ultranacionalistas y los comunistas irán generando la pérdida de influencia de la socialdemocracia que había aplastado la revolución espartaquista y que se había aliado con los partidos burgueses en su anticomunismo y en el freno de las demandas sociales, económicas y políticas favorables al proletariado alemán.

Los Freikorps, bandas de soldados desmovilizados tras el fin de la I Guerra Mundial serán uno de los embriones básicos de la extrema derecha. Glorificados en el pasado, despreciados luego, utilizados siempre por la burguesía y sus partidos y por la socialdemocracia para acabar con los comunistas y defender los privilegios de los capitalistas, serán un sector lumpemproletarizado y una de las claves de la inestabilidad social y política de la República.

Mucho se ha escrito acerca de la humillación de Versalles para el orgulloso espíritu imperial alemán en cuanto a su influencia posterior en la deriva de Weimar y la aparición del nazismo. Sin despreciar cierta influencia sobre el caos económico de aquellos años, mucho menor que el que la propaganda nacionalista le daba, y sobre la psicología colectiva del momento, lo decisivo fue la inestabilidad social, económica y política del país, el papel nefasto de la socialdemocracia y la incapacidad del bloque de la burguesía para una auténtica integración de los derechos de los trabajadores alemanes en la práctica de sus gobiernos.

De 1919 a 1923 se producen terribles situaciones de hiperinflación (en 1922 los precios se dispararon un 70%, la deuda acumulada durante la producción de guerra golpeó brutalmente a la economía y el marcó se derrumbó, dejando de funcionar como moneda de cambio), paro, dualización social, asesinato de políticos a manos de la extrema derecha, e intentos de golpes de Estado por parte de grupos militares ultanacionalistas -pustch de Kapp fracasado por la reacción del movimiento obrero- El KPD, heredero de los espartaquistas, ya muy debilitado, actuará repetidamente contra el proceso involucionista, lanzado desde los sectores de la extrema derecha de la burguesía y el ejercito, siendo aplastadas sus revueltas de forma continuada.

Éste es el contexto embrionario en el que se sitúan los antecedentes políticos (Partido Alemán de los Trabajadores) y el origen del nazismo (NSDAP), ello a pesar de que el breve período de recuperación económica entre 1926 y 1929 le hará perder brevemente parte del crecimiento obtenido en años anteriores.

La crisis capitalista mundial del 29 rebrotará la mala situación económica de Alemania con millones de desempleados, cierres de miles de pequeños y medianos negocios y un descenso brutal de la producción. El auge del partido nazi se ve catapultado en tal situación, multiplicando por 8 el número de sufragios obtenidos en las anteriores elecciones y convirtiéndose en el segundo partido del Reichstag, con el apoyo masivo de la clase media que temía una revolución obrera y comunista.

El resto de la historia ya la conocemos.

Pero limitarnos al trazo grueso histórico, deslizándonos en silencio y callando a conveniencia otros hechos menos conocidos, pero profundamente vergonzosos para un revolucionario, de la intrahistoria alemana de la primera mitad del siglo XX, sería cínico e inmoral políticamente.

Voy a referirme a tres cuestiones principales, dos de las cuales irritarán profundamente a ciertos sectores de la izquierda que prefieren echar sobre ellos el manto de la desmemoria y cuya respuesta, cuando se les recuerdan los hechos, suele limitarse al insulto, a la negación y a calificar de agente al servicio de lo que ellos quieran al cronista inoportuno.

Estos tres hechos, claves en el desarrollo del ascenso del nazismo en la Alemania de Weimar empiezan a repetirse hoy, con caracteres propios pero reconocibles como hilo entre el pasado y el presente.

Como entonces, caminan en la dirección del populismo, de los intereses de la reacción y de la edificación del fascismo.

1.-Políticos, la clave de todos los males, sin distinción de colores ni de siglas:
En la base del analfabetismo político, de la manipulación interesada que oculta la naturaleza económica y de clase del poder real, de la demagogia fácil para calentar los bajos instintos de la masa herida por la crisis, que necesita focalizar sus odios en una figura concreta y sencilla, con nombres y apellidos, está el mensaje de acoso y caza al político, no al político concreto, no al partido específico, sino al concepto sensacionalista y reaccionario de “los políticos”.

“…descender así a la condición del “político”, es decir, a aquella categoría de hombres cuya única convicción es su falta de convicción, aparejada a una arrogante insolencia y un arte refinadísimo para el mentir". (Adolf Hitler. Mein Kampf, Parte primera, Capítulo 3)

“Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre (…) –después de que el sujeto perdonavidas haga una brevísima matización “aclarando” que no generaliza prosigue con sus vómitos- Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida” (Arturo Pérez Reverte. “Esa gentuza”)

Este campeón de la chulería, que pretende tenerlos de teflón (lógico en quien fue fundador y Redactor Jefe, cargo que también ejerció el falangista Gustavo Morales Delgado, de la revista para amantes de lo bélico y el armamento militar llamada DEFENSA), logra el más difícil todavía frente a las insultantes expresiones de su referente ideológico alemán. A quien dude de su orientación política le sugiero compruebe en qué medios escribe y cuántos sitios nazis y ultraderechistas le reproducen en la red. También lo hacen algunos que creen ser de izquierdas, o que creen que este personaje lo es. El marasmo ideológico de la izquierda y la profunda ignorancia de muchos de sus miembros hace posible este tipo de desatinos.

Si en lo político a Pérez-Reverte parecen sobrarle, valga la redundancia, los políticos, en lo económico vende la simpleza de un único capitalismo malvado (1): el financiero, en un artículo profusamente reproducido y reenviado viralmente mediante e-mails años después de haber sido escrito –cuando la crisis ya arreciaba-, debido a lo que se consideró una visión profética de su autor.

Y en cierto modo lo era –al anticiparse casi 10 años a las explosiones de las burbujas especulativas- pero, al ignorar intencionadamente que el capitalismo es mucho más que el capital financiero y que las crisis capitalistas son parte integrante de su propia naturaleza, hace de ellas un mero asunto provocado por la falta de honradez y la avaricia de los banqueros, de tal modo que si estos fueran cambiados por gestores honestos el capitalismo sería el mejor de los sistemas.


Es el mismo discurso falaz, estúpido y encubridor de las contradicciones fundamentales del capitalismo entre explotadores y explotados, entre el carácter social de la producción y la apropiación privada del beneficio, entre la necesidad de incrementar el beneficio, para evitar el hundimiento del sistema económico, mediante inversión especulativa de una parte del capital generado en la producción y a través de una sobreproducción a la que los limitados salarios no pueden absorber si no es mediante la financiación del consumo.

Cuando se quiebra uno de esos pilares aparece la crisis. Pero es parte de la propia naturaleza del capitalismo, no del absurdo “argumento” moral del afán de lucro individual de los capitalistas. El mal es el propio capital y su sistema de funcionamiento, no los individuos que lo dirigen.

La trampa de los populismos y del pensamiento reaccionario es la de culpar a políticos y banqueros de la crisis y sus consecuencias sociales sobre las clases populares cuando es la propia dinámica del capitalismo la que crea esa crisis, la que se impone sobre las voluntades políticas porque ha acabado con la autonomía de lo político y porque no es un asunto de Ratos, Botines o cualesquiera otros financieros sino del propio sistema económico, que es mucho más que los bancos y que afecta de lleno a las relaciones sociales de producción y de dominación de clases.

A través de la mentira ideológica creada por los defensores del “capitalismo de rostro humano” se busca salvar al propio capitalismo mediante el “sacrificio personal” –castigo, si es que se produce, que no llevará la sangre al río- de algunas de sus figuras.

Es el pensamiento demagógico, no exento de una moralina blandengue y moñas, muy del estilo de la propuesta del “banquero con corazón” representado por James Stewart en la película de Frank Capra “¡Qué bello es vivir!” o de las bancas éticas tan del gusto de los “ciudadanos indignados”.

Pero no quiero olvidarme de la cuestión del acoso y derribo a los políticos en su conjunto que en su día practicaron las ultraderechas precursoras del nazismo y el propio nazismo y de su reedición actual por los demagogos prefascistas, que en muchos casos no saben que lo son.

“Los políticos”, esa categoría simplista con ánimo absoluto y totalizador, trata de esconder las diferencias existentes dentro del marco de la representación.

En los años 20 y los inicios de los 30 del pasado siglo, justo antes del ascenso de Hitler, se escuchaban entre los movimientos antidemocráticos expresiones del tipo “casta política”, “clase parasitaria política”, “partitocracia”, cuya intención no era otra que la de ocultar las diferencias derecha-izquierda, ya fuera ésta última revolucionaria o reformista. Ese es el mismo lenguaje que se expresa hoy en el entorno del 15M.

¿Acaso Bildu, Geroa Bai, Esquerra Republicana de Catalunya, Izquierda Unida, son lo mismo que el PP? ¿Acaso comparten intereses de grupo social comunes al resto de la cámara que están por encima de los programas, propuestas y sectores sociales a los que defienden? ¿Es ese el mensaje que se quiere enviar a la sociedad desde quienes nos ofrecen como única solución el “que se vayan todos” o el grito populista “el próximo parado que sea diputado”, sin importar de qué grupo sea?

No soy reformista y, en consecuencia, no me siento cercano a ninguno de los grupos que he mencionado. pero distingo muy bien entre responsabilidades de gobierno y oposición en el momento actual, sobre todo cuando los pretendidos críticos de los que absolutizan respecto a los políticos no están, verborreas aparte, a la izquierda de buena parte de los partidos sino en una miseria ideológica situada muy a su derecha pues derecha pura y dura es el “todos son iguales” que hace unos años achacábamos desde las izquierdas a lo más ignorante, reaccionario y analfabeto político de los sectores que siempre acababan dando, por acción u omisión, el poder a la derecha.

El PP es hoy el partido que marca la diferencia. Él representa la más salvaje agresión contra las conquistas sociales de los trabajadores y sus derechos, la más brutal dualización entre poseedores y desposeídos, entre trabajadores y parados, por un lado, y capitalistas por el otro. Su apuesta no es la del “pragmático” partido que, para salvar los intereses del capital, exige sacrificios sólo a los trabajadores. Es algo peor: una apuesta ideológica fascio-liberal. Liberal en lo económico, fascista en lo represivo y en el recorte de las libertades formales. Comparar a los demás partidos con él, incluso a las derechas autonómicas es, como mínimo, criminal.

Es repugnantemente obsceno que quienes no tienen en los gritos de sus manifestaciones la consigna “obrero despedido, patrón colgado”, que quienes no denuncian los despidos innecesarios de la patronal, que quienes no hablan de la brutalidad de las condiciones de trabajo, de las relaciones laborales, que quienes callan ante los beneficios de las grandes empresas y se limitan a hacer un anticapitalismo de opereta que se agota en su crítica a los bancos, se les llene la boca denunciando los privilegios de los políticos y la corrupción en las instituciones.

Ambos males deben ser denunciados y combatidos pero media verdad y silencio sobre la otra media equivale a una gran mentira. Si hay corruptos es porque hay corruptores pero a estos esos “ciudadanos indignados” les ignoraran desde hace más de un año, como ignoran que los grandes privilegiados hoy son precisamente los capitalistas, los que de verdad mandan.

Oculta bajo el manto de la generalización sobre los políticos está la misma pulsión fascista que los enemigos de las libertades políticas agitaban en los últimos tiempos de la República de Weimar, esperando que su discurso calase en una sociedad desesperada ante su grave crisis económica, social e institucional con el fin de dar la puntilla al pluralismo e imponer un único jefe que hiciera limpieza de la “caduca partitocracia”. Pero a los fascistas de ahora se les llena la boca con la palabra democracia. Esa es su novedosa aportación.

2.-La recuperación de la teoría del socialfascismo:
En su Sexto Congreso de 1928 la Comintern, ya bajo al dirección del estalinismo, lanza la teoría del “socialfascismo”, según la cuál la socialdemocracia no era otra cosa que una cara más del fascismo y el resto de fuerzas de izquierdas no estalinistas una variante de la socialdemocracia lo que, por propiedad transitiva, lo convertía en fascista, a ojos de la citada corriente dominante en el movimiento comunista internacional.

Esto sucedía en medio de la mayor crisis del capitalismo (1929), cuando más necesario era recuperar la unidad de acción contra el sistema de dominación económico y contra un fascismo en auge.

El asesinato de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht en 1918 a manos de la socialdemocracia y la represión contra el movimiento espartaquista, la política de colaboración de clases del SPD, su papel de cortafuegos de las luchas obreras durante buena parte de la República de Weimar hacían especialmente difícil la colaboración entre socialdemócratas y comunistas; algo que ambos partidos habían descartado en varias ocasiones.

Pero amplios sectores de las clases trabajadoras alemanas y europeas y de las bases de ambos partidos, demandaban esa unidad de acción revolucionaria y antifascista, mientras los socialdemócratas se afanaban en su anticomunismo y la III Internacional lo hacía en mantener divididos a los trabajadores socialdemócratas y comunistas mientras el peligro avanzaba.

La elaboración de la teoría del socialfascismo sólo buscaba impedir esa unidad de acción y servir a los intereses de Estado de la cúpula política de la URSS –no de la revolución comunista ni del internacionalismo- de afianzarse tranquilamente en el poder mientras el mundo capitalista se olvidaba de su enemigo en forma de Estado socialista y se afanaba en combatir a un fascismo que triunfaría sin grandes dificultades por la división de las izquierdas a la hora de hacerle frente.

Los llamamientos de comunistas alemanes al Frente Único y de los socialdemócratas al Frente de Hierro de Resistencia Contra el Fascismo no eran más que brindis al sol, en espera de que la otra parte de la izquierda la rechazase, “justificando” que ello sucedía por el sectarismo del otro.

Cuando llegó la respuesta positiva del SPD al llamamiento de unidad de acción del KPD ya era tarde: Hitler estaba en el poder con toda su fuerza represiva.



Poco más tarde se produciría, sin explicación válida alguna sobre el viraje, el llamamiento de la Comintern de los “Frentes Populares” en Europa para combatir al fascismo pero ya alcanzando también pactos reformistas con las fracciones de las burguesías capitalistas no fascistas.

Salvando todas las distancias históricas sobre los diferentes momentos pero constatando que hoy, de nuevo, estamos ante la peor crisis del capitalismo que se abre a posibles salidas políticas hacia el totalitarismo en auge, es fácilmente constatable la vuelta a la teoría del socialfascismo, aunque ahora apenas empleando el término.

Ante la más brutal acometida contra los derechos de los trabajadores que haya cometido un gobierno y que recuerden nuestros abuelos se escucha a esos “ciudadanos indignados” el nefasto grito “PSOE y PP, la misma mierda es”.

Las acometidas liberales y antisociales llevadas a cabo por el anterior gobierno del PSOE han quedado en pellizco de monja ante el inimaginable hace tan sólo medio año escenario de sadismo infinito practicado por el gobierno del PP.

Pero no es bueno que el PP, que es el que tiene ahora la responsabilidad de gobernar, el que nos ha llevado a dos rescates –bancario y total-, con sus consecuencias sociales correspondientes, el que ha sacado a la calle a los más variados sectores laborales y sociales contra sus medidas, esté sólo ante la crítica.

Centrarse en una protesta contra el partido que gobierna sería connotar a ese movimiento de “ lo nuevo” de un izquierdismo cuya denominación siempre ha rehuido, aunque a título individual casi todos sus miembros dicen serlo; del mismo modo que los falangistas, tan activos en él se declaran anticapitalistas. Si son los hechos los que cuentan, en este caso doblemente.

Poner a la misma altura al partido que gobierna y al que gobernó en el pasado, por patética, pusilánime, débil y limitada que sea su oposición a las medidas del primero, es pretender impedir que su base social de 7 millones de personas, la mayoría de ellos trabajadores, pensionistas y parados, participe de las luchas sociales de resistencia contra las medidas antisociales. ¿Acaso quienes votaron al PSOE y aún se identifican con él son tan responsables de lo que éste hizo cuando estaba en el gobierno como su propia dirección? ¿Acaso no sufren estas 7 millones de personas las agresiones del gobierno PP? ¿Acaso deben tener un extra de castigo como se comprueba en las manifestaciones en las que sufren intentos de agresión física, insultos, zarandeos,...? ¿Merecen peor trato que los policías nacionales y los guardias civiles que han reprimido las luchas de los mineros y de otros sectores de la clase trabajadora y con los que se acude a manifestaciones sin demasiados aspavientos? ¿Merecen peor trato que esos sectores ultras que se presentan a esas manifestaciones con sus banderas rojigualdas?

Es llamativo que una parte del entorno “indignado” que promovió aquello de tan creativa fusión de siglas PPSOE y que apoya la difusión del lema “PSOE y PP la misma mierda es” gobierne como socio del propio PSOE en Andalucía, donde, a pesar de la rebelión autonómica contra los planes de austeridad del PP, también se han ejercido recortes tanto contra los funcionarios como en los recursos del SAS (Servicio Andaluz de Salud), entre otros. A quien comparte gobierno con quien hace recortes sociales y es corresponsable de ellos ¿está de más aplicarle ese “imaginativo” lema de “la misma mierda es?” El cinismo de los compañeros de IU pasa de castaño oscuro, sobre todo cuando su receta anticrisis es puro saldo neokeynesiano (de la que saben sus dirigentes que no sufrirán el riesgo de la prueba del algodón de tener que aplicarla) del ofrecido por los 3 tenores del libro “Hay alternativas” (2)

3.-Marchando juntos hacia Alexanderplatz en Berlín o hacia la puerta del Sol en Madrid:
Durante una de las cargas realizadas por los antidisturbios en la manifestación en apoyo de los mineros del 11 de Julio un sujeto que se identificó como de extrema derecha se acercó al grupo de gente que allí estábamos decidiendo qué hacer en aquel momento. Sin que nadie le diera pie expuso la conocida teoría de la necesidad de unión de los dos extremos contra el “sistema”.

Conocedor, como soy de lo que significó para la izquierda revolucionaria aquel maridaje, le respondí como se responde a un fascista. Evito, por respeto al lector, reproducir los epítetos empleados en aquella ocasión pero que en esencia son los de que con un fascista no se discute sino que se le combate y se le aplasta.

Sólo algunos datos sobre los momentos en que en la Alemania de Weimar nazis y comunistas sostuvieron posiciones “unitarias”:
a) En 1923, el dirigente comunista Karl Radek, destacado años antes por la Comintern para organizar al KPD, ensalza la figura del fascista ajusticiado Albert Leo Schlageter (discurso pronunciado el 21 de Junio de 1923 ante el pleno de la Internacional Comunista), intentando rehabilitar para el campo revolucionario su figura de patriota nacional resistente contra la ocupación francesa del Rhur (héroe con “el propósito de servir al pueblo alemán”. En opinión de Radek el sentimiento nacional alemán no pertenecía a la burguesía sino a los trabajadores, lo que le permitirá su pirueta antiinternacionalista expresada en su informe a la Comintern en el que señala “la insistencia en la nación en Alemania es un acto revolucionario”. Radek era coherente con la línea marcada por la camarilla de burócratas que se habían adueñado del PCUS tras la enfermedad de Lenin y para los que el chauvinismo panruso era parte de su estrategia de afirmación en el poder. Para entonces la tradición espartaquista heredada de Liebknecht y Luxemburgo en el KPD había sido derrotada dentro del partido.
b) Para el verano de 1930 esa posición nacional chovinista que había defendido Radek ante la Comintern y el KPD había triunfado en el movimiento comunista internacional. Ya no se limitaba a denunciar el Tratado de Versalles y sus consecuencias para Alemania. Ahora buscaba abiertamente atraerse hacia su campo a militantes nazis, a costa de las renuncias ideológicas y políticas que fuesen necesarias. Para ello la glorificación del teniente del ejercito Richard Scheringer, encarcelado por su militancia en el NSDAP (nacionalsocialista) y su ingreso en el KPD, tras su salida de prisión resultó útil. Como justificación para poner en marcha una estrategia de atracción de nazis hacia el KPD se utilizó el supuesto anticapitalismo del NSDAP que los comunistas pretendían reconocer en él. Mientras tanto, el SPD continuaba condenado a la calificación de socialfascista que el KPD le había otorgado.
c) En ese mismo año, 1930, el gobierno socialdemócrata de Hermann Müller cayó tras la moción de censura conjunta de nazis y comunistas.
d) De nuevo, ahora contra el gobierno del centrista Brüning KPD y NSDAP votan conjuntamente una moción de censura que en este caso será rechazada.

He dejado fuera acciones conjuntas de masas, patrullaje de calles y creaciones de unidades paramilitares formadas por ex nazis que ingresaron en el KPD. He preferido centrarme en la deriva ideológica de una izquierda que llegó a compartir mesa y mantel en algunos momentos con el ascendente nacionalsocialismo. Ustedes saben como acaba. Algunos quizá ignoren la muerte del presidente del KPD, Ernst Thälmann, en el campo de concentración de Buchenwald en 1944 por orden de Adolf Hitler.

Han pasado 68 años de la muerte de Thälmann, 67 de la derrota del nazismo, y algunos parecen querer olvidar que los amalgamientos y las luchas conjuntas de las izquierdas, o de partes de ellas, con los fascistas se pagan muy caras.

Algunos que no lo hemos olvidado, ni lo queremos olvidar, venimos denunciando desde la izquierda comunista esa extraña mezcla de falangistas de Democracia Real Ya (DRY) con izquierdistas de diversas corrientes, no ya estalinistas sino también trotskistas, o incluso de tendencias más minoritarias, que parecen haber olvidado los llamamientos de Trotsky en su colección de escritos, agrupados bajo el título de “La lucha contra el fascismo en Alemania”, a combatir a la serpiente desde las izquierdas y a rechazar cualquier tipo de colaboración con el fascismo.

Una de las últimas ocasiones en las que hemos visto estas colaboraciones entre extrema derecha y supuestos izquierdistas ha sido en la fracasada (a tenor de sus expectativas) marcha de los “desempleados” (parados debe de ser un término demasiado “tradicional” para ellos) con grupos como la URT (Unión por el Reparto del Trabajo), auspiciada por algún grupo pseudoizquierdista como "Socialismo Revolucionario”, las diversas facciones ultras de DRY (los ADRY, los DRY mayoritarios,...), algunas asambleas del 15M y la superpenetrada Marea Roja (entre otros, por miembros de la secta Zeitgeist), que de roja tiene poco,...Hasta los más que sospechosos Anonymous estaban en ella.

Llamativamente, uno de los máximos activistas de la URT, me hizo llegar hace unos días a mi correo particular su denuncia de cómo los DRY habían ninguneado a su grupo en la preparación de la marcha de los desempleados. Eran buenos para ir con ellos de “marcha” hasta que les demostraron que pintaban tan poco que podían despreciarles. Y ahora, en otros correos, descubre alarmado lo que siempre consideró un mal menor: la penetración de fascistas y anarcocapitalistas entre los “indignados”. Pero lo hace al modo usual entre quienes critican la parte pero intentan salvar al conjunto para tratar penosamente de justificar el porqué ellos y sus grupos están allí y engordan al monstruo en vez de combatirlo global y frontalmente.

Sobre este sujeto, en las antípodas de lo que es un militante políticamente formado (emplea como análogas las categorías como “pueblo” y “clase trabajadora”, diferencias que debieron haberle quedado claras en el bachillerato), que utiliza distintos nombres según sobre dónde escriba, poco diré. Tampoco citaré su nombre para no satisfacer su descontrolado ego.

Pero sí mencionaré la miseria moral de quien escribe un artículo supuestamente destinado a responder al acoso político de los derechistas de Marea Roja hacia su grupo –la URT- y aprovecha la ocasión para atacar a uno de los grupos que en el pasado contribuí a formar y con el que me une buena amistad con parte de sus miembros (aquellos a los que conozco personalmente). Me refiero a sus alusiones hacia el grupo La Résistance, a cuyos integrantes acusa de sectarios anti-15M. Para él combatir al 15M desde una posición de clase es ser sectario. Este individuo en plena caída del caballo en su viaje al Damasco “indignado” se dio un golpe en la cabeza y aún no sabe en qué dirección enviar sus débiles acometidas.

El grupo al que acusa de sectario está formado por comunistas de todas las corrientes, incluidas las más irreconciliables, por comunistas sin adscripción a ninguna de ellas, por republicanos de izquierda, por socialistas de izquierda, por libertarios consecuentes, que también existen, y por personas de izquierdas sin etiquetas. Difícil ser sectario cuando se convive sin dificultades y con respeto en un grupo tan plural, aunque tenga el criticable defecto de haber permitido submarinos de su especie y de la de alguno de sus amigos.

Quiero recordar que Marea Roja es uno de los grupos promotores del bulo de que en España hay 445.000 ó 446.000 políticos (3), así como de la iniciativa, que promueve desde su grupo de facebook para eliminar lo que, en su arbitrariedad, consideran 375.000 políticos sobrantes. De nuevo, los políticos, en genérico, como depositarios de todos los males y la voluntad de simplificar al máximo el número de ellos –en su fuero interno quizá quisieran dejarlo en un solo político y tal vez unas decenas de delegados del mismo- como solución a los problemas del país y de los parados (perdón, “ciudadanos desempleados”). No he visto por ningún lugar que este grupo considere que sobran empresarios, posiblemente ni siquiera Díaz Ferrán o el nuevo presidente de la CEOE.

Llamativo ha sido también el apoyo que algunas webs alternativas, casi todas ellas muy cercanas a los “indignados”, han prestado a los tres autónomos de UNICAES (también identificados desde los nombres de 'Autónomos en la lucha' y mediante el hastag en twitter #QuienMeRescataAmi) que han mantenido una huelga de hambre ante el Congreso de los Diputados. UNICAES, en su página de facebook (Unicaes Movilizaciones) tiene en sus favoritos a todo lo habido y por haber del 15M y en sus preferencias (“Me gusta”) a entidades como las citadas e Intereconomía, ABC, Foro del Guardia Civil, Federación de Empresarios del Campo de Gibraltar, Funcionarios Unidos de España-FUE (extrema derecha), por la eliminación de la mitad de los puestos políticos de España, APEP (partido político de corte populista). Llamativamente, UNICAES ha colaborado con ADESORG (Asociación Nacional de Desempleados), que actúo de grupo de esquirolaje, negando su apoyo a la Huelga General de 2010 contra la Reforma Laboral.

Las movilizaciones que a lo largo de este año han sido protagonizadas por las diferentes “mareas” (producto genuino de la “indignación”) y en especial por la de funcionarios han ido imponiendo una dinámica en la que los sindical se desdibujaba paulatinamente hasta casi desaparecer, no ya por la ausencia casi total de banderas y pancartas sindicales sino por la renuncia de los reformistas mayoritarios de CCOO y UGT (no tanto en la Administración Pública) a dirigir en clave de identidad de clase el proceso de las movilizaciones, aceptando el subproducto adulterado de la ciudadanía como sujeto de las protestas, cuando es la clase trabajadora la gran castigada por las políticas antisociales del gobierno Rajoy.

Especialmente indigno y vergonzoso ha sido el hecho de ver cómo la ultraderechista asociación militar AUME se ha pronunciado a favor de este tipo de movilizaciones, al comprender que no tiene nada que temer de su orientación, y la presencia de la AUGC (Guardia Civil) y de los “sindicatos” policiales, los mismos que han reprimido de manera criminal las protestas del sector más consciente de la clase trabajadora, los mineros del carbón, en las movilizaciones de funcionarios y en la del pasado 19 de Julio. Y ello ha sucedido con el apoyo y beneplácito de CCOO y UGT, que han abandonado a los mineros a su suerte.

A modo de epílogo:
En esas movilizaciones se ha dado la mano el reformismo claudicante sindical y político con el falso radicalismo de esos “ciudadanos transversales en lo ideológico” y negadores de la lucha de clases como motor de la protesta contra la agresión del capital y su partido natural.

Agrava la situación el que las organizaciones de trabajadores (sindicales y de partido) que supuestamente se sitúan a la izquierda del reformismo sean los grandes avalistas y cómplices, casi al completo, del movimiento pequeñoburgués en origen, reaccionario en la elección del sujeto social (el ciudadano) y en el proyecto que sustentan los “indignados” (ilusión democrática en lo político, sin ruptura en lo económico-social propia de un proyecto socialista) y evolutivamente con fuertes componentes prefascistas.

La próxima movilización del 15 de Septiembre convocada por CCOO y UGT y que irá precedida de las diferentes marchas de las famosas mareas, en las que el carácter de clase de las reivindicaciones no existe porque se ha negado previamente su intención será un nuevo golpe contra los intereses de los trabajadores, dado que el horizonte de la protesta y el programa político que lo sustenta es en sí mismo una farsa.

Aún así, la obligación de todo revolucionario consecuente es asistir a toda movilización que convoquen los sindicatos, no por ellos, que deben ser denunciados como cómplices de quienes promueven “revoluciones de colores” y performances sin contenido transformador alguno, sino porque a ella asistirán los trabajadores y es hora de empezar a levantar la bandera de la identidad y la lucha de clases y de un proyecto que pretenda el derribo del capitalismo y la construcción de una sociedad sin clases.

Como cierre de este texto dejo un párrafo de León Trotsky, perteneciente a la compilación de textos anteriormente citada. Fue escrita en los momentos de ascenso político del nazismo pero viene muy a propósito respecto a alguno de los estúpidos eslóganes tan de moda que hoy se escuchan. Me refiero al de “Somos el 99%”.

“El fascista Strasser dice que el 95 por ciento del pueblo está interesado en la revolución, que por lo tanto no es una revolución de clase sino una revolución popular. Thaelmann repite a coro. En realidad, el obrero comunista debería decirle al obrero fascista: por supuesto, el 95 por ciento de la población, si es que no es el 98 por ciento, está explotada por el capital financiero. Pero esta explotación está organizada de modo jerárquico: hay explotadores, subexplotadores, subsubexplotadores, etc. Sólo gracias a esta jerarquía pueden los superexplotadores mantener sujeta a la mayoría de la nación. Para que la nación sea efectivamente capaz de reconstruirse a sí misma alrededor de un nuevo núcleo de clase, deberá ser reconstruida ideológicamente, y esto sólo podrá conseguirse si el proletariado no se disuelve a sí mismo en el “pueblo”, en la “nación”, sino que, por el contrario, desarrolla un programa de su revolución proletaria y fuerza ala pequeña burguesía a elegir entre dos regímenes” (León Trotsky. “La lucha contra el fascismo en Alemania”)

Lo de menos es en qué movimiento y en quién se inspiraron los socios USA de los indignados españoles con su frase de “Somos el 99%”, que estos repiten como loros autómatas. Lo realmente importante del análisis de Trotsky -¿tendré que seguir repitiendo hasta la saciedad que no soy trotskista para que no se descalifiquen mis argumentos por mi supuesta orientación?- es que la trampa de considerar como el único enemigo de la población al capitalismo financiero es doblemente falaz y absurda. Lo es porque niega al resto del capitalismo, el decisivo, el que marca las relaciones sociales de producción y de explotación y explica la lucha de clases. Y lo es también porque oculta la división y el antagonismo de intereses objetivos entre la clase trabajadora y la pequeña y mediana burguesías e incluso un amplio sector de la grande, cuyo motivo de ser es el propio capitalismo y al que ligado sus destinos. Con una revolución que merezca el nombre de tal, y sólo lo será si la propiedad de los medios de producción y distribución pasa de ser privada a colectiva, nunca estarán de acuerdo las clases medias, ni los pequeñoburgueses con mentalidad de tendero, ni los medianos empresarios con mentalidad de grandes capitanes de la industria o los servicios; salvo que la propia dinámica del capital les conduzca a ello pero, si su acercamiento a los trabajadores se produjera desde su hegemonía en el bloque social de lucha, no desde la de los trabajadores aquellos, para su supervivencia como clase, nos sacrificarían como a corderos en el matadero, como tantas veces han hecho cuando ellos han dirigido los procesos sociales y como ahora pretenden para salvar su caduco “estilo de vida”.




NOTAS:
(1) http://www.comparativadebancos.com/amos-del-mundo-predicciones-de-arturo-perez-reverte/
(2) Navarro, Torres y Garzón.
(3) http://www.eldiario.es/zonacritica/2012/07/16/nunca-ha-habido-445-000-politicos/

14 de julio de 2012

EL MADRID TRABAJADOR ABRAZÓ A SUS HERMANOS MINEROS. SEGUNDA PARTE

Por Marat
Mis sospechas del día anterior no estaban desencaminadas del todo.

Llegué con la hora muy ajustada a la segunda jornada de manifestaciones de apoyo a los mineros, la del 11 de Julio.

Colón estaba ya muy cargado de gente y en el centro de Castellana una impresionante multitud, que desbordaba con mucho la riada humana del día anterior, se iba ya situando en los cortejos de las organizaciones sindicales y los partidos de izquierdas.

El ambiente era otro distinto al del día anterior, cuando la clase trabajadora, más allá de sus organizaciones, recibió la llegada de la Marcha Minera a Madrid. Menos emotivo y fresco, más ritual y burocratizado.

Esta era ante todo la manifestación organizada por el reformismo sindical de CCOO y UGT y, a pesar, de los petardos y voladores con los que el cortejo minero animaba la combatividad que ha hecho de este sector productivo un grupo férreamente combativo, el tono era más gris, menos festivo y emotivo, más ritualizado.

Pronto encontré a algún camarada con el que había quedado el día anterior y nos incorporamos a la marcha en animada conversación, comentando las vivencias pasadas.

Al ir por libres, sin apenas darnos cuenta nos situamos en una cabecera de manifestación que no era tal sino un conjunto variopinto de personas que no íbamos en cortejo sindical o partidario alguno y que, de forma imperceptible, fuimos avanzando desagrupados a velocidad muy superior al resto de los manifestantes.

Para hacerse una imagen correcta de cómo estaba conformada la manifestación hay que señalar que la auténtica cabecera la constituía el cortejo minero, lo que tiene lógica si se considera que estos eran los que llevaban su protesta ante el Ministerio de Industria, aunque apoyados por sindicatos, organizaciones de izquierda y trabajadores en general, pero ello dejaba su cortejo desguarnecido de cualquier incidente que pudiera surgir.

Este incidente estaba previsto por la Policía Nacional, cuyos miembros iban equipados con un look Robocoop que sugería que no habían dejado nada al azar.

Los adelantados al grueso de la manifestación alcanzamos finalmente el nº 160 de la Castellana, sede del Ministerio de Industria, situándonos muchos a ambos lados de los carriles centrales del Paseo para flanquear con nuestro recibimiento, consignas y aplausos al cortejo minero que la encabezaba.

Desde el Ministerio varios policías uniformados sacaron fotografías y filmaron a los manifestantes en un evidente acto de provocación. Ya lo habían hecho también en otras partes del recorrido.

Al llegar los 300 mineros a nuestra altura arreciaron los gritos de apoyo, cánticos y aclamaciones. En sus pasos se notaba el cansancio dolorido de las largas jornadas de marcha que les habían llevado hasta allí pero en sus rostros se plasmaba toda la firmeza de las combativas convicciones forjadas a lo largo de siglos de Historia en la vieja memoria del sector más consciente de los trabajadores que renovaban el orgullo de clase de quienes les acompañábamos.

En muy poco tiempo el ambiente cambio. Lo que hasta ese momento era una atmósfera festiva, solidaria y de lucha se tornó en tensión, miedo y enseguida carreras y cargas policiales.

Desde uno de los laterales del Ministerio de Industria comenzaron a llover piedras y plátanos, entre otros objetos arrojadizos, hacia el interior del recinto del Ministerio y sobre las unidades de antidisturbios que custodiaban el lugar oficial.

Rápidamente los antidisturbios se colocaron en formación militar, formando barreras y pertrechados con sus cascos con la visera calada, los escudos, las escopetas para lanzar las pelotas de goma con sus bocachas ya cargadas, prestas a ser disparadas,...

El lanzamiento de proyectiles contra el Ministerio y contra los antidisturbios arreció con mayor ímpetu.

Al poco, los uniformados con toda su parafernalia cortaron la Castellana con furgonetas y en formación tomaron posiciones tanto en los carriles centrales como en las vías de servicio y calles adyacentes mediante largas hileras de antidisturbios.

Enseguida comenzaron las cargas, que se produjeron también a la altura del Santiago Bernabeu, lanzamientos de pelotas de goma, golpes contra los manifestantes, que se saldaron con un total de 76 heridos –niños, mujeres, ancianos, entre ellos- y 8 detenidos. Objetivo cumplido: la manifestación había sido reventada.

Mientras se producía la represión, los dirigentes sindicales de CCOO y UGT intervenían desde la tribuna preparada para cerrar la manifestación, como si la brutalidad policial no fuera con ellos.




¿Porqué?
La razón por la que esta manifestación fue reprimida, disuelta violentamente y reventada, es obvia. Cae por su propio peso.

La épica de la minería había logrado levantar un formidable movimiento de solidaridad entre la población de todo el país, y en concreto de la conservadora sociedad madrileña, que estaba contagiando de voluntad de lucha a amplios sectores de la clase trabajadora en un momento en que las salvajes medidas antisociales del gobierno natural del capital se cebaban de forma draconiana contra los asalariados.

La extraordinaria acogida que el día anterior había tenido la llegada de la Marcha Negra a Madrid anunciaba una manifestación aún más importante el día 11, precisamente el día en que Mariano Rajoy presentaba ante el Congreso el listado de una de las mayores agresiones contra trabajadores, parados y los sectores más débiles de la sociedad en general.

El martes 10 la Delegada del Gobierno en Madrid había lanzado su órdago provocador, evitando cortar el tráfico por las zonas aledañas al paso de la Marcha Negra desde la A-6 hacia el interior de la ciudad, para generar tensión entre manifestantes y automovilistas e incentivar la actitud negativa de estos últimos hacia los mineros.

Sus declaraciones posteriores en el medio más querido por la señora Cifuentes, Intereconomía, redundando en la oposición de derechos entre mineros y manifestantes, por un lado, y automovilistas, por el otro, buscaban alimentar la espiral de una tensión que sólo había sido alimentada por la derecha y sus voceros mediáticos.

Desde el inicio de las huelgas y encierros de los mineros el Gobierno y sus esbirros de los medios de comunicación, prácticamente sin excepción, han intentado criminalizar su lucha, presentándolos como violentos, cuando la auténtica violencia la ha venido ejerciendo la administración política del señor Rajoy condenando al paro a miles de familias y ofreciendo un futuro de ruina a las poblaciones de las cuencas.

El relato elaborado por los medios de comunicación tras la disolución de la manifestación del pasado miércoles 11 es el que les han dictado desde la Delegación de Gobierno de Madrid y el Ministerio del Interior. La prensa española ha actuado respecto a la policía del mismo modo que los periodistas “empotrados” en los ejércitos imperiales de la OTAN en sus aventuras iraquíes, afganas o libias. Los periodistas oficiales son la voz de su amo.

Se ha mezclado interesadamente la pólvora de los petardos y los voladores de los mineros, que evoca sus formas de lucha y, por extensión de la pólvora a la dinamita, al barreno, tan usado en la mina –connotándolo de una violencia que sólo está en la mente de quien así quiera verlo. El uso de esta pirotecnia no fue prohibida en ningún momento- con las piedras, adoquines y plátanos lanzados contra el Ministerio de Industria. El objetivo no era otro que el de implicar a los mineros en las acciones realizadas por los provocadores al servicio del Ministerio del Interior, mostrándoles poco menos que como peligrosos terroristas.

El intento de algunos mineros de entrar en el Ministerio de Industria, o de derribar las vallas que protegían la entrada al mismo, no es otra cosa que la respuesta natural a un Ministro que había decidido ausentarse para no recibirlos. Violencia es negar unos cientos de millones para la supervivencia de las cuencas mineras, violencia es imponer la muerte del carbón y no tocar las grandes fortunas de este país, dar miles de millones para la banca o condenar a millones de personas a la pobreza como consecuencia de los brutales recortes sociales, las reducciones salariales, las prestaciones de desempleo y la subida del IVA, entre otras medidas.

Pero el resto, la chispa que provocó la intervención policial vino de la propia provocación de los antidisturbios, con una dotación desmedida en la manifestación, con toma de imágenes de los manifestantes, con un inicio de su actuación preventiva incluso antes de los incidentes, con agentes infiltrados y camuflados bajo las ya consabidas apariencias antisistema que actuaron buscando la represión, no sobre ellos mismos sino sobre el conjunto de los manifestantes.

Es llamativo que las cargas se efectuaran de manera indiscriminada y que los supuestos antisistema, con sus atrezzos de las bragas cubriéndoles media cara y las capuchas desaparecieran rápidamente una vez lanzados diversos tipos de proyectiles sobre el Ministerio y los policías.

Seguramente tras la brutal intervención policial aparecieron otras personas que respondieron legítimamente a su violencia. Pero no es creíble, después de que ya es de largo conocida la táctica policial de iniciar los altercados, mediante el empleo de provocadores y agentes disfrazados de radicales, que a estas alturas algún “bloque negro antisistema” pretenda reventar una de las mayores manifestaciones que se han producido en Madrid en los últimos 20 años. Y no lo es precisamente porque en ella se expresaba, como en la del día anterior, la recuperación de la conciencia de clase de los trabajadores y se daba la puntilla a ridículos planteamientos ciudadanistas, interclasistas y burgueses que habían protagonizado la atención mediática desde la mitad del 2011 hasta el inicio de las movilizaciones con claro contenido del clase del que los mineros habían sido uno de sus principales detonantes.

La imagen de cientos de miles de trabajadores manifestándose organizadamente ante una de las sedes gubernamentales (Ministerio de Industria) mientras el Presidente Rajoy presentaba su listado brutal de medidas antisociales era demasiado deslegitimadora del gobierno de la burguesía como para que ésta pudiera soportarla. He ahí la clave de porqué esta manifestación fue dinamitada y salvajemente reprimida.

Lo objetivos buscados con el sabotaje de esta manifestación eran diversos.

En primer lugar, ensuciar la imagen de los mineros, dejar un efecto de resaca emocional negativa de la presencia de los mineros en Madrid y asociar la idea de protesta a miedo y represión, desmovilizando con ello a los sectores más influenciables por el poder entre los que apoyan la lucha de la minería.

En segundo lugar, romper la solidaridad de clase con la minería, aislándola para quebrar su resistencia y, como consecuencia la base de un bloque social de lucha hegemonizado por la unidad de los trabajadores en el combate.

En tercer lugar, provocar una reacción social a favor de la represión entre los sectores sociales y políticos más reaccionarios y de las clases medias partidarias del orden.

Solidaridad con los mineros, unidad de clase en la lucha y radicalización de la movilización
Desde que los mineros han vuelto a casa no sabemos nada de ellos. Se ha cortado la comunicación con las cuencas en lo que parece un aislamiento mediático de los mismos, con el fin de rendirlos por el silencio.

Si desaparecen de la escena de lucha están perdidos ellos y está comprometido el éxito de las luchas del resto los trabajadores porque su coraje nos daba bríos para la rebelión.

Es necesario romper ese cordón sanitario que tejen a su alrededor el poder político y sus cipayos de la desinformación. Restablecer y mantener el contacto con las cuencas mineras y proyectarlas sobre la sociedad por todas las vías comunicativas disponibles es decisivo para elevar el nivel del conflicto social y de la lucha de clases.

Por otro lado, la huelga minera ha sido un movimiento surgido desde abajo, sin el apoyo de las cúpulas sindicales reformistas, a las que los encierros, las luchas y las marchas les han supuesto una auténtico quebradero de cabeza en sus objetivos de recomponer un ilusorio pacto social al que la crisis del capital y el fin del Estado del Bienestar han enterrado.

Funcionarios, enseñantes, sanitarios, estudiantes, trabajadores de diversos sectores de los servicios y la industria privada han llevado a cabo, desde el inicio del Gobierno Rajoy y el último período del anterior, luchas aisladas y no integradas en una necesaria globalidad, fuera de las huelgas generales y de algunas manifestaciones sindicales concretas.

Ese aislamiento de cada lucha se ha visto reforzado por la particularidad de la división estructural del Estado español. La territorialización del poder autonómico, con sus respectivos recortes sociales, es otro factor añadido de la división de las movilizaciones y protestas de los trabajadores.

A ello se une que el nivel de la respuesta social es, por el momento, más intenso en la administración y las empresas públicas que en la empresa privada, sin duda tanto por las diferentes fases de la agresión del capital y de su gobierno a los derechos laborales en uno y en otro entorno como por el diferente grado de dificultad para ejercer la protesta que presenta cada escenario. La huelga en el sector privado se está convirtiendo en una cuestión casi episódica y su seguimiento en un acto heroico por la falta casi total de respeto al derecho de los trabajadores a defender sus conquistas en proceso de extinción.

Reforzar la solidaridad entre unos y otros sectores de trabajadores, públicos y privados, denunciando el carácter reaccionario y esquirol que tienen los estereotipos contra los funcionarios y empleados públicos y afirmando que el mantenimiento de sus puestos de trabajo es la garantía de salvar lo que queda de los servicios, es fundamental.

Pero también lo es implicar a los trabajadores de la administración en la búsqueda de fórmulas solidarias de apoyo a las luchas de los empleados de las empresas privadas.

Del mismo modo, romper la fragmentación territorial que plantea el distinto ritmo y las diferentes vías de agresión de las administraciones y las empresas a las luchas es decisivo para ir elevando la potencia de la respuesta de los trabajadores al capital y a su gobierno.

Es fundamental hacer comprender al conjunto de la clase trabajadora que no habrá salidas individuales para colectivos particulares porque los ajustes, los recortes sociales y la brutalidad de las “medidas anticrisis” se impone sobre toda la clase. O golpeamos juntos o nos derrotan a todos en conjunto y a cada uno en su posición estanca.

La agudización de la crisis capitalista, de las consiguientes recetas políticas para enfrentarlas y de las condiciones laborales de semiesclavitud del trabajador desvela en toda su plenitud el carácter de clase de la contradicción capital-trabajo.

Ello destapa, a su vez, la superchería de la “ilusión democrática” de que la salida frente a la crisis del capital sean las fórmulas defendidas por las clases medias y suministradas por el propio capital como narcótico frente a la radicalización de las luchas.

La “solución” de la “democracia participativa” frente a una supuesta crisis de la democracia o a su propio fin ha tomado el efecto por la causa para evitar profundizar en las contradicciones sistémicas de la democracia burguesa.

La crisis de la democracia es consecuencia de la crisis del capital. Ello provoca una reducción de la aparente autonomía de lo político frente a lo económico y requiere del Estado una creciente dosis de autoritarismo para reprimir la protesta frente a la creciente desigualdad y dualidad sociales nacidas de un proceso de recuperación de la hegemonía de la burguesía y de la transferencia de las rentas del trabajo a las del capital.

El Estado, abandonado el modelo de pacto social, deviene forma fascioliberal, no porque los políticos sean una casta o se recorte la participación ciudadana, sino porque ha mutado su apariencia como consecuencia de la agudización de la lucha de clases en la que la burguesía toma la iniciativa y sustituye consenso social por represión al servicio del capital.

El cambio de escenario de la primacía política –apariencia ideológica- a la económico-social y de la propuesta “político democrática” de las clases medias hacia la agudización de la contradicción capital- trabajo aparece como proceso que se objetiva en el mundo de lo real.

Pero lo que ha cambiado en cuanto a condiciones objetivas requiere de una nueva subjetividad en lo ideológico que derrote el pensamiento y la propuesta de “ilusión democrática” de las clases medias “indignadas” para generar una hegemonía de pensamiento en clave de defensa de los intereses de la clase trabajadora y de una toma de posición revolucionaria contra el capital.

En lo sindical y en las luchas sociales ello supone la necesidad de desbordar los límites que marcan a la conflictividad las burocracias sindicales reformistas, introduciendo dosis de radicalidad creciente y elevando el nivel de la confrontación de clase a través de movilizaciones que tengan ya un claro objetivo político, no meramente defensivo, sino de derrota de las estrategias del capital.

Es necesario imponer a las cúpulas dirigentes sindicales y a las organizaciones políticas pseudoizquierdistas una dinámica de confrontaciones con la burguesía y sus aparatos estatales que rompa con la ritualidad de las movilizaciones obligadas por la circunstancia de salvaguardar su influencia en la clase trabajadora pero que sólo buscan combinar movilizaciones ocasionales con períodos más o menos largos de desmovilización.

El paso a una fase de movilización sostenida y creciente exige un manejo de los tiempos y de las intensidades que no agote la fuerza de lucha de los trabajadores y que incremente la conciencia de clase y la acumulación de fuerzas pero que, a su vez suponga una administración de las movilizaciones capaz de provocar un efecto acumulativo en el debilitamiento de la fuerza del capitalismo para imponer su salida a la crisis.

La convocatoria de las movilizaciones por parte de CCOO y UGT para el próximo 19 de Julio es una oportunidad para hacerles llegar a sus dirigentes alto y claro el mensaje de que no vamos a permitir ni una vez más esa conjugación de movilizaciones puntuales con largos períodos de vacaciones sindicales.