11 de noviembre de 2015

OCDE RECORTA SUS PREVISIONES POR LA CAÍDA EN “ECONOMÍAS EMERGENTES” Y DEL COMERCIO MUNDIAL

Ángel Gurría, Secretario General de la OCDE
La Izquierda Diario

Desde la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, anunciaron el lunes en su informe sobre las perspectivas mundiales, un recorte basado en los efectos negativos de la desaceleración de los mercados emergentes y la caída del comercio mundial.

Este lunes desde su sede en Paris, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, una institución de investigación económica financiada por países ricos, dio a conocer su último reporte semestral sobre las perspectivas económicas mundiales.

Una fuerte caída en las economías de mercado emergente y el comercio mundial ha debilitado el crecimiento global de alrededor de 2,9 % este año - muy por debajo del promedio a largo plazo- y es una fuente de incertidumbre para las perspectivas a corto plazo”, se escuchaba en el informe presentado por su Secretario General, Ángel Gurría.

Y continuaba: “Los flujos comerciales globales han caído peligrosamente a niveles asociados generalmente a una recesión mundial, aunque las medidas adoptadas por China y otros países deberían garantizar una reactivación en 2016”.

La OCDE ha bajado varias veces las estimaciones de crecimiento mundial para 2015, que en un principio había fijado en el 3,7 % en noviembre del año pasado, y tras varios ajustes a la baja, finalmente alcanzó el 2,9 %.

Sobre la suba de las tasas de interés por parte de la Fed, que aún tiene posibilidades de suceder este año según palabras de su presidente Janet Yellen- la OCDE señaló que se debería aplicar al aumento. Desde la institución consideran que de esta forma se podría “ganar velocidad en la recuperación de Estados Unidos y Europa, pese a una desaceleración que en su mayor parte se centra en los mercados emergentes y China”.

De acuerdo al informe presentado ayer, el comercio mundial crecerá sólo un 2 % este año, un nivel al que ha caído solo cinco veces en las últimas cinco décadas y que coincidió con crisis: 1975, 1982-1983, 2001 y 2009. "Esto es profundamente preocupante", dijo Catherine Mann, economista jefe de la OCDE.

"El comercio mundial ha sido un referente para la producción mundial", prosiguió. Sin embargo, desde la organización esperan que el crecimiento mundial de la economía suba al 3,3 % el próximo año gracias a las medidas de estímulo en China, aunque será menor que el 3,6 por ciento que esperaba antes.

Previsiones de crecimiento por zonas
Las previsiones para EE.UU. son del 2,4 % para este año y del 2,5 % para el año que viene, recortada en este último caso desde un 2,6 por ciento.

La eurozona también redujo la estimación al 1,5 % este año y al 1,8 % el año que viene, desde el 1,6 por ciento y el 1,9 por ciento respectivamente.

En el caso de China, las estimaciones suben del 6,7 al 6,8 % para 2015, mientras que para 2016 se mantienen en el 6,5 por ciento.

Por último, en otras economías emergentes, preocupa las recesiones de Brasil y Rusia, desde la OCDE proyectan que no van a volver a un crecimiento positivo en términos anuales hasta 2017. Por el contrario, las proyecciones de crecimiento en India siendo relativamente sólido, con un crecimiento del PBI que se espera continúen por encima de 7 % en los próximos años.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Puede que también le interese: “El BBVA también se pone pesimista con las previsiones económicas”


10 de noviembre de 2015

CAMBIOS Y REACCIÓN


David Brooks. La Jornada
Lo más alarmante de que Donald Trump vaya a la cabeza en las preferencias de la contienda republicana para la candidatura presidencial, es pensar quiénes son esos millones que lo apoyan con tanto entusiasmo. ¿Quiénes son los que responden con tal exaltación a un mensaje xenofóbico que culpa a los otros por el fin de la grandeza estadounidense? ¿Cómo es que un bufón multimillonario tan peligroso se vuelve héroe para tantos?
No es tan extraño que una estrella de reality shows sea protagonista en una contienda electoral que a veces parece más un espectáculo producido y dirigido por patrocinadores empresariales que un ejercicio esencial de lo que aquí llaman democracia. Pero una clave mucho más importante para entender el fenómeno no consiste en analizar a Trump, sino los trumpistas.
Parte de esta clave está en el título de su nuevo libro, America lisiada; cómo volver a hacer grande a America. Volver a hacer, o hacer de nuevo, es un mensaje muy cuidadosamente diseñado. Estados Unidos está discapacitado, dañado, ha perdido su grandeza y hay que volver a hacerlo grande. Va dirigido a un amplio sector que percibe que el Estados Unidos de antes se ha perdido, que se desvanece.
¿Y quién tiene la culpa? Según Trump, los otros, los que no son de aquí, los inmigrantes y el resto del mundo donde Estados Unidos ha dejado de imponer su voluntad y ha cedido a otros (con Putin, con China, como también en el terreno del comercio internacional). Hay que sacar a los otros del país, hay que imponer la voluntad estadounidense de nuevo en el mundo, hay que volver a lo que era.
Trump y sus filas tienen toda la razón. Estados Unidos no es el de ayer aquí adentro (ni en su margen de maniobra allá afuera). Se está viviendo el fin de ese Estados Unidos definido por ser blanco, anglosajón y guiado por una visión semireligiosa protestante de lo que se llamaba el sueño americano. Y esto tiene implicaciones profundas.
Y algunos sectores viven este fin con consecuencias dramáticas. Una nueva investigación de los economistas Anne Case y Angus Deaton (quien ganó el premio Nobel de economía este año) de Princeton sacudió al país en los últimos días al encontrar un dramático e inesperado incremento en la tasa de mortalidad entre hombres blancos de entre 45 y 54 años de edad en Estados Unidos por alcoholismo, drogas, suicidio y más.
Los datos revelan que los más afectados son hombres blancos con estudios sólo hasta preparatoria y que enfrentan marginación en la fuerza laboral. Los investigadores señalan que entre los factores de este incremento de la tasa de mortalidad –fenómeno tan único en Estados Unidos– es la reducción en oportunidad económica para este sector, el incremento en la desigualdad y que el sueño americano no se cumplirá para ellos (es decir, que cada generación será más próspera que la anterior).
No se ha detectado algo parecido en un desplome de la expectativa de vida en el mundo desarrollado desde los primeros días de la epidemia del sida, y es parecido –aunque menos grave– a lo que sucedió en Rusia después del colapso de la Unión Soviética.
Ese sector fue, hace unas décadas, el símbolo del sueño estadounidense –los que obtenían empleos de por vida en el sector industrial y, en gran parte por los sindicatos, lograron una vida estable de clase media. Pero desde finales de los años 70 esto se ha revertido por el desmantelamiento del sector industrial, el traslado de producción al extranjero, acelerado por acuerdos de libre comercio, y una guerra abierta contra los sindicatos– y con ello este sector ha visto un desplome en ingresos y oportunidades.
Paul Krugman, economista premio Nobel, lo resume así: “los datos muestran una sociedad apremiada por la desesperanza… Algo terrible le sucede a la sociedad blanca estadounidense”.
Trump tiene un eco entre este sector. El veterano periodista y columnista Harold Meyerson, del Washington Post, señala que “Trump obtiene su apoyo principalmente de republicanos de clase trabajadora, quienes son atraídos por su oposición a acuerdos comerciales, su apoyo del Seguro Social y Medicare (programas de bienestar social) y su denigración de los inmigrantes; un programa similar al de los partidos racistas-populistas de derecha de otros países con apoyo de trabajadores como el Frente Nacional en Francia.”
Por supuesto, no todos los trabajadores blancos están con Trump. De hecho, el mensaje del socialista democrático Bernie Sanders, del lado demócrata, también está generando apoyo sorprendente (para las cúpulas) entre amplios sectores de trabajadores blancos y de todos los colores. Pero lo de Trump también se nutre con el otro gran cambio en este país: el fin del Estados Unidos blanco.
La Oficina del Censo de Estados Unidos proyecta que para 2044 los blancos pasarán a ser una minoría más en este país; o sea, que será un país de mayoría de minorías, con los blancos como la minoría más grande, pero ya no superarán el 50 por ciento de la población (los blancos actualmente representan 62 por ciento).
En los últimos 50 años han llegado 59 millones de inmigrantes a Estados Unidos (el porcentaje de los nacidos en el extranjero de esta población está a un nivel casi récord: 14 por ciento). Y durante ese tiempo, estos inmigrantes y sus descendientes representan 55 por ciento del crecimiento de la población, y con ello están transformando la composición racial y étnica del país, reportó el Centro de Investigación Pew este año.
El cambio asusta, y no es nada nuevo que un político utilice el miedo para transformarlo en reacción; son reaccionarios pues. Tal vez el fenómeno Trump es más bien la confirmación de que su Estados Unidos está por desaparecer y está naciendo otro en el que él y otros políticos como él serán relegados a ser una minoría irrelevante.

El gran cómico Stephen Colbert escribió un libro hace unos años en el que se burlaba de la arrogancia infantil de los que ya (ojalá) perdieron el futuro. El título: América otra vez: rehacer la grandeza que nunca no fuimos.