9 de febrero de 2017

¿QUÉ SIGNIFICA HOY DEMOCRATIZAR LA COMUNICACIÓN?: BASTA DE LETANÍAS

Aram Aharonian. alainet.org

¿De qué estamos hablando cuando reclamamos la democratización de la comunicación y de la información? ¿Hablamos solo de redistribución de frecuencias radioeléctricas para garantizar el derecho humano a la información y la comunicación? ¿De qué forma la redistribución equitativa de frecuencias –éstas patrimonio de la humanidad- entre los sectores comercial, estatal o público, y popular (comunitario, alternativo, etc.) puede garantizar la democratización de la comunicación e impedir la concentración mediática?

A veces pienso que nos instan, nos empujan a pelear en campos de batalla equivocados o permitidos, mientras se desarrollan estrategias, tácticas y ofensivas en nuevos campos de batalla. El mundo avanza, la tecnología avanza… y pareciera que nosotros –desde lo que llamamos el campo popular- seguimos aferrados a los mismos reclamos, reivindicaciones de un mundo que ya (casi) no existe.

El mundo cambia sí, pero el tema de la comunicación, de los medios de comunicación social, sigue siendo, como en 1980 cuando el Informe McBride, fundamental para el futuro de nuestras democracias. El problema de hoy es la concentración oligopólica: 1500 periódicos, 1100 revistas, 9000 estaciones de radio, 1500 televisoras, 2400 editoriales están controlados por sólo seis trasnacionales. Pero ese no es el único problema.

Hoy los temas de la agenda mediática tienen que ver con la integración vertical de proveedores de servicios de comunicación con compañías que producen contenido, la llegada directa de los contenidos a los dispositivos móviles, la transnacionalización de la comunicación y su cortocircuitos con los medios hegemónicos locales, los temas de la vigilancia, manipulación, transparencia y gobernanza en internet, el "ruido" en las redes y el video como formato a reinar en los próximos años.

Estos son, hoy en día, juntos al largamente anunciado ocaso de la prensa gráfica y la vigencia de la guerra de cuarta generación y el terrorismo mediático, los vértices fundamentales para reflexionar sobre el tema de la democracia de la comunicación, mirando no hacia el pasado, sino hacia el futuro que nos invade.

Hipotéticamente, si realmente en nuestra región, el 33 por ciento de las frecuencias fueran concedidas a los medios populares, ¿quién abastecería de contenidos a tal cantidad de canales y radios? Entonces, ¿de qué estamos hablando cuando reclamamos la democratización de la comunicación y de la información?

Los que controlan los sistemas de difusión, cada vez más inalámbricos, satelitales, eligen, producen y disponen cuáles serán los contenidos, en una planificada apuesta por monopolizar mercados y hegemonizar la información-formación del ciudadano.

¿Adiós televisión? Controlar los contenidos
Pasaron 140 años desde que Alexander Graham Bell utilizó por primera vez su teléfono experimental para decirle a su asistente de laboratorio: “Señor Watson, venga, quiero verlo”. Su invención transformaría la comunicación humana y el mundo. La empresa creada por Bell creció hasta transformarse en un inmenso monopolio: AT&T.

El gobierno estadounidense consideró luego que era demasiado poderosa y dispuso la desintegración de la gigante de las telecomunicaciones en 1982… pero AT&T ha regresado, anunciando la adquisición de Time Warner, una de las principales compañías de medios de comunicación y producción de contenidos a nivel mundial, para conformar así uno de los más grandes conglomerados del entretenimiento y las comunicaciones del planeta.

La fusión propuesta, que aún debe ser sometida a estudio por las autoridades, representa desde ya no solo una significativa amenaza a la privacidad y a la libertad básica de comunicarse, sino también un cambio paradigmático en lo que a lo que hoy entendemos como comunicación. Sería la mayor adquisición hasta la fecha y llegaría un año después de que AT&T comprara a DirecTV.

AT&T es hoy la décima entre las 500 compañías más grandes de Estados Unidos y si adquiriera Time Warner, que ocupa el lugar 99 de la lista Forbes, se crearía una enorme corporación, integrada verticalmente que controlaría no solo una amplia cantidad de contenidos audiovisuales, sino o la forma en que la población accedería a esos contenidos.
Según Candace Clement, de Free Press, esta fusión generaría un imperio mediático nunca antes visto. AT&T controlaría el acceso a Internet móvil y por cableado, canales de televisión por cable, franquicias de películas, un estudio de cine y televisión y otras empresas de la industria. Eso significa que AT&T controlaría el acceso a Internet de cientos de millones de personas, así como el contenido que miran, lo que le permitiría dar prioridad a su propia oferta y hacer uso de recursos engañosos que socavarían la neutralidad de la red.

Pelear guerras que ya no existen
El mundo no es el mismo de antes (tampoco el del 1980 cuando el Informe McBride), aunque tanto derecha como izquierda crean que seguimos en 1990. Es difícil, a quienes como uno vienen de la época de la tipografía y la linotipia, de los télex y teletipos -o del dogmatismo y la repetición de consignas-, asimilar los cambios tecnológicos y la realidad del mundo actual, del big data, de la inteligencia artificial, de la plutocracia…

Según los últimos cálculos, en el mundo hay unos 10 zetabytes de información (un zetabyte es un 1 con 21 ceros detrás), que si se ponen en libros se pueden hacer nueve mil pilas que lleguen hasta el sol. Desde 2014 hasta hoy, creamos tanta información como desde la prehistoria hasta el 2014. Y la única manera de interpretarlos es con máquinas.
El Deep Learning es la manera como se hace la Inteligencia Artificial desde hace cinco años: son redes neuronales que funcionan de manera muy similar al cerebro, con muchas jerarquías. Apple y Google y todas las Siri en el teléfono, todos lo usan.

El Big Data permite a la información interpretarse a sí misma y adelantarse a nuestras intenciones, cuánto saben las grandes empresas de nosotros, y lo que más le preocupa: lo fácil que está siendo convertir la democracia en una dictadura de la información, haciendo de cada ciudadano una burbuja distinta.

Si uno tiene Gmail en su celular con wifi, puede ver en Google Maps un mapa mundial que muestra dónde estuvo cada día, a cada hora, durante los últimos dos o tres años (no tiene por qué creerme: vea www.google.com/maps/timeline). Es una información que uno les permites coleccionar al aceptar los términos de licencia cuando instala la aplicación.
También las empresas telefónicas, que uno supone que sólo nos cobran el plan, hacen buenos negocios con nuestros datos. Por ejemplo, Smart Steps es la empresa de Telefónica que vende los datos de los celulares Movistar. De la noche a la mañana, la gente pasó a tener un sensor de sí mismo 24 horas al día. Hoy se puede saber dónde están las personas, pero también qué compran, qué comen, cuándo duermen, cuáles son sus amigos, sus ideas políticas, su vida social.

El alemán Martin Hilbert, asesor tecnológico de la Biblioteca del Congreso de EE.UU. señala que algunos estudios ya han logrado predecir un montón de cosas a partir de nuestra conducta en Facebook. “Se puede abusar también, como Barack Obama y Donald Trump lo hicieron en sus campañas, como Hillary Clinton no lo hizo, y perdió. Esos son los datos que Trump usó. Teniendo entre 100 y 250 likes (me gusta) tuyos en Facebook, se puede predecir tu orientación sexual, tu origen étnico, tus opiniones religiosas y políticas, tu nivel de inteligencia y de felicidad, si usas drogas, si tus papás son separados o no”, señala el científico.

Y “con 150 likes, los algoritmos pueden predecir el resultado de tu test de personalidad mejor que tu pareja. Y con 250 likes, mejor que tú mismo. Este estudio lo hizo Kosinski en Cambridge, luego un empresario que tomó esto creó Cambridge Analytica y Trump contrató a Cambridge Analytica para la elección”.

Usaron esa base de datos y esa metodología para crear los perfiles de cada ciudadano que puede votar. Casi 250 millones de perfiles. Obama, que también manipuló mucho a la ciudadanía, en 2012 tenía 16 millones de perfiles, pero acá estaban todos. En promedio, tú tienes unos 5000 puntos de datos de cada estadounidense. Y una vez que clasificaron a cada individuo según esos datos, los empezaron a atacar”, señala Hilbert.

Por ejemplo, si Trump dice “estoy por el derecho a tener armas”, algunos reciben esa frase con la imagen de un criminal que entra a una casa, porque es gente más miedosa, y otros que son más patriotas la reciben con la imagen de un tipo que va a cazar con su hijo. Es la misma frase de Trump y ahí tienes dos versiones, pero aquí crearon 175 mil. Claro, te lavan el cerebro. No tiene nada que ver con democracia. Es populismo puro, te dicen exactamente lo que quieres escuchar”. Lo más delicado es que no sólo pueden mandar el mensaje como más le va a gustar a esa persona, sino también pueden mostrarle sólo aquello con lo que va a estar de acuerdo.

Al final, el juego con la tecnología siempre ha sido ver cuáles tareas se pueden automatizar y cuáles no. Si un robot reconoce células de cáncer, uno se ahorra al médico. Más del 50% de los actuales empleos son digitalizables, afirma Hilbert. Y ya no hablamos de reemplazar a los obreros, como en la revolución industrial, sino también los trabajos de la clase más educada: médicos, contadores. El 99% de las decisiones de la red de electricidad en EEUU son tomadas por IA que localiza en tiempo real quién necesita energía.

No es en ningún caso el fin de la humanidad, es la evolución que sigue su camino. Y lo más importantes es entender en qué mundo vivimos. Por eso llama la atención que operadores mediáticos, que se autodefinen como radicales de izquierda, sigan insistiendo en la necesidad de pelear en escenarios que ya no existen, con léxicos que no corresponden a las realidades reales y tampoco a las virtuales, en aferrarse al pasado, lo cual es por demás retrógrado.

La dictadura y la posverdad
Hoy más que nunca la dictadura mediática, en manos de cada vez menos “generales” de las corporaciones, busca las formas novedosas de implantar hegemónicamente imaginarios colectivos, narrativas, discursos, verdades e imágenes únicas. Es el lanzamiento global de la guerra de cuarta generación, directamente a los usuarios digitalizados de todo el mundo.

Si hace cinco décadas la lucha política, la batalla por la imposición de imaginarios, se dilucidaba en la calle, en las fábricas, en los partidos políticos y movimientos, en los parlamentos (o en la guerrilla), hoy las grandes corporaciones de transmisión preparan una ofensiva que saltean los medios tradicionales para llegar directamente, con sus propios contenidos de realidades virtuales, a los nuevos dispositivos móviles de los ciudadanos.

¿De qué estamos hablando cuando reclamamos la democratización de la comunicación y de la información? ¿Hablamos de redistribución de frecuencias radioeléctricas cuando hoy el control emerge de la conjunción de medio y contenido? Los que controlan los sistemas de difusión, cada vez más inalámbricos, satelitales, eligen, producen y disponen cuáles serán los contenidos, en una planificada apuesta por monopolizar mercados y hegemonizar la información-formación del ciudadano.

Cambia la radio. Bajo la mirada vigilante de otras naciones, Noruega se ha convertido desde el enero de 2017, en el primer país del mundo en apagar su señal de Frecuencia Modulada (FM), considerando que tiene 22 estaciones nacionales de radio digital, y aún hay espacio en su plataforma digital para otras 20.

La tendencia mundial –y latinoamericana- demuestra que los jóvenes televidentes ya están pasando del uso lineal de televisión hacia un consumo en diferido y a la carta, que bien puede optar el dispositivo fijo (el televisor) y optar por una segunda pantalla (computadora, tablet, teléfonos inteligentes).

Para los comunicólogos optimistas, de receptores pasivos, los ciudadanos están pasando a ser, mediante el uso masivo de las redes sociales, productores-difusores, o productores-consumidores (prosumidores). Para los menos optimistas, si bien esa es una posibilidad teórica, la práctica demuestra que la producción y difusión quedarán en manos de grandes corporaciones, en especial estadounidenses, y los ciudadanos podrán ocupar la casilla de consumidores, en una arremetida del pensamiento, el mensaje, la imagen únicos.

Quizá aquellos que estamos desde hace años en la lucha creemos que la discusión sobre la democratización de las comunicaciones está socializada/masificada en nuestras sociedades. No lo está siquiera en aquellos donde se han hecho esfuerzos de esclarecimiento en este campo, como Argentina y Ecuador. Hay quienes sostienen que aún se trata de una discusión elitesca, entre los militantes políticos, de la comunicación y allegados.

¿De qué estamos hablando cuando reclamamos la democratización de la comunicación y de la información en la que ahora se da en llamar la época de la posverdad, donde los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones, los imaginarios y las creencias personales?

Hoy, la posverdad es el arma de desorientación masiva de la opinión pública que emplean los grandes medios de comunicación y todos los líderes políticos. La sociedad es hoy un monumental simulacro, un plexo cuasi-infinito de significaciones sin referente ni realidad que las apoye, una especie de monumental ciencia-ficción que nos domina, dijera Baudrillard.

En 2016, The Economist hablaba del arte de la mentira, y señalaba que Trump es el principal exponente de la política de la posverdad, que se basa en frases que se sienten verdaderas, pero que no tienen ninguna base real. Una cosa es exagerar u ocultar, y otra, mentir descarada y continuadamente sobre los hechos. Y lo peor es que esas mentiras se van imponiendo en el imaginario colectivo.

Hoy se manipulan, se omiten, se tergiversan o se falsifican desde las cifras de la desocupación o del costo de la vida, mientras opinadores muy mediatizados predican distintas variantes del there is no alternative (no hay alternativa) thatcheriano.

Disculpe, entonces, ¿de qué estamos hablando cuando reclamamos la democratización de la comunicación y de la información?

NOTA DEL EDITOR DE ESTE TEXTO
El alemán Martin Hilbert, asesor tecnológico de la Biblioteca del Congreso de EE.UU. Miente. Hillary Clinton abusó de los medios de predicción de la opinión, además de la intoxicación y de las mentiras en su campaña, y antes, durante el ejercicio de su cargo, en relación con los países en conflicto con Estados Unidos. Perdió, simplemente por ser menos eficaz en su relato y en el mensaje político que enviaba a los electores y, sospecho que, porque una parte del poder económico buscaba un títere con nueva cara, más acorde a los tiempos actuales.

Por lo demás deseo detenerme en una figura, Sean McBride, que ha nombrado el autor de este texto, y en su informe a la UNESCO: “Un solo mundo, voces múltiples. Leí este texto hace ya 33 años. Se lo recomiendo. Me impresionó la certeza de su análisis, el carácter visionario sobre el mundo que se avecinaba en las comunicaciones y, sobre todo, la valentía que se desprendía de sus propuestas, tanto que provocó la salida de EE.UU. de dicha institución, declarando la guerra frontal al citado informe.

El señor McBride era un auténtico socialdemócrata; de esos que creyendo que no es posible acabar con el capitalismo, están dispuestos a probar sus límites y a intentar reformarlo. Se equivocan plenamente, como la cruel realidad demostró más tarde con dicho informe, que acabó siendo rechazado años más tarde de su fecha de publicación (1980), tras un acoso insufrible contra su autor, y sustituido por otras líneas comunicacionales de trabajo acordes con los intereses de los grandes países capitalistas y con su concepto de la “libertad de información”, tan en línea con lo que hoy representan los grandes sistemas de manipulación de conciencias dominantes.

Solo algunas notas sobre el señor McBride. Fue jefe del Estado Mayor del Ejército Republicano Irlandés (IRA). Fundó el Partido Republicano Irlandés, de orientación socialista. En 1977 recibió el Premio Lenin de la Paz y tres años antes (1974) el Premio Nobel de la Paz, por su defensa de los derechos humanos. En 1977 fue presidente de la Comisión Internacional de Comunicación de la Unesco y en 1980 fue nombrado presidente de este organismo internacional. La Unesco entonces era otra Unesco. Y sí, fue miembro fundador de Amnistía Internacional y fue su presidente desde 1961 a 1974. Pero esa era también otra Amnistía Internacional y no el títere de los intereses del imperialismo norteamericano en el que se ha ido convirtiendo a partir de la década de los 80 del pasado siglo.  

8 de febrero de 2017

CUIDADO CON LAS EMPRESAS ZOMBIS

Michael Roberts. Asturbulla

La economía convencional está muy desconcertada por el fracaso de las principales economías a la hora de restaurar la tasa de crecimiento anterior de la productividad del trabajo desde el final de la Gran Recesión



Otros argumentan que el crecimiento de la productividad puede ser menor, pero que eso no es más que el resultado de las secuelas de la Gran Recesión, que hace que las empresas no están dispuestos a invertir en bienes de capital y prefieren especular en los mercados financieros o simplemente acumular efectivo. Hay algo de verdad en este argumento, como explicaré a continuación. Después de todo, tras una gran crisis, las empresas capitalistas acumulan dinero en efectivo en lugar de desperdiciarlo en inversión y producción adicional que posiblemente no encuentre un comprador. Y un estudio de la OCDE encontró apoyo para lo que llamó el elemento “pro-cíclico” de la productividad global post crisis. “Las empresas pueden responder a las fluctuaciones a corto plazo de la demanda mediante la variación de las tasas con las que utilizan su capital y mano de obra existentes, por ejemplo manteniendo de la mano de obra en el momento de la crisis a la espera de la recuperación o reduciendo la utilización del capital existente sin invertirlo”.

Otros estiman que crecimiento de la productividad ya se había ralentizado antes de la Gran Recesión y no se recuperará, porque ahora estamos en una época de bajo crecimiento y todas las innovaciones de alta tecnología se han agotado y los robots y la IA tendrán poco impacto en la economía en general. Este punto de vista ha sido tenazmente defendido por el economista Robert J Gordon, y por analistas más radicales. Lo que sugiere que es posible que el capitalismo se este acercando a su fecha de caducidad. Una vez más, este argumento tiene cierto mérito, pero, como he explicado en artículos anteriores, todavía no identifica la causa de la desaceleración de la inversión y crecimiento de la productividad desde el final de la Gran Recesión.

Ahora, una nueva investigación aporta luz al debate. El Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra y la OCDE han producido recientemente informes que insisten en una característica clave del 'rompecabezas de la productividad'. Parece que el crecimiento de la productividad no tartamudea en todas partes en las economías capitalistas. En las principales economías, las empresas denominadas "frontera" están aumentando su productividad tan rápido como antes de la crisis financiera. Las decepcionantes cifras de productividad de la economía en general han de atribuirse a las empresas que se han quedado "por detrás de la frontera".

La OCDE considera que la rapidez de la "difusión" de la innovación y la productividad de las empresas más avanzadas a las retrasadas se ha ralentizado. El BCE también llega a la misma conclusión en su estudio de la productividad de la zona euro (donde es peor para los servicios que para la fabricación) y lo mismo el Banco de Inglaterra para el Reino Unido y que su efecto es sustancial. Lo que es más significativo es que el nuevo estudio de la OCDE encontró que la causa fue el gran número de empresas 'zombi' (empresas cuyos ingresos regulares dan a lo sumo para cubrir el servicio de sus intereses (si llegan), empresas que, parafraseando al gobernador Carney del Banco de Inglaterra, "dependen de la bondad de sus acreedores".

Los investigadores de la OCDE creen que estos zombis constituyen una alarmante gran parte de la economía. En los nueve países europeos que estudiaron, la parte del stock del capital privado total 'hundido' en las empresas zombi va del 5 al 20 por ciento. La sugerencia es que este tipo de empresas acaparan el capital y ocupan el mercado haciéndolo más difícil para las empresas nuevas y más prometedoras, obstaculizando su expansión y la reasignación de la mano de obra y del capital hacia las empresas más productivas y de más rápido crecimiento. El documento concluye que "la prevalencia de, y los recursos hundido en, las empresas zombis han aumentado desde mediados de la década del 2000, lo cual es importante teniendo en cuenta que las recesiones suelen ofrecer oportunidades para la reestructuración y la reasignación para mejorar la productividad" y que "una mayor proporción de capital de la industria hundido en las empresas zombi tiende a obstaculizar el crecimiento medido en términos de inversión y empleo de las empresa no zombi". Después de todo, “un aumento del 3,5% en la proporción de empresas zombi es más o menos equivalente al observado entre 2005 y 2013, en promedio, en los nueve países de la OCDE de la muestra, lo que se asocia con una disminución del 1,2% en el nivel de la productividad del trabajo en todas las industrias".

Esto confirma lo que he sostenido en un reciente debate sobre el papel de la rentabilidad. Los enormes beneficios obtenidos desde el fin de la Gran Recesión se han limitado principalmente a las grandes empresas: "sólo unas pocas mega empresas acumulan la mayor parte del dinero en efectivo, mientras que miles de pequeñas y medianas empresas (PYME) tienen poco dinero en efectivo y mucha más deuda. De hecho, una minoría son realmente empresas 'zombi' con beneficios que solo les permiten hacer frente al servicio de su deuda".

Es fácil ver por qué hay tantos zombis. A pesar de la relativa recuperación de la rentabilidad de muchas economías en el boom alimentado por el crédito de 2002 a 2006, no fue el caso de muchas pequeñas y medianas empresas. Por el contrario, acumularon más deuda mediante créditos bancarios. La Gran Recesión provocó un colapso en los beneficios e incluso después de 2009, la rentabilidad de estas empresas mejoró poco, mientras que la deuda se mantuvo alta. Sin embargo, las empresas zombis han sobrevivido porque las tasas de interés eran muy bajas y los bancos no han ejecutado los impagos. Este escenario ha llegado al extremo en Italia, donde los créditos bancarios morosos han alcanzado el 20% del PIB.

Como el BCE explica en un informe: "Mientras que los bancos que se beneficiaron del anuncio aumentaron su oferta global de préstamos, este suministro se dirigió fundamentalmente hacia empresas de baja calidad pero con relaciones crediticias pre-existentes con esos bancos. Como resultado, no hubo un impacto positivo sobre la actividad económica real, como el empleo o la inversión. En su lugar, estas empresas utilizaron sobre todo los fondos recién adquiridos para acumular reservas en efectivo. Por último, documentamos que las empresas solventes en las industrias con una prevalencia de empresas zombis sufrieron significativamente por la mala asignación de crédito, lo que ralentiza la recuperación económica".

De acuerdo con la investigación del liberal Instituto Adam Smith, 108.000 de las denominadas empresas de zombis en el Reino Unido sólo son capaces de pagar el interés de su deuda, lo que impide su reestructuración. En otras palabras, ralentizan la "destrucción creativa" del capital mediante la liquidación de los débiles por los fuertes.

Esto confirma estudios anteriores, como el del Journal of Finance (2009), ¿Por qué las empresas tienen tanto dinero en efectivo, que encontró que para poder competir, las empresas cada vez tienen que invertir más en tecnología nueva y experimental en lugar de aumentar la inversión en equipos existentes. Eso es más arriesgado: "la mayor importancia de la I + D en relación con los gastos de capital también tiene un efecto permanente en el coeficiente de caja. Debido a la menor tangibilidad de los activos, las oportunidades de inversión en I + D son más costosas de financiar que el capital que se utiliza para gastos externos. En consecuencia, una mayor intensidad de I + D en relación con los gastos de capital exige a las empresas tener una mayor reserva de caja frente a futuros choques que afecten al flujo de caja generado internamente". Así, las empresas tienen que acumular reservas en efectivo como fondo de amortización para cubrir posibles pérdidas en investigación y desarrollo.

Del mismo modo, en un trabajo reciente, Ben Broadbent, del Banco de Inglaterra, ha señalado que las empresas británicas se encontraban en un periodo con grandes obstáculos para la rentabilidad que disuaden la inversión, ya que perciben que es demasiado arriesgada. "Incluso si la crisis se originó en el sistema bancario, ahora hay mayores riesgos para la inversión - un aumento de la probabilidad percibida de muy malos resultados económicos ... .En realidad, muchas de inversiones implican costes a fondo perdido. Grandes proyectos de IED, formación en las empresas, I + D, la adopción de nuevas tecnologías, incluso reorganizaciones administrativas sencillas: cosas que pueden mejorar la productividad, pero que suponen riesgos en sus retornos y que no se pueden revertir fácilmente". Por lo tanto la rentabilidad del capital tiene que ser lo suficientemente alta como para justificar la inversión más arriesgada en alta tecnología y poder asumir una carga de deuda mucho mayor (incluso si los costes de su servicio hoy por hoy son menores). Las empresas no van a pedir más dinero prestado para invertir incluso si los bancos están dispuestos a prestarlo.

La teoría de la crisis de Marx se basa en la idea de que después de una crisis el capital sólo empezará a invertir para aumentar la productividad de la mano de obra si la rentabilidad está aumentando, y a un nivel suficiente. De hecho, las depresiones en la producción deben servir de base para una recuperación de la rentabilidad y la reducción de la carga de la deuda (crédito) acumulada hasta la crisis. Pero en este momento hay miles de pymes muy endeudadas que apenas se mantienen a flote a pesar de las bajas tasas de interés. Tienen una rentabilidad demasiado baja y una deuda demasiado alta. Están obstruyendo el sistema.

La rentabilidad en las principales economías se ha recuperado desde el mínimo registrado en el punto más bajo de la Gran Recesión en 2009. Según la base de datos AMECO de la Comisión Europea, el rendimiento neto del capital es entre 8-30% desde el año 2009 en las principales economías. Pero la recuperación no ha implicado que la rentabilidad haya vuelto a su nivel máximo (2005-7) antes de la gran crisis, oscilando de 0 a cerca de 14%. Y en el Reino Unido y Estados Unidos la rentabilidad está ahora cayendo, de acuerdo con AMECO.



Al mismo tiempo, los niveles de deuda de las empresas siguen siendo altos y crecientes.



Los estrategas más radicales del capital reconocen la solución "adecuada". Al comienzo de la Gran Depresión de la década de 1930, el entonces secretario del Tesoro, Andrew Mellon, advirtió que el mantenimiento zombi del capital "muerto" era un “riesgo moral”. "Liquidar los trabajadores, liquidar las acciones, liquidar los agricultores, liquidar las propiedades inmobiliarias ... se purgará la podredumbre del sistema. La gente trabajará más, vivirá una vida más moral. Los valores serán ajustados, y las personas más emprendedoras sustituirán a las menos emprendedoras".

Para el capital, la "solución" de la “destrucción creativa” en una depresión o crisis sigue ahí. "El principio fundamental del capitalismo, que sostiene que las malas compañías tienen que dejar paso a otras nuevas y mejores, está volviendo a reaparecer" dice Alan Bloom, jefe global de "reestructuración" de la consultora Ernst & Young. Y añade: "muchas empresas europeas están en lento declive y tienen necesidad urgente de una nueva dirección, una estructura de capital revisada o, en el peor de los casos, que se le permita quebrar”.

Con niveles de deuda empresarial más altas que antes de la crisis global y una rentabilidad menor en la mayoría de las economías, las empresas 'zombis' van a tener que ser eliminadas en un nuevo apocalípsis antes de que se consiga mejoras de la rentabilidad y la productividad.